12/26/2019

Decimoquinta entrega del podcast: De villanos y héroes

Vamos con un nuevo relato. En esta ocasión, dos enemigos irreconciliables tienen una oportunidad de hacer un alto en el camino y sincerarse. Esta historia se titula: De villanos y héroes.

Versión audio:
Versión texto:

- Pero a quien se le ocurre. – dijo el agente Genus con incredulidad.
- ¿Y cómo iba yo a saber que iba a acabar aquí encerrado contigo? – replicó el Doctor Magna Rex, en tono lastimero.
- Pero si es de primero de villano. – insistió el agente - Nunca construyas una prisión de la que no seas capaz de salir.
- Ya, pero es que tú siempre encuentras el pasadizo secreto, el muro falso, el túnel de ventilación o cualquier otro sistema secreto de escape. – respondió Magna Rex con resentimiento mal disimulado. - Así que me dije, “a la porra, sin salida esta vez”. Pero claro, la idea era que tú estuvieras aquí dentro y yo allí fuera, riéndome con mis carcajadas siniestras.
- Pues has hecho un trabajo excelente.
- Gracias.
- No era un cumplido. – gruñó el agente
- ¿Ahora tengo que soportar tu sarcasmo? ¿No tengo suficiente con estar atrapado en mi propia trampa?
- Te fastidias, a ver creado una prisión como es debido. A ver, ¿qué viene ahora? ¿Leones hambrientos? ¿Caeremos a un foso con tiburones?
- No, nada de las típicas trampas tradicionales de las que siempre os escapáis los agentes secretos. – replicó el doctor con amargura – Mi plan era simplemente dejarte aquí y olvidarme de que existes.
- Ya veo. – El agente, miró a su alrededor.
La celda estaba impoluta. Las paredes, el techo y el suelo estaban fabricadas en algún tipo de piedra blanca. Estaba tan bien fabricada que no se notaban las fisuras entre los bloques de piedra y ni tan siquiera se distinguía dónde estaba la puerta. El agente golpeó las paredes con los nudillos, tratando de ver si algo sonaba a hueco.
- Ni te molestes. -Le dijo el doctor con resignación.- Esos muros están hechos de un nuevo material, ni un taladro de diamante podría atravesarlos. Lo hemos expuesto a los láseres más potentes y no le hemos hecho ni un rasguño.
- ¿Qué tal una explosión? Tengo algo de explosivo plástico camuflado en un tacón del zapato, conectado a un detonador remoto en el reloj.
- Los agentes secretos y vuestros cachivaches. – bufó el doctor con desprecio – Pero en este caso no serviría de nada. Este material es muy resistente a los explosivos, y aunque tuvieras algo lo suficientemente potente para abrir brecha en esos muros, aquí no hay donde ponerse a cubierto, así que moriríamos los dos en la explosión.
- ¿Conductos de ventilación?
- No son necesarios, este material es semipermeable, aunque esté cerrado y sin el más mínimo resquicio, deja circular el aire, pero impide la entrada de agua. Además, es lo suficientemente flexible para aguantar las ondas sísmicas.
- Ahora si que estoy impresionado. Y lo digo sin sarcasmo.
- ¿Verdad? Y ni siquiera es caro de producir. Y es ecológico, apenas se generan emisiones en su fabricación. Te aseguro que cuando lo desarrollamos, estuve a punto de mandar al garete mis planes de dominación mundial y dedicarme a fabricar este material en masa para la industria de la construcción. Fijo que me hubiera hecho inmensamente rico.
- ¿Y por qué no lo hiciste?
- Porque yo no me metí en la conquista del mundo por dinero o poder. Lo mío es vocacional. De verdad creo que debo dominar el mundo porque estoy seguro de que lo puedo hacer mucho mejor que el resto. Conmigo al mando, alcanzaremos una era de esplendor.
- Creo que Hitler, Napoleón y el emperador Palpatine opinaban igual que tú.
- Bah, no me compares con esa gentuza. ¿De verdad crees que yo no lo haría mejor que esos conquistadores? ¿Y qué me dices de todos esos politicuchos que hay ahora? Son corruptos, solo miran por sus propios intereses, no están haciendo nada por frenar el cambio climático. Yo tengo un plan integral de energías renovables, voy a cambiar por completo el sistema financiero, eliminaré la pobreza y...
- Esos politicuchos, como tú los llamas, son representantes elegidos por sus pueblos de forma democrática.
- ¿Todos?
- Vaaale, también hay unos cuantos dictadores que han subido al poder de forma violenta y han convertido sus países en repúblicas bananeras. Pero no me refiero a esos. Si te quieres cargar a unos cuantos de esos, no seré yo quien te lo impida.
- Como si los lideres democráticamente elegidos del resto de países, y aquí incluyo a los de tu gobierno, no tuvieran tratos con ellos bajo la mesa, mientras los condenan públicamente. Yo jamás lo permitiría.
- Oye, no te las des ahora de hermanita de la caridad, que en tu cruzada por dominar el mundo has matado a un montón de gente.
- ¿Y eso me lo dices tú? Don, “tengo licencia para matar”.
- Pero solo disparo a los malos, a tus esbirros del mal.
- Querrás decir a mis trabajadores a sueldo, con 60 días de vacaciones al año, diez de asuntos propios y un generoso seguro de vida que garantiza el futuro de sus familias en el caso de que tú o tus colegas los matéis.
- ¿En serio, 60 días de vacaciones pagadas? – Preguntó asombrado. Pero enseguida recuperó la compostura. – Da igual, eran sicarios del mal.
