Y llegó nuestro último día en Londres. Así que asaltamos por última vez el buffet libre del hotel y tras acabar con la producción anual británica de huevos con beicon y dejar las maletas en la consigna, decidimos tomárnoslo en plan relax. Por lo que fuimos de nuevo a Hyde Park (no voy a poner más fotos de los patos y el lago porque sería un poco repetitivo), pero si que aprovechamos para visitar el Palacio de Kensington.
En la entrada, un cartel te indicaba que este palacio había sido la residencia de los jóvenes de la realeza británica desde hacía no se cuantos años. Por lo que sacamos la inevitable conclusión, de que se trataba de la "casita" a donde la reina enviaba a sus retoños y sus sobrinos cuando estaba hasta el moño de aguantarlos en Buckingham.
Total que así pasamos la mañana, hasta que nos llegó la hora de irnos para el aeropuerto. Recogimos las maletas y nos fuimos a pillar el autobús para el aeropuerto de Stanted. Y menos mal que salimos con tiempo, porque nos pilló un buen atasco de salida. Por si fuera poco, cuando pasamos por el control de seguridad, a alguien de mi familia, le tocó registro aleatorio y venga a abrir la maletay a desparramar todo el contenido y total para nada.
Por fin pudimos reponer fuerzas en uno de los bares del aeropuerto y entre lo que tardaron en servirnos, el retraso por el tráfico, más lo del control de seguridad, de repente nos quedaban menos de diez minutos para que cerraran el embarque de nuestro vuelo. Y nuestra puerta de embarque (como no) estaba en la otra punta del aeropuerto. Total que nos tocó correr y que no llegábamos y.... Nuestro vuelo salía con retraso. De las pocas veces que me he alegrado que se retrasara mi avión. Al final embarcamos más de media hora tarde.
Tras embarcar y ocupar nuestros asientos, pensamos que ya todo iría sobre ruedas, pero no. Suena la megafonía interna:
- Les habla el sobrecargo de este vuelo. Ha aparecido una maleta azul sin identificar. Debido a la normativa de seguridad aérea, no se puede meter a bordo ninguna maleta que haya sido debidamente identificada, por lo que rogamos a cualquier pasajero que tenga información que nos lo indique inmediatamente, ya que hasta que no se aclare esto, no podemos despegar.
Y claro, ya tenemos a todos los pasajeros mirándose unos a otros, a ver de quien es la dichosa maletita. Pero el dueño no aparece. Y a las cinco minutos, vuelve la megafonía.
- A ver, que si no aparece el dueño de la maleta azul, tendremos que dejarla aquí en el aeropuerto (y luego no quiero quejas de que si ustedes han perdido mi equipaje).
Lo cierto, es que no sé que pasó al final con aquello, si apareció el dueño o si el bulto aquel se quedó en Londres, pero nuestros problemas aún no habían acabado.
- Les habla el piloto. El caso es que... se van a reír cuando se lo cuente. Pues es que resulta que el tema de las salidas van con retraso y tenemos que esperar a nuestro turno para esperar y las estimaciones que nos dan desde la torre de control son de entre una y dos horas de espera para despegar, así que ponganse cómodos y absténganse de pegarnos a mí y al resto de la tripulación, que al fin y al cabo no tenemos la culpa.
Ya os podéis imaginar el panorama. Los pasajeros entre enfadados y resignados. Pero al final nos sonrieron los hados de la aviación, ya que al cabo de apenas diez minutos.
- Al habla el piloto otra vez. Por fin con buenas noticias, nuestro despegue ha sido adelantado y en cinco minutos despegamos.
Así que por fin nos marchamos de tierras británicas y tras un vuelo sin (nuevos) incidentes aterrizamos en Madrid y... nos encontramos de bruces con la huelga de taxis. Menos mal que mi tío Julio vino a recogernos al aeropuerto y nos acercó hasta casa.
Y así dimos por concluido nuestro viaje a Londres. Espero que os haya gustado.
A Londres (otra vez). Día 5.
Una de las características que tiene viajar en grupo, es que a veces te toca visitar un sitio que no te interesa demasiado y es lo que me pasó a mí el quinto día de viaje. Y es que ese día, fue el de visitar sitios de compras. Concretamente fuimos a Harrods, el centro comercial más famoso de Londres.
Bueno, que os puedo contar. Si os digo que para mí es una especie de Corte Inglés con esteroides, pues seguramente habrá quien se enfade conmigo, pero es que para mí los grandes almacenes no tienen mucho interés. Así que perdonadme si no me interesaron las tiendas con artículos de lujo, las decoraciones doradas, las cafeterías que se albergan en su interior, sus cuartos de baño de lujo y todo eso.
