12/07/2020

Vigesimoprimera entrega del podcast: Esofagitis, Milagros y "eso".

 Vamos con un nuevo relato basado en mis desventuras médicas. ¡Vamos al lío!

VERSIÓN DE AUDIO:


VERSIÓN ESCRITA:

- Disculpe caballero. - me preguntó el recepcionista - ¿A donde va?
- A la consulta 303. - Respondí echando un rápido vistazo a mi volante.
- No. Le digo que a que servicio va.
- Pues al de caballeros, aunque no sé a que viene esa pregunta.
- Ya me tocó el gracioso.  - Masculló con resignación el recepcionista.  – Me refiero que si va usted a oftalmología, otorrinolaringología...
- Ah, lo siento, pensé que se refería a… Que digo que  voy a gastroentrastotonton…  a gastroentoritis…
- ¿Gastroenterología?
- Eso. - respondí aliviado chasqueando los dedos.
- ¿Código de agenda? - continuó el recepcionista.
- Disculpe. ¿Lo qué?
- Se dice “el qué” y no “lo qué”. - me replicó inmisericorde mi interrogador.
- Ah, vale. Me lo apunto, pero no sé de que agenda me habla.
- En el volante, tiene apuntado un código de agenda.
- Mmmm, déjeme ver. Aquí dice BGAS20.
- Vale, entonces tiene que ir a la consulta 303, en la tercera planta.
- ¿De verdad? - le repliqué en tono sarcástico. Me dí la vuelta, sin esperar respuesta por su parte y subí a la tercera planta.

Tras pasear un rato por los laberínticos pasillos del centro de salud, encontré la consulta 303. La puerta tenía dos carteles. El primero me resultó esclarecedor, pues decía así “Debido a un error, se han citado en esta consulta pacientes de dos agendas distintas. Los pacientes de la agenda BGAS20 serán atendidos aquí y los de la BGAS17, en la consulta 306”.

- Bueno. - murmuré para mí – supongo que eso explica el interrogatorio del recepcionista.

El segundo cartel me resulto más confuso “Saldremos a llamar. Por favor, no entre si no es llamado. Seguramente habrá un paciente dentro y podría ser usted”. Me dirigí algo confuso a sentarme en una de las sillas del pasillo, pensando en el posible significado del mensaje. No tenía claro de si el cartel me advertía del peligro de toparme con una versión alternativa mía malvada proveniente de un universo espejo, o si simplemente estaba redactado de una manera enrevesadamente confusa. Decidí, que se trataba de lo segundo.

Junto a mí se sentaban 6 pacientes más. Calculé que las citas llevaban retraso y que me quedaba por delante un largo rato de espera.

Una enfermera recorría el pasillo, llamando insistentemente.

- ¿Milagros? ¿Milagros Sanchez? - preguntaba incansable, casi a gritos - ¿Está aquí Milagros Sanchez?

Tras no obtener respuesta se marchó derrotada, a seguir su búsqueda por otros pasillos. Al cabo de un rato una mujer que se sentaba junto a mí, dijo sin dirigirse a nadie en particular.

- Madre mía, llevo aquí esperando desde ni se sabe y no salen a llamar a nadie. No hay derecho.
- Bueno, a nadie salvo a la tal Milagros. - aporté – Tiene guasa que para una persona que llaman, sea la única que no está.
- Yo me llamo Milagros. - Dijo la mujer y sin darme tiempo a decir nada. Se levantó y se marchó.

Me quedé con la boca abierta, mientras miraba a mi alrededor, pero el resto de la gente ni siquiera se inmutó. Así que decidí imitarlos.
Tras un rato, regresó la enfermera pero esta vez no buscaba a Milagros, sino que nos miró a todos y preguntó:

- A ver, ¿quienes de ustedes están citados por la agenda BGAS17?
- Yo estoy citado en la consulta 303. - respondió un paciente.
- La consulta, no. La agenda, en sus volantes hay escrito un número de agenda.
- Pues aquí dice…. Sí, aquí pone la 17.
- Usted y todos los que estén citados en la 17, que se vengan conmigo. Ha habido un error en la citación, y serán atendidos en la consulta 306.

Tras revisar sus volantes, todos mis compañeros de espera se levantaron y se marcharon con la enfermera, que los escoltó a la sala correcta, mientras se quejaba entre dientes de que nadie se hubiera leído el cartel de aviso. Poco después volvió y me miró con aire de desafío.

- ¿Y usted? - me espetó algo malhumorada.
- ¿Yo? - respondí con calma.
- Sí, usted. Para qué agenda está citado.
- Pues para la 20.
- ¿Seguro?
- Seguro.
- Vale, para qué hora está citado.
- Pues, para ahora. - dije mirando con elocuencia mi reloj.
- No, para que hora.
- Ahora mismo.
- Le digo que a que hora exactamente.
- Pues a ver. Según mi volante estoy citado a las diez. Según mi reloj son las diez, así que estoy citado ahora.

La enfermera se marchó resoplando, mientras me parecía escuchar un “listillo” apenas susurrado.

Quince minutos después se abrió la puerta de la consulta y una doctora de aspecto escuálido me miró.

- ¿Está usted citado aquí? - me preguntó al ver que no había nadie más esperando.
- Así es.
- ¿Es usted de la agenda 17?
- No doctora, soy de la 20.
- ¿Y a que hora está citado?
- Pues hace quince minutos.
- No. Le pregunto que a qué hora está citado.
- A las diez. Y según mi reloj son las diez y cuarto, así que…
- Ya, ya. - me interrumpió – Y usted se llama…
- Padawan.

La doctora recorrió con el dedo el listado de nombres sin encontrarme. Yo eché un ojo rápido a la lista.

- Mire, estoy ahí apuntado, el segundo de la lista, justo donde pone diez y cuar…
- Vale. - me volvió a cortar – Espere a que suene el timbre y pase.

Se dió la vuelta y entró en la consulta. Antes de que me cerrara la puerta en las narices, pude ver que la sala estaba vacía.

Tras otros diez minutos sonó el timbre. Me apresuré a entrar. La doctora me indicó con un gesto que me sentara. Tecleaba algo incesantemente en su ordenador, y de vez en cuando me echaba una mirada furtiva por encima de sus gafas de pasta. Finalmente, se dirigió a mí.

- ¿Padawan?
- Así me llamo.
- Ha venido a que le de los resultados de sus pruebas, ¿correcto?
- Correcto.
- Bueno, tranquilo, no tiene nada excesivamente malo.
- Menos mal.
- Tiene esofagitis.
- Vaya.
- Y duodenitis.
- ¿Y cistitis? - dije con sorna.
- ¿Qué?
- ¿Eh? Yo que sé, ha empezado usted.

Tras fulminarme con la mirada, continuó.

- Tiene que tomarse una pastilla de esomeprazol antes del desayuno y otra antes de la cena.
- Ah, claro.  - dije sonriendo como un lobo - Tengo que tomarme eso-meprazol para la eso-fagitis. ¿Y dígame, que me receta para la duo-denitis? ¿Duo-meprazol?
- Mire caballero. - me espetó con voz gélida, pero controlada.
- ¿Sí doctora? - dije transpirando inocencia.
- Váyase a hacer gárgaras.
- Bueno, bueno. Solo era una broma. A ver, ahora en serio, hasta cuando tengo que tomar…. Ya sabe... “eso”, quiero decir el esomeprazol.
- Por lo menos un par de meses. Ya le llamaremos para repetirle las pruebas y ver si el tratamiento es efectivo. Y ahora… ¡Fuera de mi consulta!

11/29/2020

Octavo entremés

Ya lo sé, hoy tocaba episodio del Escuadrón Delta. Pero la genial Pepita Parker me dió una genial idea para las aventuras del Doctor SoyMalote y su fiel esbirro Aigor, así que no he podido resistir la tentación de grabarlo y subirlo del tirón. Espero que lo disfrutéis.

Versión audio:

Versión escrita:

Medianoche en el castillo del Doctor SoyMalote.

- ¡Aigor!
- ¿Siii, Amo?
- Nuestra nueva jefa de Recursos Inhumanos, la señorita Frau Blücher quiere hablar contigo.
- Por supuesto Maestro. ¿Qué se le ofrece, ama Frau Blücher?
- ¡Aigor! ¡Esto es imperdonable! Según mis datos, su contrato se rige por el convenio de esbirros y lamebotas, lo que le otorga quince días de vacaciones al año.
- Correcto ama.
-  Según las normas de la empresa debe cogerse cinco días en Halloween, otro cinco en la Noche de Walpurgis y el resto puede colocarlos a su discreción. No puede acabar el plazo fiscal sin que haya usado todos los días que le quedan.
- Cierto, señorita Frau Blücher, pero...
- Sin embargo, está a punto de expirar el año y ¡usted aún no ha consumido esos días! ¿A qué es debido esa indisciplina?
- Es que no he podido cogerme ni un solo día, por necesidades del Proyecto, ama. Hemos ido de emergencia en emergencia y…
- ¡Qué incorrección! Debe usted cogerse todos los días que le restan, inmediatamente.
- Pero tengo quince días acumulados y solo faltan diez para que se cumpla el plazo.
- No hay problema, a partir de ahora sus días duran 5 horas, así que en las próximas 15 horas habrá usted consumido todas las vacaciones que le restan. Después de eso sus días volverán a durar las 24 horas preceptivas.
- Pe..pe...pero…
- Bwahahahaha!

11/22/2020

Séptimo entremés

 Seguimos con las desventuras del Doctor SoyMalote y su fiel esbirro Aigor, una vez más enfrentandose a la imposible hoja de requisitos de un nuevo proyecto.


VERSIÓN AUDIO:

 VERSIÓN TEXTO:

Medianoche en el castillo del Doctor SoyMalote.

- ¡Aigor! Uff, mejor hoy no grito mucho, menudo dolor de cabeza tengo.
- ¿Sí, amo?
- ¿Cómo va el desarrollo de la nueva arma que le encargué?
- Pues la verdad maestro, aún estoy tratando de descifrar la hoja de requisitos del proyecto. Tal vez podría usted ayudarme.
- Pero si está super claro. Yo mismo acordé las especificaciones con el cliente durante la reunión de ayer noche.
- Entonces eso explica, por qué los requisitos están escritos en una servilleta de bar. ¿Y estos son manchas de cerveza klingon?
- ¡Error total! Es cerveza romulana. Y haz el favor de centrarte. A ver, ¿qué es lo que no entiendes?
- Si descifro bien su letra, aquí dice que quiere un ¿“superarma, chupi guay de la megamuerte”?
- Es evidente que lo quiere el cliente es un arma de alta tecnología.
- Ya veo Maestro, pero es que luego pone que tiene que tener, y cito literalmente “un extra de... ¿brilli-brilli?”.
- ¡Estás tonto, Aigor! Claramente está pidiendo un arma que dispare rayos laser. Y que se vean bien los rayos, que sean de un color vivo.
- Claro Maestro. ¿De qué color los quiere? ¿Azul, verde, rojo?
- ¿Lo preguntas en serio Aigor?
- ¿Rojo, verdad Amo?
- Por supuesto, nosotros somos los malos.
- Y por último... ¿A qué se refiere con lo de “tiene que hacer pium, pium”?
- Es obvio, que quiere que haga un sonido molón al disparar Aigor. ¿Acaso no has aprendido nada en todos estos años que llevas a mi servicio?
- Sí Maestro. He aprendido a no asustarme de las especificaciones imposibles.
- No te pases de listo, Aigor. Y ya que estás mira a ver en si nuestro laboratorio maléfico tenemos alguna sustancia ultra secreta para combatir la resa… quiero decir, la jaqueca.
- Se refiere a que vaya a la farmacia más cercana a por un paracetamol, ¿verdad Amo?
- De verdad Aigor, que le quitas toda la gracia al asunto de ser un científico loco.

