12/30/2018

Quinta entrega del Podcast: 4 fotografías y una habitación.

Hola gente, nueva entrega del podcast y esta vez casi sobre la campana, o más bien sobre las campanadas de año nuevo.

Esta entrega es especial para mí, porque se trata de la primera colaboración del podcast. Carmen, fiel oyente de este podcast, se ha atrevido a saltar a la palestra y pone su fantástica voz para locutar uno de mis relatos. Mi agradecimiento infinito para ella.

 Espero que más gente se anime y aporte su voz, sus relatos o ambas cosas. Como siempre aquí os lo dejo en formato audio.


Y aquí en formato escrito. Que lo disfrutéis:

Cuatro fotografías y una habitación


Acudí al bar que hay al otro lado del parque, porque Marta había insistido hasta la saciedad en que había hecho uno de sus descubrimientos y por supuesto debía contármelo inmediatamente. Marta era una de esas personas que siempre pretenden saberlo todo de los demás, fijándose únicamente en su forma de vestir, de moverse o por el tono de su voz. No hace falta decir, que su índice de aciertos, estaba lejos de ser espectacular, pero de cuando en cuando acertaba. Por lo que siempre merecía la pena, gastar media tarde en la terraza del bar escuchando sus extrañas teorías, mientras veía a los calcinados turistas ir camino de la playa.

Normalmente, Marta usaba sus dotes de observación, sobre personas desconocidas, que encontraba por la calle o por el autobús, según ella porque adivinar cosas de gente que conocía bien, no tenía ningún mérito. Aunque según las malas lenguas, porque así era imposible determinar, cuando acertaba y cuando no. Por eso me sorprendió cuando me citó en el bar para hablarme sobre un descubrimiento sorprendente que había hecho sobre Roberto, mi novio. Dudaba que Marta pudiera contarme algo sobre él, que yo ignorase, pero tenía curiosidad por averiguar que es lo que sabía o creía saber.

Pasé bajo los árboles del parque, buscando siempre la escasa protección que brindaban sus sombras, frente al traicionero sol de julio. Pese a que llegué con cinco minutos de adelanto, Marta ya estaba sentada en una de las mesas con un refresco a medio beber. El sol apretaba de lo lindo aquella tarde, por lo que el camarero, había puesto un parasol junto a nuestra mesa, la cual quedaba sumida en una semipenubra que ocultaba la expresión en su rostro. Tras los saludos de rigor y de que el camarero nos trajera una ronda de bebidas, no pude reprimir más mi curiosidad y le pedí que me contara su descubrimiento. Como única respuesta, sacó de una carpeta de plástico duro, una fotografía que mostraba una estancia vacía de la casa de Roberto. La reconocí inmediatamente, se trataba de su despacho. Y digo la casa de Roberto, porque aún no vivíamos juntos, aunque yo tenía planes para que eso cambiara pronto.

El despacho en cuestión, era una habitación grande, pero acogedora. Con un sólido escritorio de roble, sobre el que había una ventana con las cortinas siempre descorridas para que entrara el sol. Frente a la mesa, había una cómoda silla de respaldo alto y recto. Las paredes, pintadas de un agradable tono pastel, estaban repletas de estanterías, llenas a partes iguales de fotos familiares y de libros de astronomía. Que era una de nuestras mutuas pasiones. La decoración daba un aire de amplitud, que hacía parecer la habitación más grande de lo que era.

Realmente la foto me gustó, ya que en ella se notaba lo mucho que nos parecíamos, así como la gran cantidad de gustos que teníamos en común.

- ¡Vaya! - le dije sorprendida - ¿Cuándo has sacado esa foto?
- La semana pasada durante la fiesta de cumpleaños de Roberto. - me respondió – Mientras estabais todos en la parcela.
- Ya decía yo, que te habías tirado mucho tiempo en el baño. - le dije para picarla. - Pero esta habitación la conozco de sobra y no creo que puedas decirme nada que yo no sepa.
- Yo creo que sí, porque mientras estaba allí, vi un álbum de fotos, que estoy segura que Roberto no te ha mostrado jamás.

- ¿Un ábum de fotos secreto? - respondí extrañada. ¿De qué hablas? No me dirás ahora que Roberto es un pervertido o algo así.

- No que yo sepa, en ese álbum guarda fotos de él con sus ex-novias y es ahí donde he hecho mi descubrimiento.

- No me digas, que te dedicaste a hurgar en eso. Yo tampoco le enseño a él las fotos de mis ex. Además, sabes que no soy celosa y no me importa que las conserve.

- Todo eso ya lo sé. - me replicó. - De lo que yo hablo es… - dudó un segundo no sabiendo como explicarse. - Será mejor que lo veas por tí misma. Como dice el dicho, “una imagen vale más que mil palabras”. O en este caso cuatro imágenes.