- ¿De verdad? Porque los tipos a los que te cargaste hace unas horas para entrar a mi guarida secreta, solo eran agentes de seguridad subcontratados a una empresa externa. No habían hecho nada malvado en su vida.
- ¿Y yo que sabía? Además, ¿qué podía hacer? ¿Pedirles educadamente que me dejaran pasar?
- Podías haber usado una pistola de dardos tranquilizantes, en lugar de balas del calibre 45. ¿No te parece?
El agente miró al suelo avergonzado. La verdad era, que jamás se le había pasado por la cabeza que algunas de las personas que trabajaban para el Doctor, podían ser simples curritos inocentes. Tras un incómodo silencio, buscó un argumento con el que contratacar.
- ¿Y qué impedirá que te corrompas? Porque eso pasará, lo sabes. Una vez que alcances el poder que tanto ansías, no podrás evitar la tentación. Ya lo dijo Lord Acton: “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
- Bueno. – dijo con tono avergonzado. - Esa parte aún la estoy definiendo, pero algo se me ocurrirá.
- Sí, seguro. – respondió el agente otra vez con sarcasmo.
Ambos quedaron en silencio durante un buen rato, cada uno sumido en sus pensamientos. El
Doctor Magna Rex fue el primero en volver a hablar.
- Supongo que toda esta discusión es irrelevante. Hay una cámara de seguridad instalada en esa esquina, más pronto que tarde alguno de mis guardias se dará cuenta de que yo estoy aquí y vendrán a sacarme. Y tú te quedarás aquí. – dijo con indiferencia – No te lo tomes a mal, no es nada personal. -Pasados unos segundos y añadió. - De hecho, no sé por qué tardan tanto.
- Bueeeno. – dijo el agente con fingida inocencia. – Igual yo tengo la culpa de eso.
- No me digas que has matado a todos los guardias. ¿Es que no has dejado ninguno vivo?
- No hombre, no seas bruto. Lo que quiero decir es que antes de entrar a tu guarida secreta, les mande su ubicación a los miembros de mi agencia gubernamental y seguramente a estas horas mis compañeros estarán asaltando tu base. Así que me temo que serán mis compañeros los que vengan a rescatarme, mientras que tú te irás a una bonita prisión de máxima seguridad, a sufrir torturas y a alimentarte de pan mohoso y agua embarrada.
- Menos mal que vosotros sois los buenos. – esta vez fue el doctor el que sonó sarcástico.
- Ya te digo. – respondió el agente con tono culpable.
- Así que. – continuó el Doctor – No tenemos ni idea de quienes serán los primeros que vengan
a abrir esa puerta. Si los tuyos o los míos. Pues vaya plan.
- Desde luego.
Transcurrió otro silencio incómodo. Esta vez fue el agente el que lo rompió.
- Hay algo que siempre he querido saber. ¿De verdad eres doctor?
- ¿Eh? Ah, no. La verdad es que no. Pero tenía que elegir un nombre rimbombante, algo que inspirara temor y respeto. Y todo el mundo respeta y al mismo tiempo teme a su médico, así que. – se quedó un momento pensativo, antes de continuar -En realidad casi ninguno de los doctores malignos ha pisado en su vida una universidad.
- Que decepcionante.
- Ahora que lo pienso. ¿Conoces al Doctor Peste?
- Sí, el tipo aquel que amenazó con liberar un super virus capaz de diezmar la población mundial, si no le dábamos una morterada de dinero. Pero luego resultó que sólo tenía un virus de la gripe normal y corriente.
- Pues ese sí que tiene el título de doctor por la universidad de Miskatonic.
- Vaya. ¿Y doctor en qué?
- En filología inglesa.
Los dos se miraron un segundo y rompieron a reír en carcajadas. - Anda que vaya tela. – dijo el agente.
- Y que lo digas. La verdad es que tengo algunos compañeros de profesión que son para darles de comer a parte.
- Pues los míos, tampoco se quedan cortos. ¿Conoces al tipo ese británico? ¿Ese que va de agente secreto, pero todo el mundo conoce su verdadero nombre y ocupación?
- Puf, menudo plasta. Todo el día bebiendo Martini. Más que verle venir, le hueles el aliento. Unos ruidos mecánicos se extendieron a través de las paredes.
- Es el mecanismo de apertura. – explicó el Doctor – Supongo que a llegado el momento de saber si nos rescata.
Ambos aguardaron en un tenso silencio mientras se abrían las puertas. Una figura solitaria se perfiló en la entrada.
- ¡Doctor Peste! – exclamaron al unísono. Y prorrumpieron en carcajadas.
- ¿Qué ha pasado aquí? – preguntó Peste evidentemente molesto - ¿A qué vienen esas risas?
- Perdone usted “doctor”. – dijo Magna Rex, pero en seguida volvió a reírse sin poder contenerse. El agente Genus se reía con tantas ganas que dos lagrimones le cayeron por las mejillas.
- Esto está lleno de guardias de seguridad y agentes secretos muertos. – dijo Peste con voz iracunda. -Creo que no queda nadie vivo y vosotros aquí a carcajada limpia.
- Tiene razón. Perdone. – dijo el agente Genus. Después se volvió hacia Magna Rex. – Bueno, ¿y ahora qué?
- ¿Lo dejamos en empate?
- Me parece bien. Nos vemos en unas semanas entonces.
- O nos vamos a un bar a tomar unas cervezas y hablamos de nuestra nueva empresa de venta de este fantástico material. – dijo Magna Rex, palmeando los muros blancos de la celda.
- ¿Sabes que te digo? Qué sí. A la porra la agencia.
- Y a la porra la dominación mundial.
Ambos se dirigieron a la salida. Echaron un último vistazo al Doctor Peste los observaba sin poder reaccionar y se echaron de nuevo a reír mientras se alejaban.