10/24/2020

Escuadrón Delta: Episodio XI

 ¿Se puede mezclar las pelis de Star Wars con la serie Cobra Kai? Es posible que no, pero eso no me ha impedido intentarlo. Gracias a Pepita Parker, Paula, Jontxu, Juan M. V. y DarkCrow por su colaboración.

Versión de audio:


Versión escrita:

Ronin avanzaba renqueante por los pasillos del Nexu. Tras doce horas sumergido en un tanque de bacta se sentía entumecido. Los entrenamientos de Raymius le habían machacado tanto, que 2-1B el droide médico, no solo le había sometido a un estricto tratamiento, sino que le había asignado un droide asistente para que supervisara su recuperación. De nada le había servido al piloto sus enérgicas protestas, el pequeño droide médico revoloteaba a su alrededor implacable.

- Señor, le han recomendado reposo. No debería estar por ahí paseando.
- Mira A-Zeta-No se qué.
- A-Z-I-8736120. - le corrigió el diminuto droide, por enésima vez.
- Demasiado largo, a partir de ahora te llamaré Zeta.
- Como desee señor, aunque no entiendo la afición de los seres orgánicos por abreviar mi nombre. ¡Si es muy fácil de recordar!
- Lo que tú digas. La cuestión Zeta, es que me he pasado un día entero encerrado en un tubo.
- Solo ha estado doce horas.
- Lo que sea. Pero necesito moverme.

Zeta siguió revoloteando alrededor de Ronin. Se trataba de un antiguo droide médico, perteneciente a las guerras clon. Era pequeño, de menos de un metro de alto, con una cabeza alargada hacia los lados, en forma de martillo. Los fotorreceptores oculares eran de un color verde claro, poseía dos delicados aunque precisos brazos y en lugar de piernas contaba con dos pequeños repulsores redondos que le llevaban flotando a todas partes. Adosada a su espalda, llevaba una mochila, repleta de suministros médicos.

Pese a haber sido un modelo muy popular entre las tropas clon, había caído en desuso ante los nuevos droides médicos imperiales. Y ya solo los utilizaban en naves anticuadas como el Nexu, en funciones de enfermería o asistentes.

Ronin siguió caminando por los pasillos del Nexu y por un momento tuvo un déjà vu. La ultima vez que había deambulado a solas por la nave, había acabado teniendo una charla surrealista con un mono lagarto kawakiano. Aún no había logrado averiguar si aquello había sido real o no. Todo apuntaba a que había sido un delirio formado por su cerebro dañado, sin embargo su instinto le decía otra cosa.  Un sonido lejano y familiar interrumpió sus pensamientos.

- ¿Qué es eso? - preguntó Zeta alarmado – Suena como a…
- Combate. - le interrumpió Ronin – Cuerpo a cuerpo… ¿espadas? - dijo inseguro.

Ronin avanzó rápidamente en busca del origen del sonido.

- Lo más recomendable en su estado, es huir de los conflictos. - le advirtió Zeta. - No correr hacia ellos.

Pero el piloto no le hizo caso y ambos siguieron avanzando. Finalmente llegaron al gimnasio del Nexu. Todos los aparatos de ejercicio habían sido desplazados hacia los laterales de la sala. En el centro había un gran tatami cuadrado, alrededor del cual estaban sentados todos los oficiales de la nave. En el centro del cuadrilátero estaban de pie los tenientes Logan y Teller, los jefes de los escuadrones Omicron y Épsilon respectivamente. Cada uno portaba una espada de entrenamiento. Estas tenían los filos embotados, para evitar heridas fatales.

Los contendientes se vigilaban estáticos, buscando un hueco en la guardia del contrario, de vez en cuando uno de los dos lanzaba una estocada.
- Vas a caer. - dijo Teller.
- Ni lo sueñes. - replicó Logan.

Ambos pilotos siguieron intercambiando ataques, pero estaban bastante igualados y no había un claro dominador. Ronin estudió a los presentes y divisó a Keyna sentada en uno de los vértices del cuadrilátero. El piloto fué hacia allí y se sentó detrás de ella.

- ¿Ya te han dejado salir de la enfermería? - le preguntó la teniente al verle.
- Claro. - mintió Ronin.
- Más bien se ha escapado. - aportó Zeta.
- Nadie te ha preguntado. - le increpó el piloto, algo molesto. Pero en seguida le pudo la curiosidad. - ¿Se puede saber a que viene todo esto?
- Otra de las brillantes ideas del Comandante. - resopló Keyna – Dice que aprender el arte de la espada, fortalece el carácter y mejora la disciplina de los oficiales. Pero entre tú y yo, esto tiene mucho más que ver con el torneo anual de esgrima, entre los la Armada Imperial y el Ejercito de Tierra.
- ¿Hay una competición entre ramas del ejercito? - se sorprendió Ronin.
- Sí. La misma que llevamos tres años seguidos perdiendo.
- Ya veo. Así que esta vez os han puesto a entrenar de lo lindo, ¿eh?
- Exacto.
- ¿Y como lleva el entrenamiento jefa ?
- ¿Tú que crees? - replicó Keyna con enfado – Es la primera vez que participio, no he cogido una espada en mi vida. Lo mío es pilotar cazas, y si hay que combatir en persona, confío en un buen blaster.
- Ya bueno, la espada es un arma noble para tiempos más civilizados.
- Claro. - resopló la teniente – Tu eres mandaloriano. Seguro que tu madre te enseñó a esgrima desde niño.
- Ojalá dejarais todos de decir eso. - se quejó Ronin – Solo soy mandaloriano a medias. Mi padre es de Alderaan, un mundo totalmente pacifista. Además, mi madre no perdía el tiempo haciéndome jugar con espadas. Ella es de las que saludan con un rifle blaster y te despiden con un lanzagranadas.
- Creo que tu madre me caería bien.

Un aplauso les interrumpió, Teller había conseguido asestar un buen golpe a su adversario.

- ¡Has caido! - se ufanó el piloto. - Sabía que podía vencerte.
- Yo te vencí en el combate anterior. - le recordó Logan con tranquilidad - ¿Desempatamos?
- ¡Por supuesto! - se animó Teller.

Pero en ese momento un alienígena con pinta de demonio les interrumpió.

- Suficiente. - dijo el ser con voz estentórea - Los siguientes en combatir son el teniente Brenson y la teniente Keyna.
- ¿Quién demonios? - susurró Ronin algo asustado.
- Es el nuevo profesor de esgrima. El maestro Kreese, de la escuela de combate “Rancor Furioso”.

El instructor medía casi dos metros y era bastante musculoso. Su piel era roja, carecía de pelo, dos grandes cuernos brotaban de su cabeza, ojos amarillentos, con dientes largos y afilados. Parecía surgido de una pesadilla. Keyna vió la expresión de miedo de Ronin.

- ¿Qué pasa, nunca has visto a un devaroniano?
- ¿Eh? Aaaah, sí, por supuesto que sí, solo que nunca desde tan cerca.
- ¿Tienes miedo?
- ¿Yo? No que va, pero Zeta se ha asustado.
El androide se revolvió ofendido.
- Pero señor, le aseguro que...
- Sí, seguro. - les interrumpió ella con tono burlón.
- Teniente Keyna. Cuando esté lista. - dijo el devoraniano.
- Bantha Podoo. - se quejó la piloto - Brenson tiene mucha más experiencia en esto que yo.
- Experiencia en perder, quieres decir. - trató de animarla Ronin. - Has dicho que llevan  tres años perdiendo frente al ejercito, ¿no? No puede ser muy bueno.

Keyna se levantó, aferrando con fuerza su espada.

- Relaje esa mano jefa, y coja la empuñadura de más arriba. - susurró Ronin.
- ¿No has dicho que no sabías nada de esgrima? - protestó, aunque siguió sus consejos.
- He dicho que mi madre no se molesta con estas tonterías. Pero mi padre me enseñó lo básico.
- ¿No has dicho que es un pacifista?
- Sí, pero practicaba la esgrima como deporte. Él si cree que aporta disciplina y equilibrio.

Brenson se impacientaba en el tatami.

- ¡Vamos! ¡Que no tengo todo el día!

Keyna se acercó al centro del tatami. Ambos contendientes se estudiaron mutuamente.

- Vas a caer. - dijo Brenson con tono intimidatorio.
- Eres tú quien va morder el polvo. - respondió Keyna desafiante.
- ¡Alumnos! - gritó el intructor. - ¿Cuales son las reglas de combate del Rancor Furioso?
- ¡Golpea primero, golpea fuerte, sin piedad! - respondieron todos los alumnos a la vez.
- ¡A combatir! - gritó el devoraniano.

Ambos contendientes lanzaron sendas estocadas, pero Brenson fué más rápido y su espada golpeó a Keyna en el hombro. La teniente gruñó de dolor, pero no gritó ni soltó la espada.

- Punto para el lider alpha. - dijo el maestro Kreese satisfecho.

Los luchadores volvieron a ponerse en posición. Esta vez Keyna fué más rápida, pero Brenson previó su estocada y la esquivó fácilmente. Siguieron intercambiando ataques. Ronin los observaba atentamente, estaba claro que Keyna tenía talento, pero le faltaba experiencia. Brenson se aprovechó de eso y pudo desarmar a Keyna de una estocada.

- Remátela señor Brenson. - le animó Kreese.

Este lanzó un golpe brutal, que Keyna esquivó saltando hacia atrás, aunque para ello salió del tatami.

- No está permitido abandonar el campo de combate. - gruñó el instructor – Punto para el señor Brenson.

Ronin se incorporó como un resorte, aunque estuvo a punto de caerse, pues un repentino mareo le embargó.

- Señor, debe reposar. - le insisitió Zeta.
- No te preocupes. No voy a pelear.

Se acercó rápidamente a Keyna.

- Vuelve a sentarte. - le ordenó la lider Delta cuando lo vió acercarse tambaleante. - No te preocupes, esta vez voy a derrotarle.
- Así no lo conseguirá. - replicó el piloto – Olvide todo eso de pegar primero y todas esas chorradas.
- ¡Usted! - gritó Kreese – Vuelva a su sitio.
- ¡Lárgate! - asintió Brenson . - Esto es solo para oficiales, no para sub lo que sea.

Ronin los ignoró a ambos.

- Debes luchar igual que pilotas.  - insistió – Concéntrate en el momento. Siente, no pienses, usa tu instinto.
- ¿En serio? - replicó Keyna – Dejaté de chorradas místicas y dime algo que me sirva.
- Olvidese de atacar primero. Brenson baja la punta de la espada justo antes de lanzar un ataque de fondo. En ese momento deja desprotegido su flanco. Cuando vea que baja la punta, de un paso lateral a la izquierda, lanze un golpe con todas sus fuerzas a las costillas y le garantizo que caerá.