De la carpeta de plástico, Marta sacó 3 fotos más. En todas ellas, se veía la misma habitación.

En la primera fotografía, se veía a Roberto con Irene, una exnovia suya de hace cuatro años, quien yo ya conocía y a la que tenía catalogada como una fuerza del caos, adicta a los viajes. En seguida, Marta me pidió que me olvidara de ellos y me fijara en la habitación, que parecía realmente cambiada. Unas cortinas semitransparentes con un horroroso estampado de flores, cubrían por completo las ventanas. La mesa desaparecía bajo una enorme cantidad de objetos decorativos y en lugar de la cómoda silla de respaldo alto, había una incómoda silla de estilo étnico, bastante maltratada. El color de las paredes era marrón rojizo y las estanterías estaban cubiertas de atlas ilustrados, guías de viaje y fotos de paisajes exóticos. Todo estaba tan atestado de trastos, que la habitación parecía realmente pequeña.

En la segunda fotografía aparecía Roberto con una chica desconocida, pero vestida con el inconfundible estilo de los nuevos ricos, es decir, lujoso, pero extravagante. Una vez más, la habitación estaba casi irreconocible. Unas pesadas cortinas de terciopelo, tapaban por completo la luz del sol y tan solo un rayo de luz, se colaba por un pequeño costurón en el terciopelo. El escritorio y la silla eran de estilo castellano antiguo, posiblemente de imitación. Las paredes parecían encaladas y sobre ellas, no había estantería alguna, pero sí muchas reproducciones de cuadros famosos, principalmente de la época oscura de Goya, que daban un aire enrarecido y claustrofóbico al cuarto.

La última fotografía mostraba únicamente a Roberto, inclinado mirando a un cielo totalmente encapotado por la ventana, que carecía por completo de cortinas. Un sencillo escritorio de formica blanca y una silla anatómica de esas que no necesitan respaldo, era el único mobiliario junto a una pequeña estantería, en la que solo estaban los dos tomos del María Moliner y un diccionario de sinónimos.

Las paredes estaban pintadas de un sencillo color blanco algo polvoriento. La foto tenía un irremediable halo de tristeza.

- ¿Con quién estaba saliendo en ese momento? - pregunté señalando la última fotografía.

- Con nadie. - respondió Marta. - He hablado con Ramón, el hermano de Roberto, y él ha confirmado todas mis sospechas.

Marta señaló con cuidado la foto que ella misma había tomado hacía una semana.

- Aquí, se ve claramente que está saliendo contigo, que eres una amante de la familia y la astronomía. - mientras hablaba fué pasando el índice por los detalles que mencionaba. - Aquí dijo señalando a la siguiente foto, estaba con aquella neurótica de los viajes, en esta otra estaba con Alexandra, a la que Ramón llamaba, una pija sin dinero y esta última foto podría haberse hecho en cualquier momento en que Roberto estuviera sin novia. Por lo que Ramón me ha dicho, cada vez que su hermano corta con una mujer, vacía por completo su cuarto y pone estos muebles, que por cierto guarda en el trastero, y cuando vuelve a encontrar una chica que le gusta, lo primero que hace es averiguar cuales son las cosas que le apasionan, y decora su despacho en función de sus gustos.

Tras decir esto, Marta pagó la cuenta y en un ejercicio de discreción, inédito en ella, se fue sin decir palabra.


12/24/2018

Cuarta entrega del Podcast. La bruja y los hermanos.

Justo a tiempo para Navidad, el cuarto relato del Podcast. Esta vez es un cuento de miedo, con su bruja y todo, basado en una pesadilla que tuve hace muchos años. Seguramente será el último del año, pero no preocuparse que el año que viene continuaremos.


Como siempre, aquí lo tenéis en audio.


Y aquí escrito.

La Bruja y los hermanos

Se lanzó a correr por las estrechas callejuelas, el ruido de sus pasos sobre los adoquines rebotaba en las esquinas. Las diminutas luces de gas, situadas en cada esquina, apenas lograban aclarar la oscuridad de la noche sin estrellas.

Tenía prisa, mucha prisa. No reconocía las calles, ni las pequeñas cada de techos puntiagudos, pero de algún modo conocía el camino. Marchaba a la casa de su hermano mayor, tenía que llegar antes que la  bruja. Era muy importante llegar antes, apretó el paso. Giró a la derecha y la siguiente a la izquierda. Cada vez corría más y más rápido. La bruja le había dicho lo que pasaría si llegaba tarde, se quedaría con sus hermanos. Volvió a torcer a la izquierda, esquivó un tonel de manzanas negras, saltó un escalón de piedra y abrió de golpe la puerta.