Menos mal que mi madre y mi tía se compadecieron de mi padre y de un servidor y nos dejaron esperarlas en un pub cercano. Y para ser honestos, hay que reconocer que no tuvimos que esperarlas demasiado, así que la cosa no fue tan mal. Ellas disfrutaron de una buena mañana de tiendas y nosotros de una buena cerveza y todos contentos.
Cuando salieron, ya era la hora de comer, así que repusimos fuerzas en el mismo pub donde estábamos y luego nos fuimos a recorrer las tiendas de la zona.
Lo bueno, es que a partir de las cinco, empezó a refrescar y a nublarse, signo inequívoco de que iba a llover, por lo que pronto nos refugiamos en otro pub. Cosa que hicimos justo a tiempo de que se desencadenara una buena tormenta.
La tormenta duró más de una hora, pero lo bueno es que puso fin a la ola de calor que habíamos estado sufriendo desde el principio de nuestro viaje, lo malo es que aquel era el penúltimo día de nuestra estancia en Londres.
En breve, nuestras peripecias del sexto y último día en Londres.
Bueno, que os puedo contar. Si os digo que para mí es una especie de Corte Inglés con esteroides, pues seguramente habrá quien se enfade conmigo, pero es que para mí los grandes almacenes no tienen mucho interés. Así que perdonadme si no me interesaron las tiendas con artículos de lujo, las decoraciones doradas, las cafeterías que se albergan en su interior, sus cuartos de baño de lujo y todo eso.
Menos mal que mi madre y mi tía se compadecieron de mi padre y de un servidor y nos dejaron esperarlas en un pub cercano. Y para ser honestos, hay que reconocer que no tuvimos que esperarlas demasiado, así que la cosa no fue tan mal. Ellas disfrutaron de una buena mañana de tiendas y nosotros de una buena cerveza y todos contentos.
Cuando salieron, ya era la hora de comer, así que repusimos fuerzas en el mismo pub donde estábamos y luego nos fuimos a recorrer las tiendas de la zona.
Lo bueno, es que a partir de las cinco, empezó a refrescar y a nublarse, signo inequívoco de que iba a llover, por lo que pronto nos refugiamos en otro pub. Cosa que hicimos justo a tiempo de que se desencadenara una buena tormenta.
La tormenta duró más de una hora, pero lo bueno es que puso fin a la ola de calor que habíamos estado sufriendo desde el principio de nuestro viaje, lo malo es que aquel era el penúltimo día de nuestra estancia en Londres.
En breve, nuestras peripecias del sexto y último día en Londres.
8/15/2018
A Londres (otra vez). Día 4.
Y llegamos al cuarto día en la ciudad del Támesis. Decidimos darnos un paseito hasta la famosa Torre de Londres. A pesar de su nombre, se trata de un conjunto de edificios, entre los que destaca la Torre Blanca, que es la que da su nombre al lugar. Ha tenido múltiples funciones, entre las que destacan la de Palacio Real, Fortaleza (y prisión). Hoy por hoy, se usa como atracción turística y tiene el honor de albergar en su interior las joyas de la corona británica.
Pero me estoy adelantando, como he dicho fuimos hasta allí dando un paseito, por lo que pasamos por unos cuantos sitios interesantes antes de llegar allí, como por ejemplo:
El King's College de Londres, donde en vistas al calor que azotaba la ciudad, se montaron una atracción acuática improvisada:
También pasamos por el Real Palacio de Justicia:
Luego llegamos a la Iglesia del Temple, construida (cómo no) por los Templarios.
Anda mira, la catedral de San Pablo.
Y por fin, llegamos a la Torre de Londres.
Con su puerta del traidor.
Su Torre Blanca.
Sus instrumentos de tortura (al fin y al cabo, esto funcionó como una prisión y no de esas con piscina y gimnasio).
Su reloj de la Torre.
Su capilla.
Su clásica armadura inglesa.
¡Ejem! He dicho inglesa.
Eso está mejor. ¿Puede alguien explicarme por qué cada vez que voy a Londres me acabo haciendo una foto con una espada o una armadura samurai? En fin, dejémoslo correr.
También había un dragón.
En fin, un sitio bastante completito.
Y con esto damos por concluido el cuarto día. Próximamente, el quinto.