El devoraniano, se acercó y empujó a Ronin, el cual cayó al suelo como un fardo. Zeta fué volando a auxiliarle.

- Le he advertido que volviera a su sitio. - rugió Kreese. Se volvió hacia Keyna. -  Y usted a combatir.

Keyna le lanzó una mirada de odio, pero no dijo nada y se volvió hacia Brenson. Esta vez iba a derrotarlo.

- Siente, no pienses. - susurró la lider Delta.
- Utiliza tu instinto. - susurró Ronin.

El duelo se reanudó. Brenson lanzaba ataques rápidos, pero su oponente se mantuvo a la defensiva y no le dejó ningún hueco. El lider alpha decidió atacar con todo y entonces Keyna vió como bajaba la punta de su espada. Hizo justo lo que Ronin le había recomendado, dió el paso lateral y lanzó el golpe al costado de Brenson, quien cayó al suelo abrazándose las costillas.

El instructor de esgrima se acercó a Keyna con mal disimulado enfado.

- Teniente, ¿a que ha venido esa táctica defensiva y ese golpe rastrero? Esa no es la técnica de combate que se espera de un miembro de los Rancor Furiosos.
- Desde luego que no. - replicó la lider Delta con orgullo.  – Es la técnica de los pacifistas de Alderaan. Y lo cierto es que funciona.

Keyna se volvió hacia Ronin, para ayudarle a levantarse del suelo.

- Arriba vago. Te llevo de vuelta a la enfermería.

El devoraniano los vió alejarse, mientras murmuraba.

- Esto no quedará así, desde luego que no. 


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Una imagen del maestro Kreese del Rancor furioso marcando abdominales (presumido)




9/24/2020

Sexto entremés

 Y después de un par de meses de silencio, volvemos con un entremés, ligerito y de fácil digestión. Espero empezar a coger un mejor ritmo en breve,


Como siempre, versión audio


Versión escrita:

Medianoche en el castillo del Doctor Soymalote.

- ¡Aigor!
- ¿Sí maestro?
- Nuestro cliente, el Profesor Maléfico. No está satisfecho con los androides letales/bailongos que le hemos proporcionado. Dice que no funcionan bien.
- Que extraño, amo. Los revisé personalmente. ¿Qué es exactamente lo que no funciona?
- ¿Cómo voy a saberlo? ¡Tú arréglalos!
- Pero maestro, no puedo arreglarlos si no sé que es lo que falla.
- ¡Está bien! Hablaré con el cliente, para saber que es lo que no funciona. ¡Si es que al final, lo tengo que hacer yo todo!

Dos noches más tarde.

- Ya he hablado con el cliente. Dice que los ojos de los androides no encajan bien en sus cabezas.
- Pero eso es imposible. Los ensamblé con mis propias manos y todo encajaba perfectamente.
- Puedes comprobarlo tú mismo, nos ha enviado uno de los droides para que lo examinemos.
- Déjeme ver, maestro. Mmmmm, pero, pero estos no son los ojos cibernéticos que yo instalé, los ha cambiado por otros y de distinto tamaño, por eso no encajan bien.
- Qué extraño. Hablaré con el Profesor Maléfico.

A la noche siguiente.

- ¡Aigor! Que dice el cliente que cambió los ojos, porque los que tú pusiste carecen de visión nocturna. Y que para él es fundamental esa funcionalidad.
- Pero eso no es cierto, Amo. Nuestros droides cuentan con ojos multiespectrales. Pueden ver en una oscuridad casi completa.
- Error total. Lo he probado con el cliente y he visto que se quedan cegatos con poca luz.
- Mire, solo tiene que seleccionar en el menú administración del androide, la opción visión infrarroja. O mejor aún, seleccionar auto detección y  los ojos se adaptan a cualquier tipo de iluminación en cuestión de nanosegundos.
- ¿Y cómo demonios íbamos a saber eso, Aigor?
- Pues leyendo el manual de instrucciones que entregamos con los androides, amo.
- ¿Manual de instrucciones?
- Ya sabe, ese que nadie se lee, pero que usted me obliga a incluir en todos nuestros productos. ¿Se acuerda, verdad maestro?
- Te lo digo siempre Aigor, no te pases de listillo.

6/25/2020

Escuadrón Delta: Episodio X

Nueva entrega de nuestro escuadrón de Imperiales favorito.

Versión de audio:

Versión escrita:

Ronin caminaba lentamente por los desiertos pasillos del Nexu. Los pensamientos zumbaban tan velozmente por su mente, que le resultaba prácticamente imposible retenerlos. Un latigazo de dolor le recorrió la espalda y el piloto tuvo que esforzarse en no gritar. El entrenamiento al que le estaba sometiendo Raymius para mejorar su control de la Fuerza era duro y tenía una tolerancia cero con los errores.

- Cada error debe ser una lección aprendida. - le había dicho el profeta oscuro -y debo asegurarme de que no olvides ninguna.

El dolor fue remitiendo y Ronin siguió avanzando. Los pasillos de las naves imperiales eran tan monótonos y enormes como las llanuras desérticas de Tatooine o los campos de lava de Nevarro. Al cabo de un rato le resultaron totalmente indistinguibles unos de otros. “¿Ya he pasado por aquí? - se preguntó extrañado – ¿Y donde demonios está todo el mundo?”. Se asomaba a cada intersección, con la esperanza de ver algo que le indicara donde estaba, pero todo era exactamente igual. Pasillos interminables hasta donde alcanzaba la vista, sin el menor signo distintivo que los diferenciara.

“Solo tengo que encontrar al sargento de guardia. - se dijo para animarse. - Él podrá indicarme el camino.” Pero no lograba encontrarlo, ningún ser vivo a la vista, ni tan siquiera un mísero droide MSE. Hubiera dado lo que fuera por encontrar aunque solo fuera una de esos diminutos droides ratón.

Otra rampa de dolor surgió desde el hombro izquierdo hasta la cadera derecha.

- ¿Me temes? - le había preguntado Raymius durante uno de los entrenamientos.
- No. - había mentido Ronin con un gruñido.
- ¿Me odias?
- No. - volvió a responder Ronin, pero esta vez no estaba seguro de si mentía.
- Deberías odiarme. Es tu odio, lo que te volverá poderoso. El miedo, la ira y el odio… Debes convertir estos sentimientos en pasiones. Pues con la pasión ganas fuerza, con la fuerza obtienes poder, y a través de este, la victoria.

Siguió renqueando por los pasillos, cuando escuchó un extraño sonido en la lejanía. Parecía algún tipo de risa alienada y desagradable. Trató de acelerar para ir a su encuentro, pero a pesar de correr lo rápido que pudo, no logró avanzar más deprisa. Intentó orientarse desesperadamente, cada vez que torcía una esquina, creía que iba a encontrar la fuente del sonido, pero fracasaba una y otra vez.

Finalmente se derrumbó cansado y dolorido en una intersección. Apoyó la frente sobre un frío mamparo metálico del pasillo y cerró los ojos.

- ¿Ya te has rendido? - dijo una voz aguda y desagradable junto a su oído.

Ronin abrió los ojos sorprendido. Encaramado a su hombro estaba un diminuto mono-lagarto kowakiano. Tenía una boca desproporcionadamente grande para su pequeña cabeza, los ojos amarillentos, enanos y demasiado juntos, sobre los cuales crecía una mata de pelo ralo y desaliñado. Sus extremidades eran alargadas y huesudas, acabadas en pequeñas garras que se clavaban inmisericordes en el hombro y la espalda de Ronin. Una larga y desgarbada cola remataba el conjunto.

Ronin le lanzó un manotazo furioso, pero la criatura lo esquivó sin problema. Al menos había conseguido que se bajara de su hombro.

- ¿Es esa forma de tratar a tu totem? - le espetó la hórrida criatura al piloto.
- ¿Qué?... Espera, ¿desde cuando los monos-lagarto kowakianos hablan? - acertó a preguntar el sorprendido piloto. Hasta donde él sabía, estas criaturas no eran inteligentes. Los usaban como mascotas en ciertas partes de la galaxia y en otras… como comida.
- Soy un totem o si lo prefieres, un guía espritual animal. - respondió la criatura como si eso lo explicara todo. Pero al ver que Ronin lo miraba con evidente confusión en la mirada, continuó su explicación, con tono resignado- ¿Es que tu maestro no te ha enseñado nada? Soy una manifestación de la Fuerza Viva. Una pequeña porción del gran poder que une la galaxia, que toma forma definida. O a lo mejor soy una  simple alucinación de tu cerebro de bantha, producida por el exceso de cerveza coreliana. ¡Oye! A lo mejor estás en tu litera, inconsciente, babeando y delirando. ¿Quién sabe? Quédate con la explicación que más te convenza.

Ronin trató de concentrarse, pero una terrible jaqueca parecía empeñada en taladrarle la cabeza.

- ¿Acaso me estoy volviendo loco? - gimió el piloto.
- Es posible, es posible. - replicó el kowakiano. - Pero hagamos una cosa, por tu bien vamos a fingir que no soy un simple delirio y que realmente soy un totem de la Fuerza. ¿de acuerdo?
- Está bien. ¿Pero que demonios es un totem?
- Ya te lo he dicho. -  dijo la criatura con impaciencia – Soy una manifestación de la Fuerza. Una pequeña porción de la misma que asume una forma definida para actuar como una especie de guía espiritual.
- ¿Y por qué has asumido esta forma?
- Eso es culpa tuya. - replicó con mal disimulada ira – Si fueras un paladín de la luz, yo sería un majestuoso lobo de Lothal o al menos un astuto gato. Si fueras alguien inteligente y bondadoso, yo habría adquirido la forma de un convor, ya sabes uno de esos magníficos pájaros que representan la sabiduría. Si fueras un fiero guerrero del Lado Oscuro, yo asumiría la forma de un terrible Terentatek o por lo menos de un gran gundark, puede que incluso un imponente rancor. Pero no eres más que un pedorro, y me tengo que conformar con esta forma ridícula. Muchas gracias, por cierto. - terminó con tono sarcástico.
- Lo siento. ¿Entonces todos los portadores de la Fuerza tienen un totem?
- ¿Portador de la Fuerza? ¿Tú? - dijo el kowakiano casi escupiendo las palabras – Si acaso eres un simple usuario y date con un canto en los dientes. Y no, no todos lo tienen. A veces un totem se manifiesta ante alguien con un gran destino, ya sea portador de la Fuerza o no, para ayudarle a cumplirlo. Pero no te hagas ilusiones, que ese no es tu caso. Ni los antiguos maestros jedi, ni los lores del sith se hubieran molestado en tocarte ni siquiera usando un báculo de dos metros.
- Si eso es cierto, ¿por que Raymius me reclutó? ¿Por qué estás tú aquí? Algo importante debo de tener - replicó Ronin con orgullo.
- No te des aires de importancia. Raymius te reclutó porque su orden necesita carne de cañón. Cogen gente con una leve conexión con la Fuerza, no sea que se hagan demasiado poderosos, les dan un entrenamiento básico y venga, a luchar y morir por el Imperio. Venga, en el fondo sabes que lo que digo es cierto.
- Ya. - respondió Ronin, quien de repente veía confirmados sus más profundos temores.
- Y en cuanto a mí. Bueno, digamos que a la Fuerza a veces le da por ayudar a los pedorros. Y la galaxia sabe que tú necesitas mucha, pero que mucha ayuda.
- ¿Por qué la fuerza iba a ayudar a alguien como yo?
- ¿Quién sabe? La Fuerza es por definición inefable.
- ¿Inequé?….
- Déjalo, podría pasarme días tratando de explicártelo y no lo pillarías. Vamos a decir que el universo tiene sentido del humor, o si lo prefieres que actúa de formas misteriosas. Mira, lo que he venido a decirte, y esto es lo realmente importante, es que te van a ofrecer dos caminos… - el mono lagarto hizo una breve pausa y continuó con un susurro -  o te los ofrecerán si sobrevives a lo que está por venir.
- ¿Qué has dicho?
- Un camino podría llevarte hacia la noble luz – siguió el mono ignorándole - y el otro te llevará a una seductora aunque siniestra oscuridad.  Un totem poderoso te daría algún consejo para que te decantaras por uno u otro camino, o te diría que eligieras sabiamente. Pero yo te digo, que también podrías crear tu propia senda y al destino que lo zurzan. No todo ha de ser blanco o negro, ¿sabes?
- ¿Qué clase de consejo es ese?
- Bueno ya sabes. Solo soy una proyección de la Fuerza moldeada por tu personalidad, o una alucinación debida al exceso de bebercio y un leve trauma cerebral producido tras tu último entrenamiento con Raymius.

