El de hoy es un relato especial para mí, ya que la idea central del mismo se me ocurrió hace unos veinte años y llevo todo este tiempo dándole vueltas en mi cabeza. Ha pasado por varios cambios de argumento y de ubicación, pero la idea de fondo ha permanecido inalterada. Espero que os guste.
Versión de audio:
Versión escrita:
En otro tiempo la biblioteca había sido un lugar amplio y bien iluminado, con un gran espacio abierto en el centro de la misma. Pero con los años las ventanas habían sido cubiertas con grandes estanterías repletas de libros, por lo que la única luz natural procedía de una polvorienta linterna situada en la cúpula que coronaba el techo de la misma, la cual resultaba claramente insuficiente.
El gran espacio abierto en el centro de la estancia había sido sustituido por un laberinto de estanterías y mesas de lectura, que daban un aire claustrofóbico al lugar. Las mesas contaban con pequeñas lámparas que a duras penas servían para iluminar los libros, por lo que no era extraño que los habituales de la biblioteca, deambularan por sus pasillos equipados con linternas.
Claudio cojeaba entre las mesas. Su bastón, producía un eco ahogado al golpear contra las baldosas de mármol del suelo, que eran de color negro con ondulantes rayas blancas. A Claudio le daba la impresión de estar paseando sobre una tormenta de relámpagos nocturna. Se adentró en el laberinto de estanterías, utilizando el foco de su linterna. Estaba seguro de estar buscando en la sección correcta, y sin embargo no era capaz de encontrar el dichoso libro. Un leve carraspeo le hizo darse cuenta de que no estaba solo. Al girarse, se encontró frente a una mujer de edad indeterminada entre los 30 y los 45. Su rostro tenía líneas duras y anguladas que le conferían un aspecto de fiera determinación. Su pelo estaba recogido en un moño que sugería una férrea disciplina de la que tan solo escapaba un mechón rebelde, el cual caía sobre su ojo izquierdo. Vestía un vestido de raso blanco, que le confería un aire fantasmal.
- Disculpe. ¿Puedo ver su acreditación?- susurró la mujer, con voz dulce, pero firme.
- ¿Qué? - Respondió Claudio, con voz más alta de lo que había pretendido.
- Shhhhh. - siseó la mujer, al tiempo que se llevaba un dedo a los labios para pedir silencio. Después señaló a una pequeña placa que llevaba prendida del vestido que la identificaba como la bibliotecaria.
- Discúlpeme, señora. No pretendía hablar tan alto. - Susurró.
- Señorita. - le corrigió la bibliotecaria maquinalmente. - Y ahora si es tan amable, enséñeme su acreditación. Para acceder a esta biblioteca debe estar en posesión de una carta de presentación redactada por un profesor universitario, dirigida a la jefatura de esta biblioteca, es decir... a mí.
- Ah, cierto. - dijo al tiempo que le entregaba un abultado sobre.
- Está firmada por el Doctor Armitage de la universidad Miskatonic. - dijo con tono acusador.
- Bueno. - respondió Claudio con una sonrisa culpable. - Las normas de esta biblioteca, estipulan que necesito la carta de presentación firmada por un profesor universitario, pero no dicen nada de que la universidad tenga que estar en nuestro país.
- Aquí dice que necesita consultar nuestra copia del libro Progressionem potentiale. - la bibliotecaria alzó una ceja con excepticismo – Le advierto que nuestra copia está incompleta.
- Soy consciente. Pero confío en encontrar lo que busco en la parte que ustedes poseen. Ya que no estaba en la copia que tienen en Miskatonic, ni en la de Alcalá de Henares.
- Ya veo. Sígame, los fondos documentales anteriores al año 1810, no están en esta planta. Tendrá que bajar usted al sótano.
La bibliotecaria se dio la vuelta y empezó a avanzar a buen ritmo sin molestarse en comprobar si Claudio la seguía. Este tuvo que forzar la marcha para seguirla, mientras maldecía en silencio su pierna deforme. El bastón resonaba inmisericorde contra las baldosas del suelo, haciendo que los pocos usuarios presentes en la biblioteca le miraran con desaprobación.
Finalmente llegaron junto a una escalera de caracol, con escalones de piedra y un pasamanos de hierro bastante oxidado.