Pero me estoy adelantando, como he dicho fuimos hasta allí dando un paseito, por lo que pasamos por unos cuantos sitios interesantes antes de llegar allí, como por ejemplo:
El King's College de Londres, donde en vistas al calor que azotaba la ciudad, se montaron una atracción acuática improvisada:
También pasamos por el Real Palacio de Justicia:
Luego llegamos a la Iglesia del Temple, construida (cómo no) por los Templarios.
Anda mira, la catedral de San Pablo.
Y por fin, llegamos a la Torre de Londres.
Con su puerta del traidor.
Su Torre Blanca.
Sus instrumentos de tortura (al fin y al cabo, esto funcionó como una prisión y no de esas con piscina y gimnasio).
Su reloj de la Torre.
Su capilla.
Su clásica armadura inglesa.
¡Ejem! He dicho inglesa.
Eso está mejor. ¿Puede alguien explicarme por qué cada vez que voy a Londres me acabo haciendo una foto con una espada o una armadura samurai? En fin, dejémoslo correr.
También había un dragón.
En fin, un sitio bastante completito.
Y con esto damos por concluido el cuarto día. Próximamente, el quinto.
8/12/2018
A Londres (otra vez). Día 3.
Para nuestro tercer día, decidimos ponernos en plan cultural, así que nos encaminamos al Museo Británico, donde entre otras cosas los ingleses tienen guardado la mitad del patrimonio cultural de Egipto, no sea que se les pierda y tal.
Desgraciadamente, mientras caminabamos hacia allí, tuvimos la desgracia de pasar por delante de lo más parecido que hay en la tierra a un Agujero Negro, ya sabéis una región finita del espacio en cuyo interior existe una concentración de masa lo suficientemente elevada y densa como para generar un campo gravitatorio tal que ninguna partícula material, ni siquiera la luz, puede escapar de ella (definición sacada de la wikipedia). Por si no lo habéis pillado aún, me refiero a este impío lugar.
Y claro, ya tuvimos que hacer parada técnica (en honor a la verdad, la cosa no se demoró tanto como me temía).
Pero al final logramos escapar de allí, y llegamos a nuestro destino, el museo.
Una cosa interesante de Londres, es que aunque la entrada a sus edificios históricos suele ser cara, en torno a las 20 libras, para entrar en el Parlamento, La Abadía de Westminster, la Torre de Londres... La entrada a los museos suele ser gratuita, lo cual me parece un acierto.
Tanta cultura es una cosa que abre el apetito, así que nos fuimos a degustar el clásico por excelencia de la gastronomía británica, el fish & chip:
¿Qué que pinta esa hamburguesa ahí? Bueno, ya sabéis que el pescado y yo, no es que no nos llevemos bien, es que no nos llevamos y punto. Pero mis padres y mi tía, si que probaron el fish & chip (para los que no lo halláis probado nunca, me han dicho que básicamente se trata de bacalao empanado y patatas).
Y tras la mañana cultural, nos dedicamos a relajarnos. Primero nos pasamos por la famosa Trafalgar Square.
Y como el día había empezado de compras, pues nos fuimos a Piccadilly Circus.
Después de caminar bastante por la zona, decidimos volver al hotel en autobús, es que ya estábamos de andar hasta el gorro. La media de kilómetros andados por día mientras estuvimos en Londres pasaba de largo la veintena y nosotros habíamos ido a visitar una ciudad, no a hacer el camino de Santiago (o en nuestro caso el de San Jorge).
Así que tras un rato de pelearnos con dos aplicaciones de Mapas, 3 de itinerarios de autobuses y la manía de los anglosajones de conducir por el lado equivocado de la vía, encontramos la parada correcta y tras solo dos intentos, conseguimos decidir en que sentido de la circulación teníamos que coger el autobús (sí, yo también me acordé de mis aventuras en Rusia).
Total, que nos sentamos en la parada a esperar el autobús 94.... Y no venía, llegaron, el 101, el 103, el 92, el raíz cuadrada de Pi... Todos menos el nuestro. Y claro, afloraron los nervios.
- ¿Seguro que esta es nuestra parada?
- Seguro.
- ¿Pero seguro, seguro?
- Bueno, ahí ponen los números de los autobuses que paran aquí y el 94 figura claramente.
Ya, pero no llega.
- ¿Y si cogemos el 103? Por ahí viene uno.
- Pero es que ese no nos sirve.
- Pues el raíz cuadrada de Pi.
- Tampoco nos sirve.
Preguntamos a otras personas que también estaban esperando, pero resultaron ser un matrimonio de Zaragoza y sus hijos, que también esperaban al 94 y estaban igual de perdidos que nosotros.