Ya era tarde, la bruja estaba allí, con su sombrero de bruja, con sus pelos de bruja, con su nariz de bruja, su verruga de bruja, pero sin escoba. Ella se rió a carcajadas y desapareció.

No buscó a su hermano mayor, no hacía falta, ella se lo había llevado. Sintió ganas de llorar, pero no lo hizo, no había tiempo.

Echó a correr, tenía que llegar a casa de su hermano mediano. Debía ser más rápido, debía volar. Se convirtió en murciélago, agitó sus alas y voló. Se elevó a través de las casas y se lanzó en línea recta, volando cada vez más rápido. Atravesó una nube, cortó el viento y se lanzó en picado. Al tocar la calle se volvió de nuevo humano. Abrió la puerta, pero la bruja ya estaba allí.

No buscó a su hermano mediano, no miró a la bruja, no salió corriendo, no se fue volando. Simplemente, deseó estar en casa de su hermano pequeño y de pronto ya estaba allí. Esta vez, él había llegado antes. Su hermano le miró agradecido, sin pronunciar palabra alguna. No era necesario. La bruja llegó un segundo más tarde, gritando, maldiciendo, pero no le sirvió de nada.

Despertó en su cama, sabía que no había sido un sueño más, sabía muy bien lo que significaba, por eso se entristeció y sufrió, pero no se sorprendió cuando una semana más tarde su hermano mayor murió de un infarto mientras corría para alcanzar el autobús. Ni cuando un año después su hermano mediano desaparecía en un accodente aéreo. Pero jamás temió por su hermano pequeño.

11/14/2018

Tercera entrega del podcast: La verdad y el espejo.

Pues aquí va el tercer episodio del Podcast los relatos del pádawan. Os dejo tanto el enlace al audio (ivoox/ itunes), como el texto transcrito.

Espero que lo disfrutéis y ya sabéis, se aceptan críticas constructivas, cacahuetes y collejas siempre que sean dadas con cariño. ;)

Pd: Si queréis subscribiros a mi podcast, para no perderos nada, podéis hacerlo pinchando en este enlace.


LA VERDAD Y EL ESPEJO


- Es hora, de admitir la verdad. – dijo Barto con voz pesarosa – Nos hemos perdido.

- Querrás decir, que nos has perdido. - replicó con brusquedad Sharid, quien no era conocida precisamente por su sutileza.


La guerrera, perteneciente a la tribu humana del lago azul, poseía una lengua tan afilada como su espada y no tenía reparos en expresar su opinión, sin importarle las consecuencias.


Barto, suspiró elocuentemente. Para un explorador experto como él, que se había adentrado en los terrenos más hostiles, recorrido los lugares más ignotos y enfrentado a algunos de los laberintos más astutos de los enanos de las montañas azules, reconocer que había perdido el rumbo, no le resultaba nada fácil. Su orgullo de elfo del Bosque Dorado, le complicaba aún más reconocer su fracaso, ante la humana.


- Es cierto. La responsabilidad de guiarnos a través de este maldito laberinto es mía y he fracasado. - admitió casi escupiendo las palabras.


El explorador paseó inutilmente su mirada por las paredes del laberinto en que se encontraban. Todas eran idénticas, pese a que la estructura tenía miles de años, los muros, fabricados a partir de colosales bloques de obsidiana no mostraban los efectos del tiempo, ni había forma de marcarlos, a fin de poder saber por donde habían pasado ya. Había tratado de pintarlos con tiza y con sangre de animal, pero el muro parecía absorber las marcas y estas desaparecían en segundos. Trató de usar su cuchillo para tallar las marcas, pero su hoja se quebró antes de lograr hacer siquiera de hacer un simple arañazo. Dejó trozos de cuerdas en las intersecciones para lograr crear un camino de vuelta, pero al volver sobre sus pasos, la cuerda había desaparecido. Incluso intentó dibujar un mapa a medida que avanzaba, pero fracasó. Era como si los caminos cambiaran mágicamente y donde antes había un pasillo, ahora sólo había un muro.


- No me vengas con excusas. - le increpó la guerrera, pero su voz carecía de convicción. Aunque nunca lo admitiría en voz alta, el perturbador lugar, le empezaba a pasar factura. Y el hecho de que un explorador tan capaz como el elfo, no supiera salir del laberinto, daba alas a sus presentimientos más funestos.


- Tengo explosivos. - dijo de repente la humana – reduciremos este lugar a escombros.

- Este sitio es demasiado grande, no creo que tengas suficientes explosivos.

- Ya verás como sí, destruiré este lugar aunque sea lo último que haga.



- Esa es tu solución para todo, ¿verdad? Destruyes todo aquello que no puedes controlar. - dijo una voz desconocida en la oscuridad.