- Baje por aquí. - dijo la bibliotecaria – Tenga cuidado, los escalones resbalan. Cuando llegue abajo, vaya por el pasillo de la izquierda, tercera estantería, cuarta balda.
- ¡Vaya! ¿Se lo sabe de memoria?
La mujer se dio la vuelta y se marchó sin contestar. Claudio descendió con cuidado. Tal y como le habían advertido, los escalones resbalaban bastante y estuvo a punto de caer rodando por la escalera de caracol un par de veces. En cada ocasión maldijo entre dientes su pierna deforme.
Cuando por fin llegó abajo, siguió las indicaciones de la bibliotecaria. Si la planta superior estaba en semipenumbra, el sótano estaba aún más oscuro. Había algunas lámparas aquí y allá colgando de las estanterías, pero si no hubiera sido por su linterna, Claudio hubiera tenido serias dificultades para ver algo.
Mientras caminaba por el pasillo le pareció oir un risita lejana, pero como no estaba seguro, se convenció de que solo se trataba de su imaginación. Finalmente llegó junto a la estantería y tras unos momentos de incertidumbre lo encontró, el Progressionem potentiale. Se puso unos guantes, pues el estado del volumen era bastante precario y se lo llevó hasta una mesa cercana, sobre la que lo depositó con algo parecido al temor reverencial.
Apenas se podía llamar libro a aquel conjunto de papeles , ya que era evidente que faltaban amplias secciones del mismo, sin embargo, aquel fragmento era justo el que Claudio llevaba años buscando.
Extrajo de su mochila un cuaderno lleno de anotaciones manuscritas, las cuales fue comparando con las páginas del libro. Estaba tan emocionado, que no percibió el débil sonido de pasos que se acercaba por su espalda.
- Hola. - susurró una delicada voz infantil en su oído.
Sobresaltado Claudio se levantó como un resorte, pero junto a él solo había una niña de unos siete años, con la tez sonrosada, y el cabello y los vestidos tan negros como el ala de un cuervo, quien lo miraba con una sonrisa pícara.
- ¿Qué lees? - preguntó la niña con voz juguetona.
- ¿De dónde sales tú? - acertó a decir Claudio - ¿Cómo has logrado entrar aquí?
La niña ignoró su pregunta y cerró el libro con poca ceremonia para leer el título.
- ¿Está tu padre por aquí? - preguntó Claudio asumiendo que la niña sería la hija de algún usuario de la biblioteca y que de alguna manera había logrado sobornar a la bibliotecaria, para que la dejara entrar allí.
- Seguramente. - dijo la niña con aire misterioso – Él, tiene el don de la ubicuidad. - la niña se rió con malicia. - El Progressionem potentiale, escrito por Amed Vest, un oscuro discípulo del mismísimo Hermes, padre de la Alquimia. Le llamaban el tres veces grande.
- ¡Vaya! - exclamó Claudio sorprendido por los conocimientos de la niña. - ¿Cómo sabes tanto?
- Mmm. Que interesante, la mayoría de los estudiantes de lo oculto prefieren centrarse en sus otras obras, como las que tratan de como convertir el plomo en oro, o la que explica como fabricar la piedra filosofal, aquella que da la vida eterna. Sin embargo, no veo esa ambición en tí.
- ¿Quién demonios eres tú?
- Bah. No exageres. - dijo la niña, quien había sonreído abiertamente al escuchar la palabra demonio. - ¡Ya recuerdo! - continuó la cría - Este libro trata de una de sus fórmulas menos conocidas, la del hombre potencial. Con ella un hombre, o mujer, puede alcanzar su máximo desarrollo físico y mental. Fuerza, agilidad, salud perfecta, rapidez de pensamiento... No te dará superpoderes, pero alcanzarás el máximo posible para un ser humano en todas las áreas. Puede que no sea tan espectacular como la vida eterna, pero es algo por lo que muchos matarían.
Claudio examinó a la niña con cuidado, estaba claro que era mucho más que una simple cría.
- ¿Quién o qué eres tú? - le preguntó a la pequeña.
- Eso es lo de menos. Veamos, eres consciente de que este libro no está completo, así que no te servirá de nada, a no ser....