Al final, un chaval, vino en nuestro auxilio. Afortunadamente, él si sabía manejar bien las aplicaciones de autobuses locales y nos pudo informar de que se había producido una avería en el 94 y que iba a tardar en llegar.
Así que decidimos encaminarnos al metro. El suburbano londinense está bastante bien, pero tiene un defectillo. Carece de aire acondicionado, lo que no suele ser un problema durante la mayor parte del año, pero en verano y en medio de una de las peores olas de calor desde 2013, pues ya os podéis imaginar.
Lo importante es que llegamos sanos y salvos a destino, y justo a tiempo para cenar algo.
Próximamente, las aventuras del cuarto día.
Desgraciadamente, mientras caminabamos hacia allí, tuvimos la desgracia de pasar por delante de lo más parecido que hay en la tierra a un Agujero Negro, ya sabéis una región finita del espacio en cuyo interior existe una concentración de masa lo suficientemente elevada y densa como para generar un campo gravitatorio tal que ninguna partícula material, ni siquiera la luz, puede escapar de ella (definición sacada de la wikipedia). Por si no lo habéis pillado aún, me refiero a este impío lugar.
Y claro, ya tuvimos que hacer parada técnica (en honor a la verdad, la cosa no se demoró tanto como me temía).
Pero al final logramos escapar de allí, y llegamos a nuestro destino, el museo.
Una cosa interesante de Londres, es que aunque la entrada a sus edificios históricos suele ser cara, en torno a las 20 libras, para entrar en el Parlamento, La Abadía de Westminster, la Torre de Londres... La entrada a los museos suele ser gratuita, lo cual me parece un acierto.
Tanta cultura es una cosa que abre el apetito, así que nos fuimos a degustar el clásico por excelencia de la gastronomía británica, el fish & chip:
¿Qué que pinta esa hamburguesa ahí? Bueno, ya sabéis que el pescado y yo, no es que no nos llevemos bien, es que no nos llevamos y punto. Pero mis padres y mi tía, si que probaron el fish & chip (para los que no lo halláis probado nunca, me han dicho que básicamente se trata de bacalao empanado y patatas).
Y tras la mañana cultural, nos dedicamos a relajarnos. Primero nos pasamos por la famosa Trafalgar Square.
Y como el día había empezado de compras, pues nos fuimos a Piccadilly Circus.
Después de caminar bastante por la zona, decidimos volver al hotel en autobús, es que ya estábamos de andar hasta el gorro. La media de kilómetros andados por día mientras estuvimos en Londres pasaba de largo la veintena y nosotros habíamos ido a visitar una ciudad, no a hacer el camino de Santiago (o en nuestro caso el de San Jorge).
Así que tras un rato de pelearnos con dos aplicaciones de Mapas, 3 de itinerarios de autobuses y la manía de los anglosajones de conducir por el lado equivocado de la vía, encontramos la parada correcta y tras solo dos intentos, conseguimos decidir en que sentido de la circulación teníamos que coger el autobús (sí, yo también me acordé de mis aventuras en Rusia).
Total, que nos sentamos en la parada a esperar el autobús 94.... Y no venía, llegaron, el 101, el 103, el 92, el raíz cuadrada de Pi... Todos menos el nuestro. Y claro, afloraron los nervios.
- ¿Seguro que esta es nuestra parada?
- Seguro.
- ¿Pero seguro, seguro?
- Bueno, ahí ponen los números de los autobuses que paran aquí y el 94 figura claramente.
Ya, pero no llega.
- ¿Y si cogemos el 103? Por ahí viene uno.
- Pero es que ese no nos sirve.
- Pues el raíz cuadrada de Pi.
- Tampoco nos sirve.
Preguntamos a otras personas que también estaban esperando, pero resultaron ser un matrimonio de Zaragoza y sus hijos, que también esperaban al 94 y estaban igual de perdidos que nosotros.
Al final, un chaval, vino en nuestro auxilio. Afortunadamente, él si sabía manejar bien las aplicaciones de autobuses locales y nos pudo informar de que se había producido una avería en el 94 y que iba a tardar en llegar.
Así que decidimos encaminarnos al metro. El suburbano londinense está bastante bien, pero tiene un defectillo. Carece de aire acondicionado, lo que no suele ser un problema durante la mayor parte del año, pero en verano y en medio de una de las peores olas de calor desde 2013, pues ya os podéis imaginar.
Lo importante es que llegamos sanos y salvos a destino, y justo a tiempo para cenar algo.
Próximamente, las aventuras del cuarto día.