Barto y Sharid, se volvieron soprendidos hacia la voz, preparando sus armas para el combate, pero frente a ellos solo se encontraba un hombre anciano, vestido con una sencilla túnica y unas desvencijadas sandalias. No iba armado, pese a lo cual, la guerrera se movió con velocidad cegadora, para apoyar la punta de su espada en el cuello del viejo.



- ¿Vas a destruirme a mí también? - Se limitó a decir el recién llegado. - Gracias por darme la razón.

- ¿Quien demonios eres tú? - le gritó Barto - ¿De dónde has salido?

- Mi nombre es Kamul Oneva. Pero podéis llamarme Kamul - Respondió el anciano, sin perder ni un ápice la calma y la compostura. - Y vengo del centro del laberinto, por supuesto.

- ¡No es posible! - exclamó el elfo sin poder contenerse – No hay forma en que hayas podido llegar hasta allí, tú no has podido... Yo debería...

- Ah, entiendo. - le interrumpió Kamul sonriendo. - Así que si tú no has podido resolver este laberinto nadie más puede, ¿no es eso? Porque sin duda eres muy inteligente, y yo solamente un viejo inutil, ¿verdad?

- ¡Yo no he dicho eso! - replicó Barto a la defensiva. Pero una carcajada de Sharid, le interrumpió nuevamente.

- Este vejestorio te tiene calado – se burló la guerrera. - El gran explorador de los elfos, perdido y vencido por esta antigualla.

- También te ha calado a tí. - replicó furioso Barto – Solo sabes agitar esa espada, y destruir cosas.



La espada de la guerrera pasó del cuello del anciano a situarse delante de la boca del elfo en menos de un pestañeo.


- Cuida tu lengua si quieres conservarla.


Ambos se miraron en silencio sepulcral, hasta que Kamul rompió la tensión con un suave carraspeo.


- Ejem, bueno, ya os dicho quien soy y de donde vengo. Así que me parece que ahora es vuestro turno.


Sharid bajó lentamente el arma y se volvió hacia Kamul.


- Mira carcamal, aquí las preguntas las hacemos nosotros.

- Por favor, llamadme Kamul.

- Me da igual como te llames. Dime ahora mismo, que haces aquí.

- Yo vivo aquí.

- ¿Cómo dices?

- No por elección propia, os lo aseguro. Digamos que...

- ¿Vives aquí? - intervino Barto - ¿Y conoces el camino de salida?

- Por supuesto, puedo guiaros al exterior si es lo que queréis.

- Un momento. - interrumpió la guerrera – Hemos venido aquí por un motivo y no nos marcharemos sin haberlo cumplido.

- ¿Y para qué habéis venido?

- Para encontrar El Espejo de Aven Olumak.

- Ah, claro. Si por supuesto, el espejo se encuentra aquí, de hecho...

- Nos llevarás al centro del laberinto. - volvió a interrumpirle la guerrera.

- ¿Al centro? Pero...

- Allí es donde está el Espejo y nos llevarás ahora mismo.

- Verás, la cosa es que...


La espada de Sharid, volvió a colocarse peligrosamente cerca del escuálido cuello del anciano, quien se limitó a encogerse de hombros y señalar uno de los pasillos.


- Si sois tan amables de seguirme.


El grupo avanzó por el laberinto. Kamul los guiaba con decisión, sin dudar en ninguna intersección. Barto no podía sino maravillarse, pese a su amplia experiencia enfrentándose a laberintos, jamás se había enfrentado a ninguno tan diabólicamente enrevesado como ese y sin embargo su guía no parecía tener el menor problema para orientarse.


- Parece que te desenvuelves bien en los laberintos. - dijo el explorador con mal disimulado rencor en la voz.

- Te aseguro. - le respondió el anciano – que no hay motivo para tus celos, llevo mucho tiempo aquí, recorriendo estos pasillos y por eso se moverme por este lugar sin perderme, eso es todo.

- ¿Celos yo? No son celos, solo interés profesional.

- Claro, lo que tú digas. - respondió el anciano con una sonrisa sarcástica.

- ¿Por qué estás tú aquí? - intervino Sharid.

- Oh, bueno. Fué Aven Olumak el que me trajo aquí, hace ya mucho tiempo. Un buen tipo, el señor Olumak. Un hechicero de mucho talento. Utilizó sus conocimientos para crear artefactos mágicos que pudieran ayudar a sus congéneres. Fabricó la vara de las lluvias, que, como su nombre indica, era capaz tanto de invocar las lluvias como detenerlas, de esta manera acabaría con las sequías y las inundaciones. También creó golems de piedra, cada uno de ellos podía arar y sembrar un campo entero en un día, sin cansarse y sin necesitar alimento alguno. Creó cosas realmente fantásticas, y se las regaló a sus vecinos. Pero estos no sólo no se lo agradecieron, sino que quisieron usar sus creaciones para usos bélicos. Convirtieron a los golems en soldados casi invencibles y usaron la vara para anegar los campos de los pueblos rivales. Un desastre.