- A no ser que ya haya encontrado el resto de trozos dispersos por el mundo. Cosa que he hecho. - Respondió Claudio con mal disimulado orgullo. - Me ha costado años y viajar por medio mundo, pero encontré la primera pista de la existencia de este libro en los apéndices del Vermis Mysteriis de Ludvig Prinn.
- Ludvig, ese patán. - susurró la niña con desdén, aunque Claudio no la escuchó.
- Y confirmé su existencia gracias al libro Cultes des Goules, del conde Derleth.
- August, ese si que era interesante. - volvió a susurrar la niña, medio sumida en sus recuerdos.
- Llevo años recorriendo el mundo, buscando este libro. Pero solo he encontrado fragmentos, unas pocas páginas en la universidad de Praga, varios capítulos abandonados por un noble transilvano en la antigua Abadía de Carfax en Londres, otro fragmento en la Universidad de Miskatonic, apenas unos pocos párrafos en Alcalá de Henares, mezclados con dos capítulos inéditos del Quijote... Años reuniendo fragmentos, y hoy por fin tengo el último trozo, ahora tengo todo el conjunto.
Mientras hablaba, había ido leyendo ávidamente las ajadas páginas del libro.
- Lo encontré. - dijo con una mezcla de éxtasis y miedo en la voz. - Al final ese genio de Amed, consiguió sincretizar todo lo necesario en una única fórmula, que recitada en voz alta, concede el máximo desarrollo potencial al que un humano puede aspirar.
- Sí. La mejor versión posible de uno mismo. - dijo la niña – Aunque cuidado, a veces lo mejor es enemigo de lo bueno, y es posible que no te guste lo que obtengas.
- ¿Cómo va ser peor alcanzar el máximo potencial, que lo que tengo ahora? - pregunto Claudio mientras se frotaba inconscientemente, su pierna deforme. - ¡Nada me detendrá ahora!
- Si estás tan seguro. - dijo la niña con tono burlón. - Que conste que yo te he advertido.
Claudio recorrió con un tembloroso dedo índice las líneas de la fórmula alquímica, mientras empezaba a entonarla con una voz casi inhumana. Los ecos se esparcieron por el sótano de la biblioteca y una luz esmeralda lo invadió todo. Un viento frío sopló por unos instantes y finalmente la linterna se apagó dejándolo todo en tinieblas. El silencio era atronador.
Con cierto temor, Claudio se palpó la pierna deforme, pero en lugar de músculo y hueso retorcidos, encontró una pierna firme y torneada. Emocionado empezó a recorrer su cuerpo con sus manos, la piel era suave y elástica, sus manos enérgicas, su rostro esbelto y su pecho... Su pecho... De pronto sintió la desesperación, a tientas buscó su linterna, la encendió y buscó en su mochila un espejo de mano, en el que se miró aterrado.
- ¡No, no puede ser! - exclamó con una voz mucho más aguda de lo normal.
- Fascinante. - dijo la niña entre risas – La fórmula del desarrollo potencial, te convierte en la mejor versión posible de ti mismo y quien iba a decir, que tu mejor versión... es una mujer.
3/26/2020
3/14/2020
Cuarto entremés
Vamos con un nuevo entremés, en el que Aigor tendré que enfrentarse a un cliente que no sabe lo que quiere, pero tiene muy claro lo que no quiere. ¿Os suena familiar?
Versión de audio:
Versión escrita:
Medianoche en el castillo del Doctor Soymalote.
- ¡Aigor!
- ¿Sí Maestro?
- Ha llamado el cliente de los robots letales.
- Androides maestro, son androides.
- ¡Lo que sea! No está contento. Dice que no le gusta el color.
- Pero maestro, el color es el mismo del diseño que se les presentó el mes pasado y entonces le gustó mucho.
- ¡Da igual! Ahora dice que es demasiado oscuro. Quiere algo con más color.
- Muy bien, y entonces que color quiere el cliente.
- No lo ha dicho, le da igual, pero negro no.
Una semana más tarde.
- Hola amo. ¿Qué tal ha ido la reunión con el cliente? ¿Le ha gustado el nuevo color camuflaje? Como van a ser desplegados en una zona boscosa, he pensado que así añadirán un toque de infiltración a sus considerables habilidades letales.
- Error total. No le ha gustado en absoluto. Dice que eso es verde vómito y quiere que lo cambies inmediatamente.
- Sí, maestro. ¿Ha dado alguna indicación de que color le gustaría?