La cabeza de Ronin fué atravesada por un dolor agudo y todo empezó a darle vueltas.

- ¡Recuerda! - le gritó la cada vez más lejana voz del totem -No eres ni un gran héroe, ni un terrible villano. ¡Así que pasa del destino y labra tu propia senda!

Sintió que caía a través de un gran abismo y de repente chocó contra el suelo.

- ¡Ouch! - gritó Ronin de dolor.
- ¿Se encuentra bien, subteniente? - le preguntó una voz robótica.

El piloto trató de levantarse sin éxito del suelo. Miró confuso a su alrededor. Al principio le costó trabajo enfocar la vista, el dolor seguía taladrándole la cabeza, pero finalmente supo donde estaba. Distinguió las inconfundibles estancias médicas del Nexu. Un androide médico, modelo 2B, le ayudó a subirse a una camilla y le obligó a tumbarse en ella.

- Ha sufrido un leve trauma cerebral. - dijo en droide con desapasionada precisión mecánica. - ¿Qué es lo último que recuerda?
- Estaba en un pasillo de la nave hablando con un kawakiano, especialmente impertinente. - dijo el piloto aún confuso.
- Los monos lagarto kawakianos no tienen la capacidad de hablar. - replicó el androide – Y aunque la tuvieran eso no les convertiría en seres inteligentes. Sin duda ha tenido un mal sueño o ha sufrido una alucinación. Hablaré con su jefe de escuadrón, para que le aparte por ahora de las misiones. Recomendaré al menos una semana de reposo.

El droide se alejó mientras Ronin, se sumía en un oscuro sueño, en el que una voz chillona le gritaba algo en la lejanía.

-¡Espabila pedorro!

6/14/2020

Veinteava entrega del podcast: La asamblea de las matemáticas

Hola a todos, seguimos con las colaboraciones, esta vez contamos con un relato de Jaime Padín,  quien además de escribir estupendos relatos, está embarcado en un proyecto personal de acercar la electricidad a un hospital, una escuela de formación profesional agraria y tres internaddos en la comunidad rural de Natete-Netia, en la provincia de Nampula, al norte de Mozambique. Si queréis saber más de esta fantástica iniciativa, por favor pasad por su blog cualquierotracosa.es, no dejéis de echarle un vistazo porque realmente merece la pena.

Gracias a todos los que han colaborado con sus voces: DarkCrow, Paula, Raquel, Mario, Álvaro, Juan M. V., Dulcinea del Toboso y Pepita Parker.

Versión de audio:

Versión escrita:

– Señores, señores, por favor, tengan la bondad. Les ruego un poco de silencio.
Miembros del álgebra, la aritmética y el cálculo habían acudido de todos los rincones del mundo a
la asamblea. Había una gran expectación y, por qué no decirlo, preocupación por el tema que allí se
trataba: el progresivo crecimiento del número π y sus fatales consecuencias para el universo
matemático.
–Tiene la palabra la interrogación –continuó diciendo el presidente.
–Con la venia –contestó cortésmente la interrogación–. Que nuestro colega π padece un
sobredimensionamiento y que eso conlleva un gran peligro es algo evidente, sinceramente, no creo
que debamos seguir perdiendo más tiempo en este punto. Lo que realmente nos tenemos que
preguntar es: ¿Podemos hacer algo para corregirlo? ¿Existe alguna solución para este problema?
–Me temo que ninguna –respondió el signo menos-. Llevamos todo el día debatiendo y no
encontramos ninguna solución. π no hace nada más que crecer y crecer, y así seguirá hasta que
explote y nos arrastre a todos con él. Asumámoslo ¡Será el fin de las matemáticas!
–Seguro que hay una solución –replicó el signo más–, es más, ¡Tiene que haber una solución! Lo
único que tenemos que hacer es encontrarla.
–De nada sirve perseguir quimeras -dijo la división-. Propongo que aquellos que estén de acuerdo
con el signo más continúen con el debate y el resto abandonemos la asamblea.
–¡Discrepo! –exclamó la multiplicación-. Ante un problema como éste debemos permanecer unidos,
al fin y al cabo, es un asunto que nos afecta a todos.
–Caballeros, caballeros, por favor –dijo el signo igual–. Llevamos todo el día discutiendo sobre el
futuro de nuestro colega y todavía no le hemos oído pronunciarse. Considero que, como cualquiera
de nosotros, tiene derecho a dar su opinión.
–El signo igual tiene razón, por favor señor π, tenga usted la bondad –dijo el Presidente señalando
el estrado.
π, que hasta aquel momento había permanecido fuera de la sala asomando la cabeza por la puerta,
se dirigió muy lentamente hacia el atril, arrastrando pesadamente su cuerpo sobre una alfombra roja
que con cada paso desaparecía bajo sus pies Apenas asomaba por la puerta una parte minúscula de
sí mismo cuando ya había ocupado prácticamente toda la tarima. El sudor de su frente, sus mejillas
sonrojadas y la respiración entrecortada delataban el gran esfuerzo que aquella peregrinación había
supuesto para él. Sus costuras, tensas y muy forzadas, amenazaban con ceder en cualquier
momento.
–Señor Presidente, estimados colegas –comenzó a decir π todavía jadeante–. Siento mucho ser el
foco de sus preocupaciones. Nací siendo un 3, fruto de la relación entre una circunferencia y su
diámetro. Era un poquito más grande que los 3 de mi edad, pero eso en principio no supuso ningún
problema. Con el tiempo pasé de ser un 3, a ser un 3’1416, luego un 3’1415926, más tarde un
3’14159265359 y así hasta los más de 2,7 billones de dígitos que actualmente me siguen y me
persiguen. Comprendo la preocupación de los miembros de la asamblea, pues a este ritmo habrá
más números en mi interior que en todo el universo matemático y mi desbordamiento provocaría un
hecatombe en las ciencias sin parangón, pero les aseguro que no soy capaz de controlarlo, y
créanme que lo he intentado. La dieta del redondeo no me ha funcionado, y la realidad es que sigo
creciendo y creciendo sin control. Sinceramente, no sé qué hacer para repeler las cifras, y créanme
que lo intento.
Aquellas palabras acompañadas de las lágrimas que comenzaron a brotar de sus ojos enmudecieron
el auditorio. El crecimiento de π preocupaba a los asistentes, pero π no era un mal número y todos
lo sabían. Quien más o quien menos todos los allí presentes habían formado parte de una forma o de
otra en algún problema sin resolver y eran conscientes de la frustración que eso suponía.
Tras unos minutos en silencio finalmente el presidente tomó de nuevo la palabra.
–Caballeros, me temo que nos encontramos entonces en el mismo punto que cuando comenzamos
esta reunión. Con un gran problema y ninguna solución. Es inútil que sigamos alargando por más
tiempo esta asamblea. Como dice nuestro colega el signo menos no nos va a quedar más remedio
que asumirlo, las matemáticas están perdidas. Así que si nadie tiene nada más que añadir…
–Un portero – se escuchó decir desde el fondo del hemiciclo.
Todos los asistentes se giraron buscando el origen de aquellas palabras.
–Sí, un portero –repitió tímidamente un joven que se hallaba sentado en una esquina en la última
fila. Era el número e que hasta aquel momento había permanecido callado, escuchando los
razonamientos de sus colegas más veteranos. Comprendía mejor que nadie la trascendencia del
asunto pues, si bien en menor medida, compartía el mismo problema que su colega -. Si lo que π
quiere es no dejar entrar a nadie sin su permiso, lo que tenemos que hacer es poner un portero que
controle el acceso.
Un murmullo generalizado se escuchó en la sala.
–¿Poner un portero al número π? Eso es absurdo –replicó el signo menos.
–Efectivamente –contestó e–, es una idea absurda, pero si con la lógica no hemos sido capaces de
encontrar una solución al problema de π, tal vez ponerle un portero funcione, al fin y al cabo π no
deja de ser un número irracional, ¿y hay algo más irracional que ponerle un portero a un número?
Tras unos minutos debatiendo la propuesta finalmente la asamblea acordó, quizás más por
cansancio que por convicción, ponerla en práctica. Podría ser una idea absurda, pero era la única
idea que tenían y antes que no hacer nada para resolver el problema prefirieron hacer cualquier otra
cosa.
A la mañana siguiente entró en vigor el derecho de admisión para el número π. Nombraron portero
al punto, el cual, situado al final de π, ejercía con gran celo su trabajo, impidiendo el paso a ninguna
cifra sin invitación. Y aquella idea funcionó. π dejó de crecer sin control y las matemáticas se
salvaron de su particular cataclismo.
Hay veces que las ideas más absurdas son precisamente las que mejor funcionan, y de la misma
manera que con un punto se terminó el problema, también con un punto finaliza esta historia.

5/31/2020

Decimo novena entrega del podcast: El taxidermista y el otro taxidermista

Hola a todos. Hoy contamos con otra colaboración, aunque no de la sección infantil. Se trata de dos historias enviadas por Laura, a quien le agradezco mucho que me las haya enviado.

Son historias algo oscuras y sombrías. Así que sin más, os dejo con: "El taxidermista" y "El otro taxidermista".

Versión Audio:

5/10/2020

Decimo octava entrega del podcast: Un paseo por la selva

Hoy estrenamos la sección jóvenes autores, aunque como decía el mítico anuncio: jóvenes aunque sobradamente preparados. Paula, una jovencísima seguidora de mi humilde podcast, me ha enviado esta fantástica historia de aventuras apta para toda la familia. Espero que la disfrutéis.

Versión de audio:


Versión escrita:

Era una familia en Costa Rica. Estaba compuesta por 3 hijos y los padres (que eran unos excursionistas entusiastas). A menudo dejaban solos a sus hijos en casa y se iban de excursión durante varios días. Jane tenía 17 años y Jerónimo y Julia 6 cada uno.
Hace ya un par de días los padres de Jane y los mellizos se fueron de expedición a una selva. No estaban preocupados pues ya les habían avisado de que la excursión duraría más de lo normal. Su día a día era soberanamente aburrido: 


Se levantaban a las 8:00, se vestían, desayunaban, se lavaban los dientes y preparaban la mochila, porque, aunque no estuvieran con sus padres seguía habiendo cole. Después de clase volvían a casa y hacían los deberes. Veían las noticias y cenaban. Por último, leían un rato y se iban a dormir. 