- ¿Y qué ocurrió entonces? - preguntó Barto.

- Al final el señor Olumak se cansó de ver como sus creaciones se usaban para tan viles objetivos y creó El Espejo. Después obligó a todos aquellos que habían corrompido sus artefactos a situarse frente al Espejo.

- ¿Qué hace exactamente el espejo?

El anciano soltó una breve carcajada.

- ¿Habéis venido a buscarlo y no sabéis lo que hace? Claro, vosotros sois simples mercenarios, alguien os ha pagado una bolsa de monedas de oro bien llena, para que os adentréis en el laberinto y le llevéis el Espejo. Y como buenos mercenarios, os da igual lo que sea ese artefacto o lo peligroso que sea. Mientras os paguen bien.

- No te atrevas a juzgarnos. - amenazó la guerrera.

- Yo no juzgo, me limito decir en voz alta la verdad. ¿Acaso he errado?

- No has contestado a la pregunta. - dijo Barto - ¿Qué hace el Espejo?

- Solo quieres cambiar de tema, pero es igual os lo diré. Te muestra a tí mismo tal y como eres de verdad.

- ¿No es eso lo que hacen todos los espejos? - bufó la guerrera.

- Claro que no. Los espejos normales, solo te muestran un reflejo, una imagen de tu cuerpo, y una imagen invertida además. El lado izquierdo de tu reflejo es tu lado derecho y viceversa. El Espejo en cambio, te muestra tu verdadero yo y no me refiero a una simple imagen de tu exterior, te enseña lo que eres, sin artificios y sin velos. Puedes ver la verdad desnuda de tu alma.

- ¿Y ya está? - replicó Barto – No suena tan terrible.

- No lo es, si de verdad consciente de tu auténtico yo y habitualmente eres sincero contigo mismo. De lo contrario, te puedes llevar una desagradable sorpresa. Además, si te enfrentas al espejo en compañía de otras personas, tu yo más oscuro quedará al descubierto para los demás.

- ¿Es eso lo que Aven Olumak hizo a sus congéneres?

- Sí. Los obligó a ponerse uno por uno delante del Espejo, frente al resto del pueblo. Sus más oscuros secretos y deseos al descubierto, tanto para sí mismos como para los demás. Para la mayoría, no fue una experiencia agradable. Casi todos abandonaron la región para no volver. Y del pueblo ya no quedan más que ruinas abandonadas.


El silencio se hizo en el grupo y siguieron avanzando así por los pasillos del laberinto, cada uno sumido en sus reflexiones. Tanto el elfo como la humana, se preguntaban en secreto, si serían capaces o no, de pasar la prueba del Espejo.


- ¿Y qué fue de él? - preguntó Sharid, pasado un buen rato.

- ¿Del señor Olumak? Bueno, vino aquí y creó este laberinto, y en su interior depositó todos sus artefactos, para que nunca volvieran a ser usados.

- ¿Y que hay de tí?

- A mí me trajo el propio señor Olumak, porque...- Kamul se detuvo al llegar ante una puerta que bloqueaba el pasillo. - Bueno, hemos llegado, tras esta puerta está el centro del laberinto. No hace falta que os pregunte si queréis entrar. Está claro que tú Sharid, ardes en deseos de ir y enfrentarte a la prueba del espejo, pero tú mi buen Barto, has decidido que no quieres hacerlo.

- ¡Cobarde! - le gritó la guerrera al elfo.

- Cobarde, sí. - aportó Kamul. - Pero más inteligente que tú.

- Entraré. - dijo el explorador – a pesar de que en su voz se destilaba el miedo.


Kamul se limitó a empujar con suavidad la puerta, que se abrió en ominoso silencio. Al otro lado solo había una pequeña cámara octogonal, totalmente vacía, salvo en su centro donde se encontraba un único féretro.


- ¿Qué trampa es esta? - exigió saber Sharid.

- Ninguna, me pediste que te trajera al centro del laberinto y aquí es. Aquí sólo está la morada final del gran Aven Olumak.

- ¿Donde están sus artefactos mágicos?

- Destruidos, cuando Olumak murió, sus golems de piedra se convirtieron en el polvo y la vara se deshizo en agua. Sólo el espejo perduró, pues muestra la verdad y la verdad puede ocultarse, pero no destruirse.


A continuación, el anciano susurró algo al oído de Barto. El cual lo miró con ojos despavoridos y en seguida echó a correr por el pasillo por el que habían venido, tan velozmente como si le persiguieran las hordas infernales.


- ¡Qué le has dicho! - gritó la guerrera, mientras volvía a apuntar con su espada al anciano.