- No, dice que le da igual el color que utilices, pero nada de camuflaje, y por supuesto, nada de negro.
Ocho semanas y diecisiete colores más tarde.
- Maestro.
- ¿Qué quieres Aigor? ¿No ves que estoy ocupado?
- Sí, amo, discúlpeme. No quería interrumpir su siesta, quiero decir su sesión de meditación.
- No seas insolente Aigor. Tú no puedes comprender las necesidades de un genio del mal.
- Por supuesto maestro, pero es que ya no se me ocurren que más colores probar para los androides letales, que por lo demás funcionan perfectamente.
- Como siempre me he adelantado a tí, Aigor. En lugar de esperar que se te ocurra una buena solución, me he reunido con el cliente y juntos hemos decidido el mejor color posible. El negro noche.
- Pero amo, eso es lo que yo sugerí desde el principio.
- No Aigor, tú sugeriste un inaceptable color negro, nuestra solución es genial, el negro noche.
- ¿Y cual es la diferencia Maestro?
- Anda, coge esos botes de pintura de ahí y a pintar robots se ha dicho.
- Pero esos son los botes que me sobraron de la primera vez.
- Menos excusas y más pintar.
Versión de audio:
Versión escrita:
Medianoche en el castillo del Doctor Soymalote.
- ¡Aigor!
- ¿Sí Maestro?
- Ha llamado el cliente de los robots letales.
- Androides maestro, son androides.
- ¡Lo que sea! No está contento. Dice que no le gusta el color.
- Pero maestro, el color es el mismo del diseño que se les presentó el mes pasado y entonces le gustó mucho.
- ¡Da igual! Ahora dice que es demasiado oscuro. Quiere algo con más color.
- Muy bien, y entonces que color quiere el cliente.
- No lo ha dicho, le da igual, pero negro no.
Una semana más tarde.
- Hola amo. ¿Qué tal ha ido la reunión con el cliente? ¿Le ha gustado el nuevo color camuflaje? Como van a ser desplegados en una zona boscosa, he pensado que así añadirán un toque de infiltración a sus considerables habilidades letales.
- Error total. No le ha gustado en absoluto. Dice que eso es verde vómito y quiere que lo cambies inmediatamente.
- Sí, maestro. ¿Ha dado alguna indicación de que color le gustaría?
- No, dice que le da igual el color que utilices, pero nada de camuflaje, y por supuesto, nada de negro.
Ocho semanas y diecisiete colores más tarde.
- Maestro.
- ¿Qué quieres Aigor? ¿No ves que estoy ocupado?
- Sí, amo, discúlpeme. No quería interrumpir su siesta, quiero decir su sesión de meditación.
- No seas insolente Aigor. Tú no puedes comprender las necesidades de un genio del mal.
- Por supuesto maestro, pero es que ya no se me ocurren que más colores probar para los androides letales, que por lo demás funcionan perfectamente.
- Como siempre me he adelantado a tí, Aigor. En lugar de esperar que se te ocurra una buena solución, me he reunido con el cliente y juntos hemos decidido el mejor color posible. El negro noche.
- Pero amo, eso es lo que yo sugerí desde el principio.
- No Aigor, tú sugeriste un inaceptable color negro, nuestra solución es genial, el negro noche.
- ¿Y cual es la diferencia Maestro?
- Anda, coge esos botes de pintura de ahí y a pintar robots se ha dicho.
- Pero esos son los botes que me sobraron de la primera vez.
- Menos excusas y más pintar.
3/08/2020
Escuadrón Delta: Episodio VIII
Vamos con un nuevo capítulo, que sé que lo estabais deseando.
Como siempre versión de audio:
Versión de texto:
Raymius y Ronin se miraron, estudiándose mutuamente en silencio. Por fin se iba a producir la reunión cara a cara que el piloto del escuadrón Delta había estado esperando y temiendo desde hacía semanas.
Raymius le había escaneado a fondo y Ronin se alegró de haber convencido a Keyna de que no le obligara a llevar un micrófono oculto. Aunque tuvo que prometer que le contaría todo con pelos y señales tan pronto como pudiera.
