Bueno, pues ya está aquí una nueva entrega de Los relatos del Padawan, que como siempre está disponible en iVOOX.
Como siempre, aquí teneis la versión en audio:
Y aquí el texto:
Llegué a la entrada del centro de especialidades de mi zona y busqué el mostrador de información.
- Hola. Tengo cita con el otorrino. - dije a la señora que atendía, mientras le entregaba mi volante.
- Tienes que subir a la primera planta y a mano izquierda busca la sala 103, para que te digan a que consulta tienes que ir. - me respondió.
- De acuerdo, gracias.
Esperé tranquilamente al ascensor, porque no me apetecía subir las escaleras, a pesar de que se trataba únicamente de un piso. Me complació comprobar, que no era el único vaguete presente, ya que conmigo se subió otro tipo que también iba a la primera planta. Se trataba de un hombre de unos cincuenta años, que no dejaba de tararear una melodía, de la que solo parecía saberse el estribillo.
- TAAA TARA TAAAA... TA TARAAAA… TAAA TARA TAAAAAAA... TA TARA.. TA.. TA..
Menos mal que solo se trataba de una planta, aun así cuando salí del ascensor, ya empezaba a reproducir la pegadiza tonada en mi cabeza.
Mientras trataba de orientarme, el tarareador impenitente me tomó la delantera, encontró la sala 103 y se puso a la cola de la recepción de pacientes, yo me situé justo tras él. Y tras unos instantes, pasó lo inevitable, ambos tarareabamos al unísono.
- TAAA TARA TAAAA... TA TARAAAA… TAAA TARA TAAAAAAA... TA TARA.. TA.. TA..
Al señor no pareció importarle que yo también participara y siguió a lo suyo, sin ni siquiera mirar atrás. Los que sí miraban, eran el resto de los integrantes de la cola, quienes nos observaban con cara de pocos amigos.
Entre tarareo y tarareo pude cotillear el volante que tenía en su poder mi compañero de coro, en el papel ponía: “consulta de otorrinolaringología, motivo: pérdida de audición”.
“Vaya” - pensé - “este está peor que yo, lo mío es una simple otitis”.
Por fin, le llegó el turno al cantarín. La recepcionista, cogió el volante, y tras un rápido vistazo dijo:
- Consulta 108, doctora Álamos.
- ¿Qué? - respondió él.
- ¡Consulta 108, doctora Álamos!
- ¿Cómo?
- ¡CONSULTA 108, DOCTORA ÁLAMOS!
- Ah, vale.
El señor se marchó tarareando y yo me acerqué al mostrador. Le tendí el volante a la recepcionista, mientras saludaba.
- Buenos días.
Ella echó un rápido vistazo al papel. En cuanto leyó que yo también iba a otorrinolaringología, me miró y dijo:
- ¡SALA 106, DOCTORA PELAEZ!
Yo salí de allí aún aturdido por el grito. Y busqué la consulta, que resultó estar puerta con puerta con la 108. Como yo soy un hombre experimentado, no me molesté en preguntarme que había pasado con la sala 107, hay misterios en el servicio sanitario español, que es mejor que el ciudadano medio, no conozca. Así que me senté al lado de mi compañero de melodía y seguimos a lo nuestro.
- TAAA TARA TAAAA... TA TARAAAA… TAAA TARA TAAAAAAA... TA TARA.. TA.. TA..
Al cabo de un rato salió una enfermera por la puerta 108.
- Javier Gutierrez. - llamó.
Nadie se inmutó.
- ¡Javier Gutierrez!
Silencio absoluto.
- ¡JAVIER GUTIERREZ!
- ¿Eh? - dijo mi compañero - Aquí, soy yo.
- Pase, la doctora lo recibirá ahora.
- ¿Qué?
- ¡Venga conmigo! - dijo la enfermera gesticulando.
Ellos se fueron juntos por la puerta 108 y yo me quedé ahí, solo, esperando, con mi tarareo.
- TAAA TARA TAAAA... TA TARAAAA…
De pronto, en un desafío de las leyes del espacio tiempo, la misma enfermera de antes, salió por la puerta 106.
- ¡Padawan!
- Aquí, no hace falta que levante la voz.
- ¡Venga con…! Perdón, -dijo bajando el tono -la costumbre, venga conmigo, haga el favor.
Pasamos a la sala, donde la doctora Pelaez me esperaba.
- Buenos días. - dije mientras tomaba asiento y le daba el volante.
- ¡Buenos días! - me gritó.
- No hace falta que grite, mi audición está perfectamente.
- ¿Entonces para que ha venido?
- Porque tengo otitis.
- En ese caso sus oídos no están bien, ¿no cree?
- Eeeeh. Vale, no tengo los oídos perfectos, pero no hace falta que grite.
- Muy bien, entonces. ¿A qué ha venido?
- Pues porque tengo otitis.
- Así me gusta, que ya vengan los pacientes diagnosticados de casa. Me encanta la época google, todo el mundo mira sus síntomas en internet y...
- A ver, mi doctora de cabecera, me ha diagnosticado la otitis, y ya me la ha tratado.
- ¿Si ya está tratado, qué hace aquí? - me interrumpió.
- Es que a ella le preocupa, porque esta es la segunda vez que me pasa en menos de 6 meses. Por eso me ha mandado aquí.
- Muy bien. Echemos un ojo a esa oreja.
Me senté en la silla de exploración y la doctora me metió el otoscopio tan dentro de los oídos que debió ver hasta mis pensamientos.
- Vale. - dijo al terminar – Lo que tiene es un eccema. Le voy a recetar unas gotas de aceite de almendras dulce. Tiene que echarse una gota en cada oído, dos veces por semana.
- Pero, ¿en los oídos?
- Claro, donde sino.
- Es que me ha parecido que hacía hincapié en lo de dulce y he pensado, el aceite será para la ensalada, porque sino daría igual que fueran almendras dulces o amargas y…
- Echeselo donde le apetezca.
- Jo, que carácter.
Salí de allí corriendo antes de que la doctora la emprendiese a golpes conmigo.
Al cerrar la puerta tras de mí, eché un vistazo al número de la consulta, por supuesto, se trataba del 107.
1 comentario:
Muy bueno, jejejeje. ¡cómo te acuerdas de todas estas anécdotas! Sin lugar a dudas tuvo que ver trito Jones ,)
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