12/30/2018

Quinta entrega del Podcast: 4 fotografías y una habitación.

Hola gente, nueva entrega del podcast y esta vez casi sobre la campana, o más bien sobre las campanadas de año nuevo.

Esta entrega es especial para mí, porque se trata de la primera colaboración del podcast. Carmen, fiel oyente de este podcast, se ha atrevido a saltar a la palestra y pone su fantástica voz para locutar uno de mis relatos. Mi agradecimiento infinito para ella.

 Espero que más gente se anime y aporte su voz, sus relatos o ambas cosas. Como siempre aquí os lo dejo en formato audio.


Y aquí en formato escrito. Que lo disfrutéis:

Cuatro fotografías y una habitación


Acudí al bar que hay al otro lado del parque, porque Marta había insistido hasta la saciedad en que había hecho uno de sus descubrimientos y por supuesto debía contármelo inmediatamente. Marta era una de esas personas que siempre pretenden saberlo todo de los demás, fijándose únicamente en su forma de vestir, de moverse o por el tono de su voz. No hace falta decir, que su índice de aciertos, estaba lejos de ser espectacular, pero de cuando en cuando acertaba. Por lo que siempre merecía la pena, gastar media tarde en la terraza del bar escuchando sus extrañas teorías, mientras veía a los calcinados turistas ir camino de la playa.

Normalmente, Marta usaba sus dotes de observación, sobre personas desconocidas, que encontraba por la calle o por el autobús, según ella porque adivinar cosas de gente que conocía bien, no tenía ningún mérito. Aunque según las malas lenguas, porque así era imposible determinar, cuando acertaba y cuando no. Por eso me sorprendió cuando me citó en el bar para hablarme sobre un descubrimiento sorprendente que había hecho sobre Roberto, mi novio. Dudaba que Marta pudiera contarme algo sobre él, que yo ignorase, pero tenía curiosidad por averiguar que es lo que sabía o creía saber.

Pasé bajo los árboles del parque, buscando siempre la escasa protección que brindaban sus sombras, frente al traicionero sol de julio. Pese a que llegué con cinco minutos de adelanto, Marta ya estaba sentada en una de las mesas con un refresco a medio beber. El sol apretaba de lo lindo aquella tarde, por lo que el camarero, había puesto un parasol junto a nuestra mesa, la cual quedaba sumida en una semipenubra que ocultaba la expresión en su rostro. Tras los saludos de rigor y de que el camarero nos trajera una ronda de bebidas, no pude reprimir más mi curiosidad y le pedí que me contara su descubrimiento. Como única respuesta, sacó de una carpeta de plástico duro, una fotografía que mostraba una estancia vacía de la casa de Roberto. La reconocí inmediatamente, se trataba de su despacho. Y digo la casa de Roberto, porque aún no vivíamos juntos, aunque yo tenía planes para que eso cambiara pronto.

El despacho en cuestión, era una habitación grande, pero acogedora. Con un sólido escritorio de roble, sobre el que había una ventana con las cortinas siempre descorridas para que entrara el sol. Frente a la mesa, había una cómoda silla de respaldo alto y recto. Las paredes, pintadas de un agradable tono pastel, estaban repletas de estanterías, llenas a partes iguales de fotos familiares y de libros de astronomía. Que era una de nuestras mutuas pasiones. La decoración daba un aire de amplitud, que hacía parecer la habitación más grande de lo que era.

Realmente la foto me gustó, ya que en ella se notaba lo mucho que nos parecíamos, así como la gran cantidad de gustos que teníamos en común.

- ¡Vaya! - le dije sorprendida - ¿Cuándo has sacado esa foto?
- La semana pasada durante la fiesta de cumpleaños de Roberto. - me respondió – Mientras estabais todos en la parcela.
- Ya decía yo, que te habías tirado mucho tiempo en el baño. - le dije para picarla. - Pero esta habitación la conozco de sobra y no creo que puedas decirme nada que yo no sepa.
- Yo creo que sí, porque mientras estaba allí, vi un álbum de fotos, que estoy segura que Roberto no te ha mostrado jamás.