El piloto escudriñó a su interlocutor. Tal y como había logrado apreciar en sus transmisiones por holocumicador, Raymius trataba de pasar por miembro de la Armada Imperial, pero era fácil deducir que no lo era. Aunque vestía un uniforme de oficial, no llevaba insignias que revelaran su rango y portaba un cilíndro de códigos totalmente diferente en diseño a los que se solían usar en la flota. Además se notaba que no estaba acostumbrado a moverse con el uniforme. Sin embargo, había dado muestras de poseer una autoridad muy superior a la del Comandante Cross. Es posible que pudiera igualar a la de un General de División o incluso la de un Contralmirante.
- Cadete Kodos. - dijo Raymius, interrumpiendo su tren de pensamiento.- Al fin nos vemos cara a cara.
- Señor Raymius. - respondió Ronin con nerviosismo- Es un honor conocerle. Conocerle en persona, quiero decir.
Raymius sonrió enigmáticamente al escucharle.
- Creo. - dijo a continuación – Que me exigió una explicación en nuestra última conversación.
- ¿Exigir? Yo no quería. - balbuceó Ronin. Su interlocutor le interrumpió con un gesto seco.
- Como ya le dije. Pertenezco a un grupo especial, aunque lo correcto sería decir que formo parte de una Orden. La Orden Secreta del Emperador, aunque también nos hacemos llamar los Profetas del Lado Oscuro.
- ¿Una Orden Secreta? - Ronin se quedó totalmente sorprendido. - No sabía que existiera.
- Por eso es secreta, cadete. - replicó Raymius con impaciencia.
Ronin se quedó un momento sin saber como reaccionar, pero en seguida un pensamiento se introdujo veloz en su mente. Debía aprovechar la ocasión que se le brindaba para recopilar toda la información posible. Además si salía de allí sin datos valiosos, Keyna le iba a poner a limpiar letrinas para el resto de su vida. Casi podía escuchar su voz diciéndole “¡Espabila mentecato! Haz que ese tipo desembuche.”
- ¿En que consiste exactamente esa Orden? ¿Quienes la forman? ¿Cómo...?
Raymius volvió a interrumpirle con un gesto.
- Relájese Cadete. La información le será revelada a su debido tiempo. Además un maestro sabio, no le cuenta todos sus secretos de una sola vez a su aprendiz.
- ¿Maestro? ¿Aprendiz? ¿Qué insinua?
- Que tienes mucho que aprender... discípulo. - Raymius sonrió con malicia.
“Síguele el juego” - susurró la voz de Keyna en su cabeza.
- Por supuesto... maestro.
- Excelente. - dijo Raymius mientras sonreía complacido ante ese título. - Bien, esto es lo que necesitas saber de momento. La Orden está dedicada por completo a cumplir con la voluntad del Emperador. Sus miembros más elevados responden ante él y solo ante él... bueno y ante Lord Vader, pero solo porque nos gusta seguir respirando... En cualquier caso, si la Armada Imperial tiene la misión de mantener el Orden en el Imperio acabando con Piratas y Rebeldes, nosotros tenemos el deber de encontrar y aniquilar a los traidores que surgen dentro de las propias filas del Imperio. Esta misión nos ha sido encargada en persona por el mismísimo Emperador, por lo que comprenderás la importancia de este encargo.
- Por supuesto, eehh Maestro. Pero yo creía que la O.S.I., la Oficina de Seguridad Imperial ya se encargaba de esa tarea.
- Creo que ya le he expresado mi opinión sobre esos ineptos y de todas formas, esta es la voluntad de su Majestad Imperial y no nos corresponde a nosotros, cuestionarnos sus deseos, ¿verdad?
- Claro, Maestro. Pero dígame, esta orden no pertenece a ninguna rama del ejercito, ni es una Agencia de Inteligencia, así qué ¿Cómo se financia? ¿Quién la dirige?
- Las respuestas llegaran a su debido tiempo, aprendiz. - respondió Raymius con firmeza, sin embargo Ronin creyó detectar una sutil nota de duda en su voz. Tal vez, ni él mismo conocía todas las respuestas.
“Bantha poodoo” - pensó Ronin para sus adentros, no parecía que fuera a poder sacarle mucha más información a Raymius. Había muchas cosas que él y Keyna querían averiguar, pero si trataba de presionarle demasiado, le harían sospechar. De cualquier manera había algo de debía sonsacarle a toda costa. Keyna le había insistido machaconamente “Cueste lo que cueste, averigua por qué te ha escogido a tí, antes que a cualquier otro”.