- Sólo le he dado las indicaciones que necesita para salir del laberinto por su cuenta. Sé que jamás intentará volver a este lugar, ni le contará a nadie lo que aquí ha visto y oído. Te daría a tí la misma oportunidad de huir, pero en el fondo de tu mente crees que puedes sobrevivir a la verdad del Espejo, a pesar de todas las cosas que has hecho en tu vida.

- Soy una guerrera, no voy a pedir perdón por matar.

- ¿Eso incluye lo que pasó en la aldea de Kabil?

- Estábamos en guerra, hice lo que me ordenaron. - tartamudeó Sharid.

- ¿Y la masacre de las Cuevas Diamantinas?

- Se trataba de kobolds asquerosos, no eran humanos.

- Los mataste a todos, incluso a sus crías.


La guerrera dejó caer su espada, pues era incapáz de sujetarla.


- ¿Cómo sabes eso? ¿Dónde está el espejo? - preguntó Sharid, aunque en el fondo de su mente había empezado a sospechar la terrible verdad.


- Ya lo sabes. ¡Yo soy el Espejo!

10/05/2018

Segunda entrega del Podcast

Pues sí, acabo de publicar la segunda entrega de mi podcast, Los relatos del Padawan. Disponible en ivoox y en iTunes

Esta vez, se trata de un relato que escribí para un taller de literatura en el que participé hace algún tiempo. Es un poco intimista y trata de encoontrar tu lugar en el mundo. En fin, espero que os guste.


9/21/2018

Me he hecho podcaster

Pues si, gente. Me he hecho podcaster, una cosa que ya hacía tiempo que tenía ganas de hacer. 

Como ya sabéis, siempre me ha gustado escribir, que sí, que vale, que tardo un montón en escribir nuevos relatos, pero bueno, voy a intentar que el podcast sea de carácter quincenal y... no quiero oir ni una risa, esta vez me lo voy a tomar en serio y voy a cumplir con los plazos... Más o menos.

Bueno, que me liais, que he publicado mi primer podcast en IVOOX. Básicamente es un podcast de audio relatos, es decir mis relatos, pero en lugar de escritor, locutados con mi dulce y aterciopelada voz... ¿Qué os he dicho sobre lo de reíros? 

En fin, he empezado con el relato "Gomen Nasai" y... vale, ya lo sé, no es un relato nuevo, es uno que escribí para este mismo blog, allá por 2007, pero prometo que a partir del próxiumo capítulo, serán relatos nuevos y originales (salvo algún refrito ocasional, ejem).

Por aquí os dejo el audio.


Y aquí el enlace al relato original,  en este mismo blog.

¡Que lo disfrutéis!

8/19/2018

A Londres (otra vez). Día 6.

Y llegó nuestro último día en Londres. Así que asaltamos por última vez el buffet libre del hotel y tras acabar con la producción anual británica de huevos con beicon y dejar las maletas en la consigna, decidimos tomárnoslo en plan relax. Por lo que fuimos de nuevo a Hyde Park (no voy a poner más fotos de los patos y el lago porque sería un poco repetitivo), pero si que aprovechamos para visitar el Palacio de Kensington.


En la entrada, un cartel te indicaba que este palacio había sido la residencia de los jóvenes de la realeza británica desde hacía no se cuantos años. Por lo que sacamos la inevitable conclusión, de que se trataba de la "casita" a donde la reina enviaba a sus retoños y sus sobrinos cuando estaba hasta el moño de aguantarlos en Buckingham.

Total que así pasamos la mañana, hasta que nos llegó la hora de irnos para el aeropuerto. Recogimos las maletas y nos fuimos a pillar el autobús para el aeropuerto de Stanted. Y menos mal que salimos con tiempo, porque nos pilló un buen atasco de salida. Por si fuera poco, cuando pasamos por el control de seguridad, a alguien de mi familia, le tocó registro aleatorio y venga a abrir la maletay a desparramar todo el contenido y total para nada.

Por fin pudimos reponer fuerzas en uno de los bares del aeropuerto y entre lo que tardaron en servirnos, el retraso por el tráfico, más lo del control de seguridad, de repente nos quedaban menos de diez minutos para que cerraran el embarque de nuestro vuelo. Y nuestra puerta de embarque (como no) estaba en la otra punta del aeropuerto. Total que nos tocó correr y que no llegábamos  y.... Nuestro vuelo salía con retraso. De las pocas veces que me he alegrado que se retrasara mi avión. Al final embarcamos más de media hora tarde.

Tras embarcar y ocupar nuestros asientos, pensamos que ya todo iría sobre ruedas, pero no. Suena la megafonía interna:

- Les habla el sobrecargo de este vuelo. Ha aparecido una maleta azul sin identificar. Debido a la normativa de seguridad aérea, no se puede meter a bordo ninguna maleta que haya sido debidamente identificada, por lo que rogamos a cualquier pasajero que tenga información que nos lo indique inmediatamente, ya que hasta que no se aclare esto, no podemos despegar.