- ¿Un ábum de fotos secreto? - respondí extrañada. ¿De qué hablas? No me dirás ahora que Roberto es un pervertido o algo así.

- No que yo sepa, en ese álbum guarda fotos de él con sus ex-novias y es ahí donde he hecho mi descubrimiento.

- No me digas, que te dedicaste a hurgar en eso. Yo tampoco le enseño a él las fotos de mis ex. Además, sabes que no soy celosa y no me importa que las conserve.

- Todo eso ya lo sé. - me replicó. - De lo que yo hablo es… - dudó un segundo no sabiendo como explicarse. - Será mejor que lo veas por tí misma. Como dice el dicho, “una imagen vale más que mil palabras”. O en este caso cuatro imágenes.

De la carpeta de plástico, Marta sacó 3 fotos más. En todas ellas, se veía la misma habitación.

En la primera fotografía, se veía a Roberto con Irene, una exnovia suya de hace cuatro años, quien yo ya conocía y a la que tenía catalogada como una fuerza del caos, adicta a los viajes. En seguida, Marta me pidió que me olvidara de ellos y me fijara en la habitación, que parecía realmente cambiada. Unas cortinas semitransparentes con un horroroso estampado de flores, cubrían por completo las ventanas. La mesa desaparecía bajo una enorme cantidad de objetos decorativos y en lugar de la cómoda silla de respaldo alto, había una incómoda silla de estilo étnico, bastante maltratada. El color de las paredes era marrón rojizo y las estanterías estaban cubiertas de atlas ilustrados, guías de viaje y fotos de paisajes exóticos. Todo estaba tan atestado de trastos, que la habitación parecía realmente pequeña.

En la segunda fotografía aparecía Roberto con una chica desconocida, pero vestida con el inconfundible estilo de los nuevos ricos, es decir, lujoso, pero extravagante. Una vez más, la habitación estaba casi irreconocible. Unas pesadas cortinas de terciopelo, tapaban por completo la luz del sol y tan solo un rayo de luz, se colaba por un pequeño costurón en el terciopelo. El escritorio y la silla eran de estilo castellano antiguo, posiblemente de imitación. Las paredes parecían encaladas y sobre ellas, no había estantería alguna, pero sí muchas reproducciones de cuadros famosos, principalmente de la época oscura de Goya, que daban un aire enrarecido y claustrofóbico al cuarto.

La última fotografía mostraba únicamente a Roberto, inclinado mirando a un cielo totalmente encapotado por la ventana, que carecía por completo de cortinas. Un sencillo escritorio de formica blanca y una silla anatómica de esas que no necesitan respaldo, era el único mobiliario junto a una pequeña estantería, en la que solo estaban los dos tomos del María Moliner y un diccionario de sinónimos.

Las paredes estaban pintadas de un sencillo color blanco algo polvoriento. La foto tenía un irremediable halo de tristeza.

- ¿Con quién estaba saliendo en ese momento? - pregunté señalando la última fotografía.

- Con nadie. - respondió Marta. - He hablado con Ramón, el hermano de Roberto, y él ha confirmado todas mis sospechas.

Marta señaló con cuidado la foto que ella misma había tomado hacía una semana.

- Aquí, se ve claramente que está saliendo contigo, que eres una amante de la familia y la astronomía. - mientras hablaba fué pasando el índice por los detalles que mencionaba. - Aquí dijo señalando a la siguiente foto, estaba con aquella neurótica de los viajes, en esta otra estaba con Alexandra, a la que Ramón llamaba, una pija sin dinero y esta última foto podría haberse hecho en cualquier momento en que Roberto estuviera sin novia. Por lo que Ramón me ha dicho, cada vez que su hermano corta con una mujer, vacía por completo su cuarto y pone estos muebles, que por cierto guarda en el trastero, y cuando vuelve a encontrar una chica que le gusta, lo primero que hace es averiguar cuales son las cosas que le apasionan, y decora su despacho en función de sus gustos.

Tras decir esto, Marta pagó la cuenta y en un ejercicio de discreción, inédito en ella, se fue sin decir palabra.


1 comentario:

papito dijo...

Guay, también es de agradecer la aportación de Carmen, espero el siguiente con mucha atención