- Entiendo, señor. Eeeh, Maestro, pero hay algo que necesito saber ahora. ¿Por qué me eligió a mí? Ya le dije que no soy el mejor piloto.
- Creo que te subestimas aprendiz, además tú tienes algo que ningún otro a bordo de esta nave posee. Y es un requisito indispensable para ingresar en nuestra Orden. Tú eres sensible a la Fuerza.
- ¿La Fuerza?
- La Fuerza es lo que da a un profeta su poder. Es un campo de energía creado por todas las cosas vivientes. Nos rodea, penetra en nosotros y mantiene subyugada la galaxia.
- No acabo de entenderlo. ¿Qué trata de decirme?
- Vamos, sabes de lo que te hablo. ¿acaso no has percibido en ocasiones el peligro, instantes antes de que se produjese? ¿No has sabido instintivamente que naves debías escanear y cuales descartar en las misiones que te he estado encargando?
- Eso, es simplemente suerte o instinto.
- En mi experiencia, la suerte no existe. Y eso que llamas instinto, en realidad proviene de la Fuerza y tu capacidad innata para aprovecharla en tu beneficio.
- ¿Entonces poseo alguna clase de poder místico?
- El poder no es tuyo, aprendiz. Simplemente está ahí, presente en toda la galaxia, pero solo unos pocos tenemos el poder y la voluntad necesarios para usarlo. Solo has empezado a rascar la superficie, con tiempo, esfuerzo y mi adiestramiento, serás capaz de hacer mucho más. Únete a mí... bueno, a nosotros, y entrarás en un mundo sin límites.
- Me lo está ofreciendo, pero en realidad no tengo elección, ¿verdad?
- No seas ridículo, claro que puedes elegir. Unirte a nosotros o morir, aquí y ahora.
- Me siento honrado de aceptar.
- Eso pensaba.
Ronin volvió a imaginarse la voz de Keyna en su cabeza “Te has metido en una buena, pedorro”.
- Desde ahora ostentarás el rango de subteniente. - le dijo Raymius.
- Maestro, creo que este rango no existe en la Armada Imperial.
- ¿Eh?- Raymius, dudó durante un segundo. Pero se rehizo admirablemente. - Pues ahora sí existe. No hay nada imposible para los profetas del Lado Oscuro.
- Claro Maestro, aunque hubiera sido más fácil nombrarme alferez, que es un rango que sí existe. - Susurró Ronin. Pero enseguida se envalentonó. - O incluso ascenderme a Teniente.
Raymius fingió no haberle escuchado.
- Ahora, arrodíllate aprendiz. - dijo con voz solemne. - Arremángate el brazo izquierdo y extiéndelo en alto.
Ronin se apresuró a obedecer, incapaz de predecir que iba a pasar a continuación. Raymius se concentró y todas las venas de su cuerpo se hincharon, sudando por el esfuerzo susurró una invocación en algún idioma ignoto al tiempo que extendía los brazos.
- Klaatu, barada, nikto.
Unos rayos morados surgieron de las puntas de los dedos del profeta oscuro e impactaron en el brazo izquierdo de Ronin. Un dolor intenso recorrió el cuerpo del piloto, pero se obligó a sí mismo a no gritar y a mantenerse firme. Poco a poco los rayos se desvanecieron.
Mientras Raymius recuperaba el aliento, Ronin se examinó la parte interior del antebrazo, pero allí donde esperaba encontrar una quemadura o algún otro tipo de herida, vio un pequeño tatuaje morado, compuesto por tres triángulos equiláteros que se unían en un único punto.
- Ya eres un miembro de la Orden Secreta del Emperador. - dijo Raymius exhausto - Un profeta del lado oscuro de primer rango. Bienvenido aprendiz.
La voz de Keyna resonó en su mente por última vez “Estás de mierda de bantha hasta el cuello, petardo”.
Como siempre versión de audio:
Versión de texto:
Raymius y Ronin se miraron, estudiándose mutuamente en silencio. Por fin se iba a producir la reunión cara a cara que el piloto del escuadrón Delta había estado esperando y temiendo desde hacía semanas.