Llegó el 3º día y Jane decidió llamar a sus padres, no contestaron, lo mismo hizo el 4º día y lo mismo el 5º. Se asustó mucho y decidió iniciar una geolocalización. No hubo éxito. Entonces decidió ir ella misma a la selva a buscarlos. 


Al día siguiente Jane llevó a Julia y Jero al piso de la abuela, volvió a casa, les hizo las maletas para que pasasen allí el finde y regresó a donde la abuela. Jane no les había contado nada a los mellizos, pero a la abuela, que era un poco desastre se le había escapado alguna cosa del viaje secreto de Jane: 


- ¡Jane! - exclamaron Jerónimo y Julia en el mismo instante que Jane entraba por la puerta - No vas a ir sola, nosotros vamos contigo -.
- ¿A dónde? - disimuló Jane mientras le echaba una mirada asesina a la abuela. 


Los niños se dieron cuenta de aquella mirada escalofriante e insistieron: 


- Porfa, porfa, porfa - suplicaron.
Y, claro, no podía prohibírselo.
- Vale, vamos a casa, que hay que preparar más provisiones- dijo enfadada pues no quería poner en peligro a sus hermanos. 


Y ahí empieza a su aventura: 


- Julia, coge todo lo que haya en la despensa y Jero, tu coge agua, sabanas y la tienda de campaña – se le oyó decir a Jane a los 4 vientos mientras cogía los cepillos de dientes.
- Si señora- contestaron sus hermanos entre el miedo y la ilusión. 


Partieron a la hora de la siesta, cosa que el vecino maldijo mucho pues Jane, que tenía prisa por salir, gritaba: 


- Vamos, vamos, vamos, que perdemos el avión- les decía continuamente a los mellizos.
- Ya vamos, tranquila- insistían.
Así que se subieron al taxi y marcharon hacia el aeropuerto. 


Una vez allí, Jane pagó al taxista y a toda prisa entraron en el edificio sin siquiera mirar por dónde. Cuando se enteraron de donde se habían metido, se pusieron rojos de vergüenza (salvo Jerónimo) porque estaban en el baño de los chicos. Tan pronto como entraron, salieron. 


Esta vez entraron por donde debían. Empacaron maletas, aunque les costó la vida pasar la comida e hicieron los tramites. Una vez subidos al avión les sirvieron una merendita y despegaron.
Llegaron tarde, como a las 10:00 de la noche. Pero aun así cogieron el autobús y buscaron un guía para no perderse en la selva. No les costó mucho y emprendieron la marcha casi en seguida. 


Entraron en la selva. Al principio, no era densa, pero a medida que avanzaban las plantas tenían cada vez más follaje: 


- Jane, ¿has cogido el antimosquitos? - preguntó Jerónimo.
- Pues claro que si tonto-lava. – dijo – Pero te lo has acabado ya.
- Es verdad, lo siento – dijo Jero fingiendo que lo lamentaba. 


Continuaron caminando un par de horas más. Los mosquitos parecían cada vez más numerosos y hasta estaban algo mareados por las picaduras de araña que habían recibido en los tobillos. 


Se hicieron las 12:30 y decidieron descansar. El guía recomendó dormir en un claro: 


-Lo más seguro es dormir en un claro, ahí no hay peligro y los bichos no querrán acercarse. – dijo el guía – Conozco uno, no está muy lejos. - No sabéis lo que se alegraron de escuchar eso. 


Caminaron unos 15 minutos al norte y luego otros 20 al este. Ellos se preguntaban porque no en diagonal. Cuando llegaron entendieron por qué: Había un río que les cortaba el camino y tampoco podían ir pegados a él porque había caimanes por todos lados, tenían que mantener una distancia. 


El claro no era muy grande. Tenía una forma más o menos circular. Debía ser de 2 metros de diámetro, lo suficiente para pasar la noche, según el guía. Montaron la tienda de campaña en apenas unos segundos y sin cenar más que una rebanada de pan se fueron a dormir bajo unas cuantas mantas.


Estaban repartidos en 2 tiendas: En la pequeña dormía el guía y en la grande Jane, Jero y Julia. Aunque fueran 3 personas en la campaña les sobraba hueco pues como tenían tanto frio se apretujaron hasta ocupar el lugar de una sola persona. 


Sonó la alarma de Jane a las 6 de la madrugada. Se levantó y preparó el desayuno. Poco después se levantó el guía y Jane despertó a sus hermanos. El guía comió un poco de arroz que llevaba y los demás avena con leche. 


Emprendieron la marcha a las 6:45 y fueron para el norte, pues es donde se suponía que iban a ir los padres. Caminaron y caminaron durante 7 horas sin descansar, pero esta vez en diagonal. Pararon a comer más o menos a las 2:00. Tomaron unos huevos duros y ensalada. Se echaron una siesta de no más de 15 minutos y reemprendieron la marcha. 


Caminaban a paso rápido, ya se habían acostumbrado a las picaduras de mosquitos y a escuchar ruidos por todos lados. Pero, de repente un ruido inquietó al guía que intentó gritar algo y luego salió corriendo. Los hermanos miraron a donde provenía el ruido. No había nada a la vista:
 

- Qué forma más original de dejarnos solos – resopló Jane hecha una furia y se dio la vuelta para seguir caminando.
- Jane -. Jero y Julia estaban temblando y no podían moverse del miedo.
 

Jane se giró y por un momento no supo que hacer:
 

- ¿E… e… eso es un caimán? – preguntó Jane sin terminar de creérselo.
 

El horrible animal empezó a caminar hacia ellos amenazando con sus mandíbulas.
 

Se quedaron quietos un instante, pero luego instintivamente corrieron al árbol más cercano y treparon por su tronco lo más rápido que pudieron.
 

-A salvo – dijo Julia soltando un suspiro que podría haber derrumbado un árbol.
 

Jane notó algo en su espalda y pensó:

- Maldita araña, quita de encima.

Se dio la vuelta para tirarla al suelo, pero resulta que no era una araña. 


Detrás suya había una serpiente verde a punto de morderle. Sus dientes estaban impregnados de veneno. Jane intentaba alejarse, pero no conseguía moverse. Jero y Julia le tiraban palos y hojas a la serpiente. No parecía molestarle lo más mínimo. 


Ya tenía los dientes posados en el cuello de Jane cuando una flecha atravesó a la serpiente: 


- ¡Amigos, por fin! – gritaron los mellizos. 


Bajaron. Y corrieron a abrazar a unos hombres y mujeres que estaban armados con lanzas y arcos. 


Ellos, por su parte les ataron las manos y los pies a un palo (como si fueran un jabalí). Pensaron que sería alguna forma de darles la bienvenida, pero después de un rato les pareció muy raro que les llevasen colgando, porque no era muy cómodo, a decir verdad. Intentaron soltarse, pero no podían porque los nudos eren muy fuertes. Y, además les estaban pinchando con sus lanzas cada vez que se movían. 


Debían de haber avanzado varios kilómetros cuando vieron una pequeña aldea. Estaba situada en un claro y había un pequeño camino que habían limpiado de maleza. 


Cuando se acercaron más vieron que había una terrible señal de advertencia. Intentaron liberarse, pero recibieron muchísimos pinchazos. 


La entrada era muy bonita. Habían cortado todo lo que se metía en el camino. Lo único que no estaba cortado eran las ramas de arriba del todo, lo que creaba el efecto de caminar por un cilindro.
Las casas estaban hechas de caca, barro y paja. Eran redondas con techo con forma de cono. Las paredes eran de barro y caca. El techo era de paja. No tenían ni puertas ni ventanas, es decir que sus ventanas y puertas eran agujeros. 


En el centro de la aldea había una casa como partida por la mitad, en resume, que había media casa. Dentro había una esterilla de colores muy vivos. También había 3 tronos. En ellos estaban sentados el jefe de la tribu y sus padres. 


Entraron a la aldea y todos salieron fuera de sus casas a ver que pasaba. Todos se pusieron muy contentos, empezaron a sacar cuchillos, cucharas… Aunque Julia vio a una de niña con expresión de preocupada y dijo: 


- Jane, nos quieren comer - susurró.
- Lo sé. – contestó Jane - Pero vamos a salir de esta todos juntos, incluidos papá y mamá-.
- Claro que si - asintieron Julia y Jero. 


Aunque ninguno de los 3 se lo creía. 


Cuando sus padres los vieron se intentaron levantar, pero el jefe se lo impidió poniéndoles la lanza delante. 


El día acabó muy rápido. Les metieron en una de las casas y todos se fueron a dormir. Ellos no pudieron pegar ojo. Estaban intentando soltarse. De repente la niña que Julia había visto antes salto por la ventana y les desató lo más rápido que pudo. 


Con señas les dijo que se fueran. Ellos salieron por la puerta y fueron a buscar a sus padres. Los encontraron sentados en los troncos con forma de silla. Les despertaron y salieron corriendo de la aldea. Mientras tanto los aldeanos si iban despertando y al ver que no estaban se pusieron a revisar la aldea. El jefe miró en la cabaña donde los hermanos habían estado prisioneros los hermanos y encontró una horquilla, la horquilla de la niña. 


Mientras tanto, en otra parte de la selva, la aventurera familia corría sin descanso. De pronto, vieron algo moverse y se asustaron mucho, pero de la oscuridad, en vez de un peligroso animal, apareció un equipo de rescate. Se los había mandado la abuela, que, preocupada les había enviado ayuda.


Rápidamente se subieron al todoterreno y se dispusieron a marchar hacia casa, pero Julia dijo: 


- ¡No! ¡Vamos, a la aldea! ¡Es muy importante! – gritó a todo volumen. 


Lo dijo con tanta fuerza que, el conductor volvió por miedo a que le comiese vivo. 


Allí encontraron al jefe de la tribu a punto de apuñalar a la pobre niña (que por cierto se llamaba Mishana). Pero ellos, en un breve instante la agarraron del brazo y se la llevaron con ellos a su casa.
Le adoptaron y ella aprendió su idioma con rapidez. Viven felices fuera de peligro alguno y ahora los padres viajan con sus hijos y a lugares más seguros.

4/20/2020

Quinto entremés

El Doctor Soymalote es un genio, un genio del mal, pero un genio a fin de cuentas. Ha tenido una idea fantástica para impulsar las ventas de sus androides letales y como siempre Aigor tendrá que llevarla a cabo como mejor pueda.

Versión de audio:

Versión escrita (aunque confiad en mí, esta vez es mejor la versión de audio) ;)

Medianoche en el castillo del doctor Soymalote.

- ¡Aigor!
- ¿Sí, Maestro?
- ¡He tenido una idea revolucionaria para impulsar las ventas de nuestros rob... androides letales!
- ¿De veras amo? ¿Va a bajar los precios?
- ¡Pero qué dices, cabeza de adoquín! No, vamos a hacer algo mucho mejor. A partir de ahora nuestros androides mortíferos incluirán una subrutina de baile.
- ¿En serio maestro?
- Pues claro. Hoy por hoy cualquier genio del mal tiene una legión turborobots megatrituradores revienta espinazos. Pero, ¿cuántos de esos saben bailar? Te lo digo Aigor, ¡los vamos a vender como churros!