Y claro, ya tenemos a todos los pasajeros mirándose unos a otros, a ver de quien es la dichosa maletita. Pero el dueño no aparece. Y a las cinco minutos, vuelve la megafonía.

- A ver, que si no aparece el dueño de la maleta azul, tendremos que dejarla aquí en el aeropuerto (y luego no quiero quejas de que si ustedes han perdido mi equipaje).

Lo cierto, es que no sé que pasó al final con aquello, si apareció el dueño o si el bulto aquel se quedó en Londres, pero nuestros problemas aún no habían acabado.

- Les habla el piloto. El caso es que... se van a reír cuando se lo cuente. Pues es que resulta que el tema de las salidas van con retraso y tenemos que esperar a nuestro turno para esperar y las estimaciones que nos dan desde la torre de control son de entre una y dos horas de espera para despegar, así que ponganse cómodos y absténganse de pegarnos a mí y al resto de la tripulación, que al fin y al cabo no tenemos la culpa.

Ya os podéis imaginar el panorama. Los pasajeros entre enfadados y resignados. Pero al final nos sonrieron los hados de la aviación, ya que al cabo de apenas diez minutos.

- Al habla el piloto otra vez. Por fin con buenas noticias, nuestro despegue ha sido adelantado y en cinco minutos despegamos.

Así que por fin nos marchamos de tierras británicas y tras un vuelo sin (nuevos) incidentes aterrizamos en Madrid y... nos encontramos de bruces con la huelga de taxis. Menos mal que mi tío Julio vino a recogernos al aeropuerto y nos acercó hasta casa.

Y así dimos por concluido nuestro viaje a Londres. Espero que os haya gustado.

A Londres (otra vez). Día 5.

Una de las características que tiene viajar en grupo, es que a veces te toca visitar un sitio que no te interesa demasiado y es lo que me pasó a mí el quinto día de viaje. Y es que ese día, fue el de visitar sitios de compras. Concretamente fuimos a Harrods, el centro comercial más famoso de Londres.




Bueno, que os puedo contar. Si os digo que para mí es una especie de Corte Inglés con esteroides, pues seguramente habrá quien se enfade conmigo, pero es que para mí los grandes almacenes no tienen mucho interés. Así que perdonadme si no me interesaron las tiendas con artículos de lujo, las decoraciones doradas, las cafeterías que se albergan en su interior, sus cuartos de baño de lujo y todo eso.

Menos mal que mi madre y mi tía se compadecieron de mi padre y de un servidor y nos dejaron esperarlas en un pub cercano. Y para ser honestos, hay que reconocer que no tuvimos que esperarlas demasiado, así que la cosa no fue tan mal. Ellas disfrutaron de una buena mañana de tiendas y nosotros de una buena cerveza y todos contentos.

Cuando salieron, ya era la hora de comer, así que repusimos fuerzas en el mismo pub donde estábamos y luego nos fuimos a recorrer las tiendas de la zona.

Lo bueno, es que a partir de las cinco, empezó a refrescar y a nublarse, signo inequívoco de que iba a llover, por lo que pronto nos refugiamos en otro pub. Cosa que hicimos justo a tiempo de que se desencadenara una buena tormenta.



La tormenta duró más de una hora, pero lo bueno es que puso fin a la ola de calor que habíamos estado sufriendo desde el principio de nuestro viaje, lo malo es que aquel era el penúltimo día de nuestra estancia en Londres.

En breve, nuestras peripecias del sexto y último día en Londres.

8/15/2018

A Londres (otra vez). Día 4.

Y llegamos al cuarto día en la ciudad del Támesis. Decidimos darnos un paseito hasta la famosa Torre de Londres. A pesar de su nombre, se trata de un conjunto de edificios, entre los que destaca la Torre Blanca, que es la que da su nombre al lugar. Ha tenido múltiples funciones, entre las que destacan la de Palacio Real, Fortaleza (y prisión). Hoy por hoy, se usa como atracción turística y tiene el honor de albergar en su interior las joyas de la corona británica.

Pero me estoy adelantando, como he dicho fuimos hasta allí dando un paseito, por lo que pasamos por unos cuantos sitios interesantes antes de llegar allí, como por ejemplo:

El King's College de Londres, donde en vistas al calor que azotaba la ciudad, se montaron una atracción acuática improvisada:





También pasamos por el Real Palacio de Justicia:




Luego llegamos a la Iglesia del Temple, construida (cómo no) por los Templarios.






Anda mira, la catedral de San Pablo.


Y por fin, llegamos a la Torre de Londres.


Con su puerta del traidor.