Raymius le había escaneado a fondo y Ronin se alegró de haber convencido a Keyna de que no le obligara a llevar un micrófono oculto. Aunque tuvo que prometer que le contaría todo con pelos y señales tan pronto como pudiera.
El piloto escudriñó a su interlocutor. Tal y como había logrado apreciar en sus transmisiones por holocumicador, Raymius trataba de pasar por miembro de la Armada Imperial, pero era fácil deducir que no lo era. Aunque vestía un uniforme de oficial, no llevaba insignias que revelaran su rango y portaba un cilíndro de códigos totalmente diferente en diseño a los que se solían usar en la flota. Además se notaba que no estaba acostumbrado a moverse con el uniforme. Sin embargo, había dado muestras de poseer una autoridad muy superior a la del Comandante Cross. Es posible que pudiera igualar a la de un General de División o incluso la de un Contralmirante.
- Cadete Kodos. - dijo Raymius, interrumpiendo su tren de pensamiento.- Al fin nos vemos cara a cara.
- Señor Raymius. - respondió Ronin con nerviosismo- Es un honor conocerle. Conocerle en persona, quiero decir.
Raymius sonrió enigmáticamente al escucharle.
- Creo. - dijo a continuación – Que me exigió una explicación en nuestra última conversación.
- ¿Exigir? Yo no quería. - balbuceó Ronin. Su interlocutor le interrumpió con un gesto seco.
- Como ya le dije. Pertenezco a un grupo especial, aunque lo correcto sería decir que formo parte de una Orden. La Orden Secreta del Emperador, aunque también nos hacemos llamar los Profetas del Lado Oscuro.
- ¿Una Orden Secreta? - Ronin se quedó totalmente sorprendido. - No sabía que existiera.
- Por eso es secreta, cadete. - replicó Raymius con impaciencia.
Ronin se quedó un momento sin saber como reaccionar, pero en seguida un pensamiento se introdujo veloz en su mente. Debía aprovechar la ocasión que se le brindaba para recopilar toda la información posible. Además si salía de allí sin datos valiosos, Keyna le iba a poner a limpiar letrinas para el resto de su vida. Casi podía escuchar su voz diciéndole “¡Espabila mentecato! Haz que ese tipo desembuche.”
- ¿En que consiste exactamente esa Orden? ¿Quienes la forman? ¿Cómo...?
Raymius volvió a interrumpirle con un gesto.
- Relájese Cadete. La información le será revelada a su debido tiempo. Además un maestro sabio, no le cuenta todos sus secretos de una sola vez a su aprendiz.
- ¿Maestro? ¿Aprendiz? ¿Qué insinua?
- Que tienes mucho que aprender... discípulo. - Raymius sonrió con malicia.
“Síguele el juego” - susurró la voz de Keyna en su cabeza.
- Por supuesto... maestro.
- Excelente. - dijo Raymius mientras sonreía complacido ante ese título. - Bien, esto es lo que necesitas saber de momento. La Orden está dedicada por completo a cumplir con la voluntad del Emperador. Sus miembros más elevados responden ante él y solo ante él... bueno y ante Lord Vader, pero solo porque nos gusta seguir respirando... En cualquier caso, si la Armada Imperial tiene la misión de mantener el Orden en el Imperio acabando con Piratas y Rebeldes, nosotros tenemos el deber de encontrar y aniquilar a los traidores que surgen dentro de las propias filas del Imperio. Esta misión nos ha sido encargada en persona por el mismísimo Emperador, por lo que comprenderás la importancia de este encargo.
- Por supuesto, eehh Maestro. Pero yo creía que la O.S.I., la Oficina de Seguridad Imperial ya se encargaba de esa tarea.
- Creo que ya le he expresado mi opinión sobre esos ineptos y de todas formas, esta es la voluntad de su Majestad Imperial y no nos corresponde a nosotros, cuestionarnos sus deseos, ¿verdad?
- Claro, Maestro. Pero dígame, esta orden no pertenece a ninguna rama del ejercito, ni es una Agencia de Inteligencia, así qué ¿Cómo se financia? ¿Quién la dirige?
- Las respuestas llegaran a su debido tiempo, aprendiz. - respondió Raymius con firmeza, sin embargo Ronin creyó detectar una sutil nota de duda en su voz. Tal vez, ni él mismo conocía todas las respuestas.