Dos semanas más tarde en el castillo del doctor Soymalote.

- ¡Ja, ja! Lo sabía, nuestros pedidos han aumentado un 400%. Todo el mundo quiere nuestros droides matarifes bailongos. ¡Soy un genio! ¿Y bien Aigor, cuantas unidades hemos fabricado?
- Lamento comunicarle que ninguna, amo.
- ¿Cómo es posible? Este castillo está dotada de una cadena de montaje automatizada y modular, que permite crear rápidamente robots letales con poco trabajo.  ¿Qué diantres ha pasado?
- Vera maestro. La línea automatizada de montaje es muy útil para crear diferentes tipos de androides asesinos. Pero estos suelen tener unas características estándar: blindajes pesados, gran cantidad de armamento... Pero para bailar necesitan ser livianos, tener articulaciones más flexibles... Hay que modificar toda la línea de montaje para que haga algo para lo que no está diseñada o mejor aún, dejar a parte el sistema automático y ensamblarlos de cero a mano. Casi tardaríamos menos.
- Error total. Si tenemos una línea de montaje hay que utilizarla, aunque solo sea porque me gasté un fortunón en ella. Así que hay que amortizarla, la usaremos hasta para preparar el desayuno si es preciso.
- Si, maestro, haré lo que pueda.

Cuatro semanas más tarde.

- ¡Aigor! Hoy es el día, no acepto más retrasos. Quiero ver esos androides dándolo todo en la pista.
- Sí amo, ¡prepárese para el ritmo! He preparado un par de coreografías distintas para que elija la que más le guste.
….
- ¿Aigor?
- ¿Sí, maestro?
- ¿Esta no es la música de West Side Story?
- Por supuesto amo. He pensado que si tenían que bailar, pero al mismo tiempo resultar rudos, pues...
- Veamos otra coreografía.

- Creo que esta le gustará más amo.
- ¿Fiebre del sábado noche?
- Fíjese, bailan igualitos que Tony Manero.
- Oye Aigor, no tienes algo un poquito más, no sé actual.
- Claro que sí amo, escuche que temazo.
- ¿Rasputín? Pero si esta música tiene más años que un bosque.
- Sí maestro, pero está remezclado por un dj de esos de moda y puesto al doble de velocidad, que es lo que se lleva ahora. Es super actual.
- Yo te mato Aigor, yo te mato.

4/05/2020

Entrega especial: Más tomas falsas

Una nueva entrega de tomas falsas. Si la vez anterior estaban sacadas de las grabaciones del Podcasdrama del Escuadrón Delta, esta vez salen de Los Relatos del Padawan. Espero que os hagan reir.

Versión de audio:


(Lo siento, de esto no hay versión escrita, porque transcrito no tiene la misma gracia)

4/03/2020

Escuadrón Delta: Episodio IX

Vamos con más aventuras del Escuadrón Delta. Esta vez Keyna y Ronin sostienen una interesante conversación, mientras acercan posiciones y también se disparan mutuamente. Y es que a estos imperiales no hay quien los entienda.

Versión de audio:

Versión escrita:

Los dos cazas tie volaban velozmente en una danza letal. Se perseguían el uno al otro lanzándose ráfagas, laser. Atacando y esquivando sin cesar. Un disparo rozó en el caza de Ronin.

- ¡Bantha poodoo! ¿Jefa, no podríamos hablar de esto? - suplicó el piloto.
- ¡Espabila pedorro, o te voy a hacer trizas! - respondió Keyna con fría ira.
- ¡Venga ya! Yo creo que podríamos estar en la cantina discutiendo esto con unos vinos de Mirial. ¿Qué le parece?
- A tí no te gusta el vino. - se burló la líder Delta mientras volvía disparar.

Ronin esquivó a duras penas la ráfaga.

- Y a usted tampoco, la he visto poner cara de asco, cuando cree que nadie la observa. Lo suyo con el vino es puro postureo.
- ¿Postureo? - rugió enfurecida – Solo me dan arcadas cuando ese maldito droide camarero se equivoca y me sirve vino sullustano.
- También la he visto quejarse con el vino Coreliano. - insistió Ronin mientras disparaba al caza de Keyna. El disparo falló por mucho.
- En Corelia no hacen vino, hacen pis de bantha.

Keyna hizo una rápida maniobra que le permitió ponerse detrás del caza de Ronin, disparó y esta vez acertó de lleno. En la nave sonó una alarma.

- Integridad del casco al 75%. - anunció la computadora de vuelo. - Sistema de puntería inhabilitado. Tiempo de reparación estimado 3 minutos.
- ¡Jefa! - gritó el piloto – ¡Se supone que esto es un entrenamiento! Tiene que bajar la intensidad de sus disparos al mínimo.
- Un entrenamiento no sirve de nada, si no sientes tu vida en peligro. ¡Esfuérzate!
- ¿Qué tal si me deja utilizar mi V-19? Al menos ahí tengo escudos, no como en este ataúd volador.
- Tu fe en esos escudos es tu debilidad.
- Y su fe en su acondicionador de pelo es la suya. Su melena no tiene volumen. - murmuró Ronin.
- ¿Qué has dicho? - la lider Delta ejecutó un tonel de 360 grados, mientras disparaba. Ronin solo logró esquivar la andanada en parte.
- Integridad del casco al 58%. Sistema de puntería inhabilitado. Tiempo de reparación estimado 2 minutos, 24 segundos. - anunció el computador, con implacable eficiencia electrónica.
- ¡Vamos! - exigió Keyna – Muéstrame esa “Fortaleza” tuya en acción. De momento no has logrado impresionarme.
- Fuerza. - la corrigió Ronin – Se dice la Fuerza. Y para ser sinceros, aún no entiendo como funciona. Raymius ha dicho que va a adiestrarme en su uso, pero aún no hemos empezado.
- Pues a mí todo eso me parece una chorrada. - dijo la Lider Delta con evidente ira en su voz. Acto seguido ejecutó una finta hacia abajo, pero Ronin no se dejó engañar esta vez.
- Si no la conociera bien, diría que está enfadada conmigo Jefa.
- ¿De veras? No se me ocurre porqué... Subteniente - respondió Keyna con sarcasmo.
- ¿Ya estamos otra vez? Eso no fue culpa mía. Yo no pedí el ascenso y mucho menos a un estúpido rango que no existe. Ahora todos los pilotos me odian, por no hablar del jefe de suministros, que se ha tenido que inventar una insignia nueva solo para mí. Con lo confuso que ya era de por sí el sistema de identificaciones del Imperio.
- Podrías haberte negado.
- Claro. Ya le dije que Raymius me dejaba elegir, entre obedecer ciegamente sus órdenes o ser ejecutado en el acto. Perdóneme por elegir la supervivencia.
- Ya veremos si sobrevives a este entrenamiento. - masculló Keyna.
- ¿Qué ha dicho?

El caza de la lider Delta desaceleró de pronto. La nave de Ronin que la perseguía de cerca, no frenó a tiempo y la rebasó, ofreciendo un blanco muy apetitoso a la experimentada piloto, quien no desaprovechó la oportunidad. Una nueva ráfaga surcó el espacio.

- Integridad del casco al 34%. Sistemas de puntería y eyección inhabilitados. Tiempos de reparación estimados.

Ronin consciente de que cuanta más energía utilizaran los sistemas de auto reparación de la nave menos potencia tendría en motores y cañones, desactivó las reparaciones en curso.

- Deberíamos usar droides astromecánicos. Igual que hacen esos malditos rebeldes. - susurró para sí mismo. Mientras desviaba la potencia auxiliar a los repulsores laterales, para ganar en maniobrabilidad.

Rápidamente ejecutó una serie de giros en zig zag, que le permitieron esquivar una nueva ráfaga.

- No está mal. - dijo Keyna – Pero todavía tienes mucho que aprender.
- Eso mismo me dijo Raymius.

Ronin se concentró, resultaba obvio que no era un rival para Keyna y menos con el sistema de puntería desconectado. Pero no estaba dispuesto a darse por vencido tan fácilmente. Además, él contaba con la Fuerza. Aunque aún no había sido adiestrado, ya había logrado usarla de manera instintiva. Había logrado anticiparse al peligro, aumentando su intuición a niveles casi sobrehumanos.

Respiró hondo y confió por completo en su instinto. Una sensación familiar de peligro inminente le embargó y un segundo antes de que Keyna iniciara su ataque, lo intuyó. La lider Delta amagó por estribor y atacó por babor, pero Ronin se anticipó, ejecutó un viraje muy cerrado, tanto que el compensador de inercia no pudo absorberlo y el piloto no pudo evitar golpear con su cabeza el costado de la estrecha cabina. Ronin ignoró el dolor y con los ojos casi cerrados disparó fiándose únicamente de su instinto.

- Integridad del casco al 93%. - Anunció el computador de vuelo del caza de Keyna.

“Ahora sí que la he cagado.” - pensó Ronin al ver que había logrado acertar al caza de Keyna. - “Me va a matar, o peor aún. Me tendrá toda la vida limpiando letrinas”.
- Muy bien. Se acabó el entrenamiento por hoy. - dijo Keyna con algo parecido al orgullo. - Te veo en la cantina cuando acabe el último turno. Esperemos que no esté ese maldito droide que sólo sabe servir pis de bantha. Y que hayan arreglado de una vez la maldita hologramola.
“¿Qué diablos acaba de pasar?” - se preguntó Ronin sin saber si debería alegrarse o asustarse.

Tras pasar varias horas de angustia vital, el piloto llegó a la cantina del destructor Nexu, a pesar de llegar 10 minutos tarde, Keyna aún no estaba allí. Aunque no se retrasaba ni un milisegundo en las misiones, sus momentos de ocio eran otro cantar.

Ronin buscó una mesa vacía y alejada del grupo principal. Antes de que tuviera tiempo de pedir nada, llegó el droide camarero con una cerveza.

- Menuda eficiencia. - susurró Ronin mientras bebía un buen trago, para medio segundo más tarde escupirlo como un surtidor- ¡Pero que es esto! ¿Aceite de motor?
- Por supuesto que no, señor. Es auténtica cerveza sullustana. Cortesía de sus compañeros de escuadrón.
Un grupo de cuatro personas en una mesa al otro extremo de la cantina le miraban con malicia. En ese momento llegó Keyna, quien se quedó un momento observando el estropicio antes de sentarse.

- ¿Va todo bien? - preguntó la lider Delta.
- Creo que mis compañeros de escuadrón ya se han enterado de mi ascenso a subteniente y me están felicitando.
- ¿Y qué esperabas?

Ronin iba a contestar pero se dio cuenta que el droide camarero seguía junto a ellos.

- Quiero una cerveza coreliana y... - miró a Keyna.
- Vino de mirial. - dijo la teniente al androide con voz amenazadora. - Y asegurate de no equivocarte esta vez.
- Sí, seño... estooo... sí, teniente.

El androide se marchó perseguido por la mirada fulminante de Keyna.