Su Torre Blanca.


Sus instrumentos de tortura (al fin y al cabo, esto funcionó como una prisión y no de esas con piscina y gimnasio).


Su reloj de la Torre.


Su capilla.


Su clásica armadura inglesa.


¡Ejem! He dicho inglesa.


Eso está mejor. ¿Puede alguien explicarme por qué cada vez que voy a Londres me acabo haciendo una foto con una espada o una armadura samurai? En fin, dejémoslo correr.

También había un dragón.


En fin, un sitio bastante completito.



Y con esto damos por concluido el cuarto día. Próximamente, el quinto.

8/12/2018

A Londres (otra vez). Día 3.

Para nuestro tercer día, decidimos ponernos en plan cultural, así que nos encaminamos al Museo Británico, donde entre otras cosas los ingleses tienen guardado la mitad del patrimonio cultural de Egipto, no sea que se les pierda y tal.

Desgraciadamente, mientras caminabamos hacia allí, tuvimos la desgracia de pasar por delante de lo más parecido que hay en la tierra a un Agujero Negro, ya sabéis una región finita del espacio en cuyo interior existe una concentración de masa lo suficientemente elevada y densa como para generar un campo gravitatorio tal que ninguna partícula material, ni siquiera la luz, puede escapar de ella (definición sacada de la wikipedia). Por si no lo habéis pillado aún, me refiero a este impío lugar.


Y claro, ya tuvimos que hacer parada técnica (en honor a la verdad, la cosa no se demoró tanto como me temía).

Pero al final logramos escapar de allí, y llegamos a nuestro destino, el museo.




Una cosa interesante de Londres, es que aunque la entrada a sus edificios históricos suele ser cara, en torno a las 20 libras, para entrar en el Parlamento, La Abadía de Westminster, la Torre de Londres... La entrada a los museos suele ser gratuita, lo cual me parece un acierto.






Tanta cultura es una cosa que abre el apetito, así que nos fuimos a degustar el clásico por excelencia de la gastronomía británica, el fish & chip:


¿Qué que pinta esa hamburguesa ahí? Bueno, ya sabéis que el pescado y yo, no es que no nos llevemos bien, es que no nos llevamos y punto. Pero mis padres y mi tía, si que probaron el fish & chip (para los que no lo halláis probado nunca, me han dicho que básicamente se trata de bacalao empanado y patatas).

Y tras la mañana cultural, nos dedicamos a relajarnos. Primero nos pasamos por la famosa Trafalgar Square.




Y como el día había empezado de compras, pues nos fuimos a Piccadilly Circus.




Después de caminar bastante por la zona, decidimos volver al hotel en autobús, es que ya estábamos de andar hasta el gorro. La media de kilómetros andados por día mientras estuvimos en Londres pasaba de largo la veintena y nosotros habíamos ido a visitar una ciudad, no a hacer el camino de Santiago (o en nuestro caso el de San Jorge).

Así que tras un rato de pelearnos con dos aplicaciones de Mapas, 3 de itinerarios de autobuses y la manía de los anglosajones de conducir por el lado equivocado de la vía, encontramos la parada correcta y tras solo dos intentos, conseguimos decidir en que sentido de la circulación teníamos que coger el autobús (sí, yo también me acordé de mis aventuras en Rusia).

Total, que nos sentamos en la parada a esperar el autobús 94.... Y no venía, llegaron, el 101, el 103, el 92, el raíz cuadrada de Pi... Todos menos el nuestro. Y claro, afloraron los nervios.

- ¿Seguro que esta es nuestra parada?
- Seguro.
- ¿Pero seguro, seguro?
- Bueno, ahí ponen los números de los autobuses que paran aquí y el 94 figura claramente.
 Ya, pero no llega.
- ¿Y si cogemos el 103? Por ahí viene uno.
- Pero es que ese no nos sirve.
- Pues el raíz cuadrada de Pi.
- Tampoco nos sirve.

Preguntamos a otras personas que también estaban esperando, pero resultaron ser un matrimonio de Zaragoza y sus hijos, que también esperaban al 94 y estaban igual de perdidos que nosotros. 

Al final, un chaval, vino en nuestro auxilio. Afortunadamente, él si sabía manejar bien las aplicaciones de autobuses locales y nos pudo informar de que se había producido una avería en el 94 y que iba a tardar en llegar.

Así que decidimos encaminarnos al metro. El suburbano londinense está bastante bien, pero tiene un defectillo. Carece de aire acondicionado, lo que no suele ser un problema durante la mayor parte del año, pero en verano y en medio  de una de las peores olas de calor desde 2013, pues ya os podéis imaginar.

Lo importante es que llegamos sanos y salvos a destino, y justo a tiempo  para cenar algo.

Próximamente, las aventuras del cuarto día.