“Bantha poodoo” - pensó Ronin para sus adentros, no parecía que fuera a poder sacarle mucha más información a Raymius. Había muchas cosas que él y Keyna querían averiguar, pero si trataba de presionarle demasiado, le harían sospechar. De cualquier manera había algo de debía sonsacarle a toda costa. Keyna le había insistido machaconamente “Cueste lo que cueste, averigua por qué te ha escogido a tí, antes que a cualquier otro”.
- Entiendo, señor. Eeeh, Maestro, pero hay algo que necesito saber ahora. ¿Por qué me eligió a mí? Ya le dije que no soy el mejor piloto.
- Creo que te subestimas aprendiz, además tú tienes algo que ningún otro a bordo de esta nave posee. Y es un requisito indispensable para ingresar en nuestra Orden. Tú eres sensible a la Fuerza.
- ¿La Fuerza?
- La Fuerza es lo que da a un profeta su poder. Es un campo de energía creado por todas las cosas vivientes. Nos rodea, penetra en nosotros y mantiene subyugada la galaxia.
- No acabo de entenderlo. ¿Qué trata de decirme?
- Vamos, sabes de lo que te hablo. ¿acaso no has percibido en ocasiones el peligro, instantes antes de que se produjese? ¿No has sabido instintivamente que naves debías escanear y cuales descartar en las misiones que te he estado encargando?
- Eso, es simplemente suerte o instinto.
- En mi experiencia, la suerte no existe. Y eso que llamas instinto, en realidad proviene de la Fuerza y tu capacidad innata para aprovecharla en tu beneficio.
- ¿Entonces poseo alguna clase de poder místico?
- El poder no es tuyo, aprendiz. Simplemente está ahí, presente en toda la galaxia, pero solo unos pocos tenemos el poder y la voluntad necesarios para usarlo. Solo has empezado a rascar la superficie, con tiempo, esfuerzo y mi adiestramiento, serás capaz de hacer mucho más. Únete a mí... bueno, a nosotros, y entrarás en un mundo sin límites.
- Me lo está ofreciendo, pero en realidad no tengo elección, ¿verdad?
- No seas ridículo, claro que puedes elegir. Unirte a nosotros o morir, aquí y ahora.
- Me siento honrado de aceptar.
- Eso pensaba.
Ronin volvió a imaginarse la voz de Keyna en su cabeza “Te has metido en una buena, pedorro”.
- Desde ahora ostentarás el rango de subteniente. - le dijo Raymius.
- Maestro, creo que este rango no existe en la Armada Imperial.
- ¿Eh?- Raymius, dudó durante un segundo. Pero se rehizo admirablemente. - Pues ahora sí existe. No hay nada imposible para los profetas del Lado Oscuro.
- Claro Maestro, aunque hubiera sido más fácil nombrarme alferez, que es un rango que sí existe. - Susurró Ronin. Pero enseguida se envalentonó. - O incluso ascenderme a Teniente.
Raymius fingió no haberle escuchado.
- Ahora, arrodíllate aprendiz. - dijo con voz solemne. - Arremángate el brazo izquierdo y extiéndelo en alto.
Ronin se apresuró a obedecer, incapaz de predecir que iba a pasar a continuación. Raymius se concentró y todas las venas de su cuerpo se hincharon, sudando por el esfuerzo susurró una invocación en algún idioma ignoto al tiempo que extendía los brazos.
- Klaatu, barada, nikto.
Unos rayos morados surgieron de las puntas de los dedos del profeta oscuro e impactaron en el brazo izquierdo de Ronin. Un dolor intenso recorrió el cuerpo del piloto, pero se obligó a sí mismo a no gritar y a mantenerse firme. Poco a poco los rayos se desvanecieron.
Mientras Raymius recuperaba el aliento, Ronin se examinó la parte interior del antebrazo, pero allí donde esperaba encontrar una quemadura o algún otro tipo de herida, vio un pequeño tatuaje morado, compuesto por tres triángulos equiláteros que se unían en un único punto.
- Ya eres un miembro de la Orden Secreta del Emperador. - dijo Raymius exhausto - Un profeta del lado oscuro de primer rango. Bienvenido aprendiz.
La voz de Keyna resonó en su mente por última vez “Estás de mierda de bantha hasta el cuello, petardo”.
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