- Bueno, creo que tenemos una conversación pendiente. ¿No es así, subteniente?
- Por enésima vez, no me quedó otra opción. Raymius fué muy claro, o aceptaba todas sus condiciones o me liquidaba.
- Tienes que entenderlo, nadie cree que te merezcas ese ascenso. Personalmente me molesta mucho que la gente reciba premios y ascensos sin hacer nada para merecerlo.
- Le juro que yo no quería nada de esto.
- Lo sé. En cualquier caso creo que te debo una disculpa, debería haberte ayudado más. Pero no podía fiarme de ti. Y para ser sincera aún no me fío del todo. ¿Por qué te ha ascendido? No lo entiendo.
- Lo he pensado mucho y he llegado a la conclusión de que es una táctica de aislamiento. Raimuys sabe que yo solo le sigo el juego por obligación Así que ha iniciado una estrategia, primero me aísla del resto de mis compañeros, a base de ascenderme de forma injustificada, para generar los celos del resto de los pilotos, de esta manera el único que me tratará bien será él. Piensa que así le veré como una especie de salvador y que le seré totalmente leal.
- Eso tiene sentido. - respondió Keyna tras meditarlo unos segundos. - Pero eso sigue sin explicar que es la Fuerza y por qué solo podéis usarla vosotros dos.
- Yo tampoco lo entiendo muy bien. Es una especie de poder místico o algo así. Y el por qué unos pueden usarla y otros no... Creo que es algo que ni el mismo Raymius entiende. Pero tal y como lo describe... Me recuerda mucho a las historias que me contaba mi madre sobre los Jedi.
- ¿Los jedi? ¡Bah! Se cuentan muchas cosas, como que podían hacer levitar piedras y leer los pensamientos. Pero no son más que fantasías y exageraciones. No dudo que fueran un grupo competente de monjes guerreros, pero de ahí a tener poderes mágicos, va un abismo.
- ¿Seguro? Ya sé que para la mayoría de la gente son más un mito que otra cosa. Pero para el pueblo de mi madre, los mandalorianos, no se trata de leyenda, sino de historia. Hace mucho se produjo una gran guerra entre los jedi y los mandalorianos. Nosotros sabemos de lo que eran capaces.
- Esa guerra ocurrió hace mucho y con el debido respeto, no es de extrañar que después de perder la guerra, tu pueblo exagerase las habilidades de su enemigo, para mitigar la vergüenza de la derrota.
- Bueno y que me dice de mí. Yo a veces puedo percibir el peligro antes de que aparezca. Y he podido encontrar los cargamentos desaparecidos a pesar de no tener ni idea de en que nave estaban.
- ¿Suerte? ¿Intuición?  - respondió Keyna, pero ni ella misma parecía convencida.

Ambos se quedaron sumidos en sus propios pensamientos unos instantes, hasta que llegó el droide camarero. Keyna y Ronin probaron sus bebidas con precaución, pero por una vez todo estaba en orden.

- Bueno Ronin, tendremos que andarnos con mucho cuidado. ¿O prefieres que te llame Kodos?

- Prefiero que me llame Ronin. - Balbuceó el piloto, mientras la observaba con asombro. Ella se encogió de hombros.

- He decidido ayudarte en esto. - explicó Keyna. -Y ya que vamos a trabajar juntos, contra Raymius, podemos prescindir de los rangos. Aunque solo en privado, por supuesto.
- Gracias... Keyna.
 

4/01/2020

Novena entrega del podcast (BIS)

Hoal, ya sé que el título de esta entrada puede resultar confuso, pero os explico. Hace tiempo publiqué mi noveno relato en este blog, se titulaba la cita. Donde una pareja, después de conocerse a través de una de Aplicaciones para móviles de encontrar pareja y de llevar un tiempo chateando, se reunían en persona para tener su primera cita.

La primera vez resultaba un poco confuso, porque yo ponía la voz de todos los personajes y era complicado saber cual de ellos hablaba en cada momento. Ahora, y gracias a la ayuda de Aurora, cada personaje tiene su propia voz, y todo queda mucho mejor y más fluido. 

Quiero dar las gracias a Aurora por su ayuda y a vosotros por seguir escuchando mis desvaríos.

Versión de audio:


Versión escrita:

- Total que ahí estaba yo, rodeado por más de treinta enemigos, sin refuerzos
ni apoyo. Solo, sin esperanza. Así que tomé aliento, los miré directamente a los ojos con decisión, sabiendo que si demostraba la más mínima duda, o una leve sombra de terror, se echarían sobre mí como una manada de lobos hambrientos y…
- ¡Para! ¡Para! - pidió ella - ¿No me ibas a hablar de tu experiencia como profesor de secundaria?
- Claro, eso es lo que hago. - respondió él.
- Pero lo cuentas como si fuera una guerra.
- Lo siento, pero si nunca has estado metida en un aula con un montón de adolescentes en plena crisis hormonal, furiosos con el mundo porque les obligan a estar en un lugar que odian y con una persona a lo que no aprecian precisamente pues dudo que puedas entenderlo.
- ¡Venga ya! ¡No sería para tanto! Seguro que el resto de profesores te echarían una mano.
- Sí, el director del colegio me dio una tarjeta con el número de la policía local. Mientras me decía: Toma, la vas a necesitar.
- No me lo creo.
- Aún conservo la tarjeta. ¿Quieres verla?
- Te estaría gastando una broma, hombre.
- Yo solo digo que después de eso dejé la enseñanza y decidí dedicarme a la informática.
- Hablando de eso. ¿Por qué te decantaste por la informática?
- Siempre me han gustado los ordenadores y pensé: aún soy joven y puedo intentarlo, sino lo consigo, bueno, siempre puedo volver a mi exitosa carrera de domador de fieras.


Se rió divertida. Él todavía no se podía creer, que estuvieran allí, juntos. La había conocido una semana antes, usando una de esas aplicaciones que hay para encontrar pareja. Nunca había creído que esas cosas funcionasen, pero tras mucho tiempo sin comerse un rosco, pensó que no tenía nada que perder. Y contra todo pronóstico, había funcionado. Su historial con las mujeres no era precisamente exitoso, tenía un problema incurable de timidez
que le había hecho perder la mayoría de las oportunidades que había tenido.
Afortunadamente, ella había tomado la iniciativa, y no había cejado hasta conseguir quedar conmigo en persona.
Era una mujer hermosa, no de esas que te hacen girar la cabeza ciento ochenta grados cuando te la cruzas por la calle, pero sí de las que pueden iluminar una habitación con una sonrisa, lo que no es poco precisamente.
Vestía elegante pero informal, insinuando antes que enseñando. Poseía una risa agradable y contagiosa. Por supuesto, quedó prendado de ella enseguida.
- Pero tú no sabías nada de informática, ¿no? - continuó ella.
- Bueno, -respondió él - había ido haciendo cursos, mientras me sacaba la carrera de magisterio, así que no partía de cero.
- ¿Qué tipo de cursos?
- Principalmente de desarrollo de páginas web.
- Principalmente. - repitió la palabra paladeándola. - O sea que has hecho más cosas.
- Al principio hice algo de programación con PHP, MySQL y… - se
interrumpió de golpe, al darse cuenta que estaba soltando tecnicismos. Corría el riesgo de aburrirla rápidamente.
- Ya veo, así que empezaste programando. - se rió al ver su expresión - No te preocupes tanto, aunque yo no sea del gremio, tengo amigos informáticos y estoy acostumbrada a escuchar hablar de estos temas.
- Aún así es un tema bastante aburrido. - respondió mientras sonreía aliviado
– Y ya llevamos demasiado rato hablando de mí. Cuéntame algo sobre ti.
- Nah, yo soy un muermo.
- No me lo creo.
- Pues créelo, soy una simple administrativa, me paso el día escribiendo y leyendo emails.
- Bueno, pero no te pasarás todo el día trabajando.
- Pues casi, lo único que hago fuera del curro es sacar a pasear a mis perros y bueno voy a clases de baile dos veces en semana. Porque me gusta y por mantenerme en forma.
Él, sonrió como un idiota. Los perros siempre le habían resultado unos animales insoportablemente empalagosos y pesados, y además tenía la gracia bailando de un elefante en una cristalería. Pero en aquel momento hubiera adoptado a los ciento un dálmatas e incluso se habría apuntado a clases de cumbia.
- Precisamente, estaba pensando en apuntarme a clases de baile. - dijo.
- Ya claro. - replicó juguetona – Pero no te escaquees, estabas contándome tu primer trabajo como informático.
- ¿Eh? Ah, bueno. Ya sabes, empecé siendo un becario en una empresa pequeña. Prácticamente me pagaban en cacahuetes.
- ¿Y qué hacías?
- Pues menos pasar la aspiradora, hice de todo. Lo que me vino bien, porque así aprendí un montón de cosas distintas. Estuve allí casi un año y luego ya fui cambiando de una empresa a otra.
- Y ahí te especializaste.
- Qué remedio. Cuando empecé en esto las páginas web estaban en
pañales, eran muy sencillas y era frecuente que una sola persona hiciera una web entera. Pero luego la cosa se fue ampliando y complicando y hoy por hoy lo normal, es que solo hagas una parte, en la que lógicamente te especializas.
- Y ahí decidiste hacerte maquetador, y meterte con el html, el css y el javascript, supongo. Dime una cosa, ¿Cual es tu framework favorito?
 

La miró fijamente y con frialdad.
 

- Qué frío hace aquí. - dijo nerviosa intentando desviar mi atención – ¿Me prestas tu chaqueta? O incluso podrías abra…
- ¡Así que se trataba de eso! - la interrumpió con furia – ¡Tú, no has venido aquí a tener una cita conmigo! ¡Eres una reclutadora de recursos humanos!
- ¡No, claro que no! En todo caso soy una human resources manager and headhunter.
- No me vengas con anglicismos. ¿Esto no era una cita, verdad? Solo una maldita entrevista de trabajo.
- Sí. - admitió ella – Hoy en día es más fácil conseguir un buen novio que un maquetador web competente.
- No me lo puedo creer.
- Es en serio, tios guapos hay a patadas, gente con más de quince años de experiencia en el sector como es tu caso, no hay tantos. Así que me apunté a esa aplicación de citas. Sabía que encontraría un montón de informáticos, no ligáis ni a tiros.
- Eso es un topicazo.
- Y sin embargo aquí estás. Pero oye la buena noticia para tí es que te traigo una oferta muy interesante. He cotilleado tu perfil en Linkedin y has trabajado en proyectos muy importantes, así que puedo ofrecerte...
- Olvidalo. - dijo con cansancio. - Me voy a mi casa. Haz el favor de perder mi número de teléfono.


Me levanté para irme.


- Oye antes de que te largues. Dime, ¿cómo me has descubierto?
- Estabas demasiado interesada en mi trabajo y sabías que yo soy maquetador web, aunque yo no te lo había dicho.
- Yo y mi bocaza, siempre me pierde. En fin, ¿seguro que no quieres escuchar la oferta?
Se dio la vuelta sin responder.
- ¿Te he dicho ya que además de un buen sueldo, te ofrecemos días de teletrabajo?
Se frenó en seco y la miró a los ojos. Ella le mantuvo la mirada.
- ¿Cuantos días de teletrabajo a la semana dices que me ofreces?

3/26/2020

Decimoséptima entrega del podcast: La mejor versión de tí mismo.