8/05/2018
A Londres (otra vez). Día 2.
Tras el típico y suculento desayuno británico, ya sabéis: judías, salchichas, huevos revueltos y... (¿beicon? ¿bacon? ¿como demonios se escribe?) ...y panceta. Nos lanzamos a descubrir los recónditos rincones de la ciudad.
Primero atravesamos nuevamente Hyde Park y saludos a algunos de sus más distinguidos habitantes.
Luego pasamos por el Arco de Wellington.
Seguimos hasta el Palacio de Buckingham, donde pudimos ver el final del cambio de guardia.
Y llegamos a la Abadía de Westminster.
Una vez recorrida la abadía, nos fuimos a comer a "The Albert" un estupendo restaurante, que conserva el estilo victoriano, el cual nos fue recomendado por mi amiga Conchi, a quien recordareis de otros eventos de este blog, como el Viaje a Rusia o de los estrenos de Star Wars.
A Conchi la volveremos a tener por estos lares en el próximo viaje a...
- ¡Spoilers!
- Ups, lo siento. Bueno, Conchi, les podríamos dar una pista a mis fieles lectores sobre a dónde ...
- ¡Chitón!
- Pero...
- Punto en boca.
- Está bien.
En fin, tras recuperar las fuerzas, nos fuimos al Parlamento, aunque era difícil hacerle una buena foto, ya que estaba casi todo en obras.
En frente del parlamento, se producía una multitudinaria manifestación en contra del Brexit.
Vale, eran cuatro gatos, pero le ponían muchas ganas.
Después fuimos siguiendo el río (me refiero al Támesis, lo aclaro para aquellos que como yo, nunca fuimos muy finos en clase de geografía) y llegamos a la Catedral de San Pablo.
Por cierto, que justo detrás de la catedral, hay una plaza donde han puesto una pantalla gigante y unas hamacas, para que la gente se relaje mientras toma un refrigerio.
Luego pasamos al otro lado del río, cruzando por el Puente del Milenio.
Pasamos por delante del teatro Globe.
Y por fin, vislumbramos el famoso puente de la Torre.
Y la Torre de Londres
Por cierto, en las cercanías del puente, había un montón de gente que se habían reunido para hacer ejercicio (lo que tiene su mérito, porque hacía bastante calor).
Y estas son las vistas desde el puente.
Y con eso damos por concluido el segundo día. Espero que os esté gustando. Nos vemos en el día 3.
Primero atravesamos nuevamente Hyde Park y saludos a algunos de sus más distinguidos habitantes.
Luego pasamos por el Arco de Wellington.
Seguimos hasta el Palacio de Buckingham, donde pudimos ver el final del cambio de guardia.
Y llegamos a la Abadía de Westminster.
Una vez recorrida la abadía, nos fuimos a comer a "The Albert" un estupendo restaurante, que conserva el estilo victoriano, el cual nos fue recomendado por mi amiga Conchi, a quien recordareis de otros eventos de este blog, como el Viaje a Rusia o de los estrenos de Star Wars.
A Conchi la volveremos a tener por estos lares en el próximo viaje a...
- ¡Spoilers!
- Ups, lo siento. Bueno, Conchi, les podríamos dar una pista a mis fieles lectores sobre a dónde ...
- ¡Chitón!
- Pero...
- Punto en boca.
- Está bien.
En fin, tras recuperar las fuerzas, nos fuimos al Parlamento, aunque era difícil hacerle una buena foto, ya que estaba casi todo en obras.
En frente del parlamento, se producía una multitudinaria manifestación en contra del Brexit.
Vale, eran cuatro gatos, pero le ponían muchas ganas.
Después fuimos siguiendo el río (me refiero al Támesis, lo aclaro para aquellos que como yo, nunca fuimos muy finos en clase de geografía) y llegamos a la Catedral de San Pablo.
Por cierto, que justo detrás de la catedral, hay una plaza donde han puesto una pantalla gigante y unas hamacas, para que la gente se relaje mientras toma un refrigerio.
Luego pasamos al otro lado del río, cruzando por el Puente del Milenio.
Pasamos por delante del teatro Globe.
Y por fin, vislumbramos el famoso puente de la Torre.
Y la Torre de Londres
Por cierto, en las cercanías del puente, había un montón de gente que se habían reunido para hacer ejercicio (lo que tiene su mérito, porque hacía bastante calor).
Y estas son las vistas desde el puente.
Y con eso damos por concluido el segundo día. Espero que os esté gustando. Nos vemos en el día 3.