12/15/2019

Segundo entremés

Pues eso, un nuevo entremés preparado por nuestro chef para su consumo y disfrute. Espero que os guste.

La versión de audio:

La versión de texto:

De nuevo es media noche en el castillo del Doctor Soymalote, el gran villano asesor y proveedor de
otros villanos.
- ¡Aigor!
- Siii, maestro. ¿Qué tripa se le ha roto esta vez?
- No sea impertinente Aigor. Tenemos un encargo de un colega del mal. Quiere que le fabriquemos
un asiento que gire sobre sí mismo sin parar.
- Ah, entiendo. Una especie de instrumento de tortura que gire hasta marear a sus victimas sin
remedio y…
- ¿Pero que dices mentecato? ¿Qué instrumento de tortura ni que trol muerto? Solo es un asiento
que gira.
- ¿Y para que lo quiere?
- Pues para subirse encima y dar vueltas, mientras… piensa en sus cosas, supongo. Cosas malignas
por supuesto.
- Vale, bien. No lo veo el sentido, pero de acuerdo.
- Tú no puedes entender a los grandes genios del mal. Simplemente hazlo y ya está.
- Por supuesto amo. Me pongo con ello.
Una semana más tarde.
- ¿Y bien amo? ¿Quedó satisfecho el cliente?
- En absoluto. Se queja de que gira demasiado lento. Quiere que gire más rápido. Mucho más
rápido.
- Pero, entonces se va a pillar un buen mareo.
- ¡No discuta y hágalo de una vez!
- Siii, amo, como usted ordene.
Otra semana más tarde.
- ¡Aigor! ¡Eres un inutil, el cliente se marea y echa hasta la primera papilla!
- Ya se lo advertí, le dije que..
- ¡Silencio!
- Bueno, no se preocupe, volveré a bajar la velocidad y…
- Error total. El cliente está conforme con la velocidad, pero no con el mareo. ¿Y bien? ¿Qué
soluciones propones?
- ¿Comprar biodramina?
- Eso no es una solución profesional, sino un vil apaño. ¡Una chapuza! ¡Debería darte vergüenza!
- Bueno, la única solución que veo, es iniciar un programa ilegal y peligroso para mutar el cuerpo
humano y hacerlo resistente al mareo.
- ¡Perfecto! ¡Maravilloso! ¡Eso sí es profesional! ¿Ves? Y sin recurrir a apaños chapuceros.
- Ya sabe que es ilegal.
- Aigor, no seas mastuerzo. Nosotros somos profesionales del mal, todo lo que hacemos es ilegal.
- Claro, amo. Lo había olvidado. Bien, pues solo necesitaré un par décadas de investigación y
desarrollo y por supuesto, cientos de millones de euros.
- Toma este billete de diez euros y ve a la farmacia a comprar biodramina.