El de hoy es un relato especial para mí, ya que la idea central del mismo se me ocurrió hace unos veinte años y llevo todo este tiempo dándole vueltas en mi cabeza. Ha pasado por varios cambios de argumento y de ubicación, pero la idea de fondo ha permanecido inalterada. Espero que os guste.

Versión de audio:


Versión escrita:

En otro tiempo la biblioteca había sido un lugar amplio y bien iluminado, con un gran espacio abierto en el centro de la misma. Pero con los años las ventanas habían sido cubiertas con grandes estanterías repletas de libros, por lo que la única luz natural procedía de una polvorienta linterna situada en la cúpula que coronaba el techo de la misma, la cual resultaba claramente insuficiente.

El gran espacio abierto en el centro de la estancia había sido sustituido por un laberinto de estanterías y mesas de lectura, que daban un aire claustrofóbico al lugar. Las mesas contaban con pequeñas lámparas que a duras penas servían para iluminar los libros, por lo que no era extraño que los habituales de la biblioteca, deambularan por sus pasillos equipados con linternas.

Claudio cojeaba entre las mesas. Su bastón, producía un eco ahogado al golpear contra las baldosas de mármol del suelo, que eran de color negro con ondulantes rayas blancas. A Claudio le daba la impresión de estar paseando sobre una tormenta de relámpagos nocturna. Se adentró en el laberinto de estanterías, utilizando el foco de su linterna. Estaba seguro de estar buscando en la sección correcta, y sin embargo no era capaz de encontrar el dichoso libro. Un leve carraspeo le hizo darse cuenta de que no estaba solo. Al girarse, se encontró frente a una mujer de edad indeterminada entre los 30 y los 45. Su rostro tenía líneas duras y anguladas que le conferían un aspecto de fiera determinación. Su pelo estaba recogido en un moño que sugería una férrea disciplina de la que tan solo escapaba un mechón rebelde, el cual caía sobre su ojo izquierdo. Vestía un vestido de raso blanco, que le confería un aire fantasmal.

- Disculpe. ¿Puedo ver su  acreditación?- susurró la mujer, con voz dulce, pero firme.
- ¿Qué? - Respondió Claudio, con voz más alta de lo que había pretendido.
- Shhhhh. - siseó la mujer, al tiempo que se llevaba un dedo a los labios para pedir silencio. Después señaló a una pequeña placa que llevaba prendida del vestido que la identificaba como la bibliotecaria.
- Discúlpeme, señora. No pretendía hablar tan alto. - Susurró.
- Señorita. - le corrigió la bibliotecaria maquinalmente. - Y ahora si es tan amable, enséñeme su acreditación. Para acceder a esta biblioteca debe estar en posesión de una carta de presentación redactada por un profesor universitario, dirigida a la jefatura de esta biblioteca, es decir... a mí.
- Ah, cierto.  - dijo al tiempo que le entregaba un abultado sobre.

- Está firmada por el Doctor Armitage de la universidad Miskatonic. - dijo con tono acusador.
- Bueno. - respondió Claudio con una sonrisa culpable. - Las normas de esta biblioteca, estipulan que necesito la carta de presentación firmada por un profesor universitario, pero no dicen nada de que la universidad tenga que estar en nuestro país.
- Aquí dice que necesita consultar nuestra copia del libro Progressionem potentiale. - la bibliotecaria alzó una ceja con excepticismo – Le advierto que nuestra copia está incompleta.
- Soy consciente. Pero confío en encontrar lo que busco en la parte que ustedes poseen. Ya que no estaba en la copia que tienen en Miskatonic, ni en la de Alcalá de Henares.
- Ya veo. Sígame, los fondos documentales anteriores al año 1810, no están en esta planta. Tendrá que bajar usted al sótano.

La bibliotecaria se dio la vuelta y empezó a avanzar a buen ritmo sin molestarse en comprobar si Claudio la seguía. Este tuvo que forzar la marcha para seguirla, mientras maldecía en silencio su pierna deforme. El bastón resonaba inmisericorde contra las baldosas del suelo, haciendo que los pocos usuarios presentes en la biblioteca le miraran con desaprobación.

Finalmente llegaron junto a una escalera de caracol, con escalones de piedra y un pasamanos de hierro bastante oxidado.

- Baje por aquí. - dijo la bibliotecaria – Tenga cuidado, los escalones resbalan. Cuando llegue abajo, vaya por el pasillo de la izquierda, tercera estantería, cuarta balda.
- ¡Vaya! ¿Se lo sabe de memoria?

La mujer se dio la vuelta y se marchó sin contestar. Claudio descendió con cuidado. Tal y como le habían advertido, los escalones resbalaban bastante y estuvo a punto de caer rodando por la escalera de caracol un par de veces. En cada ocasión maldijo entre dientes su pierna deforme.

Cuando por fin llegó abajo, siguió las indicaciones de la bibliotecaria. Si la planta superior estaba en semipenumbra, el sótano estaba aún más oscuro. Había algunas lámparas aquí y allá colgando de las  estanterías, pero si no hubiera sido por su linterna, Claudio hubiera tenido serias dificultades para ver algo.

Mientras caminaba por el pasillo le pareció oir un risita lejana, pero como no estaba seguro, se convenció de que solo se trataba de su imaginación. Finalmente llegó junto a la estantería y tras unos momentos de incertidumbre lo encontró, el Progressionem potentiale. Se puso unos guantes, pues el estado del volumen era bastante precario y se lo llevó hasta una mesa cercana, sobre la que lo depositó con algo parecido al temor reverencial.

Apenas se podía llamar libro a aquel conjunto de papeles , ya que era evidente que faltaban amplias secciones del mismo, sin embargo, aquel fragmento era justo el que Claudio llevaba años buscando.

Extrajo de su mochila un cuaderno lleno de anotaciones manuscritas, las cuales fue comparando con las páginas del libro. Estaba tan emocionado, que no percibió el débil sonido de pasos que se acercaba por su espalda.

- Hola. - susurró una delicada voz infantil en su oído.

Sobresaltado Claudio se levantó como un resorte, pero junto a él solo había una niña de unos siete años, con la tez sonrosada, y el cabello y los vestidos tan negros como el ala de un cuervo, quien lo miraba con una sonrisa pícara.
- ¿Qué lees? - preguntó la niña con voz juguetona.
- ¿De dónde sales tú? - acertó a decir Claudio - ¿Cómo has logrado entrar aquí?

La niña ignoró su pregunta y cerró el libro con poca ceremonia para leer el título.

- ¿Está tu padre por aquí? - preguntó Claudio asumiendo que la niña sería la hija de algún usuario de la biblioteca y que de alguna manera había logrado sobornar a la bibliotecaria, para que la dejara entrar allí.
- Seguramente. - dijo la niña con aire misterioso – Él, tiene el don de la ubicuidad. - la niña se rió con malicia. - El Progressionem potentiale, escrito por Amed Vest, un oscuro discípulo del  mismísimo Hermes, padre de la Alquimia. Le llamaban el tres veces grande.
- ¡Vaya! - exclamó Claudio sorprendido por los conocimientos de la niña. - ¿Cómo sabes tanto?
- Mmm. Que interesante, la mayoría de los estudiantes de lo oculto prefieren centrarse en sus otras obras, como las que tratan de como convertir el plomo en oro, o la que explica como fabricar la piedra filosofal, aquella que da la vida eterna. Sin embargo, no veo esa ambición en tí.
- ¿Quién demonios eres tú?
- Bah. No exageres. - dijo la niña, quien había sonreído abiertamente al escuchar la palabra demonio. - ¡Ya recuerdo! - continuó la cría - Este libro trata de una de sus fórmulas menos conocidas, la del hombre potencial. Con ella un hombre, o mujer, puede alcanzar su máximo desarrollo físico y mental. Fuerza, agilidad, salud perfecta, rapidez de pensamiento... No te dará superpoderes, pero alcanzarás el máximo posible para un ser humano en todas las áreas. Puede que no sea tan espectacular como la vida eterna, pero es algo por lo que muchos matarían.

Claudio examinó a la niña con cuidado, estaba claro que era mucho más que una simple cría.

- ¿Quién o qué eres tú? - le preguntó a la pequeña.
- Eso es lo de menos. Veamos, eres consciente de que este libro no está completo, así que no te servirá de nada, a no ser....
- A no ser que ya haya encontrado el resto de trozos dispersos por el mundo. Cosa que he hecho. - Respondió Claudio con mal disimulado orgullo. - Me ha costado años y viajar por medio mundo, pero encontré la primera pista de la existencia de este libro en los apéndices del Vermis Mysteriis de Ludvig Prinn.
- Ludvig, ese patán. - susurró la niña con desdén, aunque Claudio no la escuchó.
- Y confirmé su existencia gracias al libro Cultes des Goules, del conde Derleth.
- August, ese si que era interesante. - volvió a susurrar la niña, medio sumida en sus recuerdos.
- Llevo años recorriendo el mundo, buscando este libro. Pero solo he encontrado fragmentos, unas pocas páginas en la universidad de Praga, varios capítulos abandonados por un noble transilvano en la antigua Abadía de Carfax en Londres, otro fragmento en la Universidad de Miskatonic, apenas unos pocos párrafos en Alcalá de Henares, mezclados con dos capítulos inéditos del Quijote... Años reuniendo fragmentos, y hoy por fin tengo el último trozo, ahora tengo todo el conjunto.

Mientras hablaba, había ido leyendo ávidamente las ajadas páginas del libro.

- Lo encontré. - dijo con una mezcla de éxtasis y miedo en la voz. - Al final ese genio de Amed, consiguió sincretizar todo lo necesario en una única fórmula, que recitada en voz alta, concede el máximo desarrollo potencial al que un humano puede aspirar.
- Sí. La mejor versión posible de uno mismo. - dijo la niña – Aunque cuidado, a veces lo mejor es enemigo de lo bueno, y es posible que no te guste lo que obtengas.
- ¿Cómo va ser peor alcanzar el máximo potencial, que lo que tengo ahora? - pregunto Claudio mientras se frotaba inconscientemente, su pierna deforme. - ¡Nada me detendrá ahora!
- Si estás tan seguro. - dijo la niña con tono burlón. - Que conste que yo te he advertido.

Claudio recorrió con un tembloroso dedo índice las líneas de la fórmula alquímica, mientras empezaba a entonarla con una voz casi inhumana. Los ecos se esparcieron por el sótano de la biblioteca y una luz esmeralda lo invadió todo. Un viento frío sopló por unos instantes y finalmente la linterna se apagó dejándolo todo en tinieblas. El silencio era atronador.

 Con cierto temor, Claudio se palpó la pierna deforme, pero en lugar de músculo y hueso retorcidos, encontró una pierna firme y torneada. Emocionado empezó a recorrer su cuerpo con sus manos, la piel era suave y elástica, sus manos enérgicas, su rostro esbelto y su pecho... Su pecho... De pronto sintió la desesperación, a tientas buscó su linterna, la encendió y buscó en su mochila un espejo de mano, en el que se miró aterrado.

- ¡No, no puede ser! - exclamó con una voz mucho más aguda de lo normal.
- Fascinante. - dijo la niña entre risas – La fórmula del desarrollo potencial, te convierte en la mejor versión posible de ti mismo y quien iba a decir, que tu mejor versión... es una mujer.