Tras una merecida noche de descanso, Conchi y yo decidimos empezar el día con un buen desayuno, para aprovisionarmos fuimos a un centro comercial situado enfrente de nuestro hotel. Por cierto, el centro comercial abría las 24 horas, de hecho vimos muchos establecimientos con ese horario.
Nada más entrar, nos encontramos con un puesto de zumos naturales, te los exprimían sobre la marcha y te los tomabas allí mismo, así que decidimos tomarnos nuestra ración de vitaminas. Conchi se pidió el clásico zumo de naranja y yo opté por uno de Kiwi. A la dependienta, que no tenía ni idea de inglés y no digamos ya de español, le costó un poco entendernos, pero tras un rato de mímica y de señalar a una foto de una naranja y a otra foto de un kiwi, conseguimos hacerla entender lo que queríamos. O eso creímos. Tras un rato de trastear con la liquadora, nos sirvió un vaso con un líquido verde. Probé el zumo y...
Yo: Mmmm, no está mal, pero le noto un sabor un poco raro a este kiwi.
Conchi (prueba el zumo): Lógico, como que te ha mezclado la naranja y el kiwi en un mismo zumo.
Yo: Va a ser eso, (le echo otro tiento al zumo) el caso es que está rico.
Finalmente pedimos otro zumo solo de naranja para Conchi y nos fuimos a comprar provisiones. Tras degustar nuestro desayuno en un parque cercano, decidimos pasar la mañana recorriendo las estaciones más emblemáticas del metro de Moscú.
Ya he hablado un poco en el post anterior del impresionante suburbano de la capital rusa, pero en verdad que es una obra de arte. No solo es que sean enormes y están decoradas de forma realmente alucinante, sino que no hay dos estaciones iguales e incluso en una misma estación la decoración cambia en función del andén en el que te encuentres, Lámparas enormes, mosaicos, esculturas, grabados...
Como puede verse, es francamente impresionante.
Después de estar un par de horas dando vueltas por el metro, decidimos salir a la superficie y como no estabamos lejos de la calle Arbat, decidimos dar un paseo por ella. La calle Arbat es una calle peatonal, llena de tiendas y restaurantes. Así que nos vino bien tanto para curiosear, como para reponer fuerzas.
Al principio nos sorprendió que las tiendas de souvenirs estuvieran bastante vacías, pero tras entrar en un par de ellas, adivinamos el motivo. Los dependientes rusos son bastante agobiantes, en cuanto entras por la puerta ya tienes a alghuien a tu lado intentando venderte la mitad de su inventario. Huelga decir, que tanto agobio provocó que no compraramos nada.
Tras comer en un restaurante turco, donde se comía bastante bien, nos fuimos a visitar el ministerio de asuntos exteriores. Qu es uno de esos edificios enormes que tanto les gustan a los moscovitas.
Una pena que estuviera en obras, pero aún así su tamaño es algo que realmente intimida.
Después decidimos ir a ver el Parque Kolomenskoye, a las afueras de Moscú.
En este parque está la iglesia de la Ascensión.
La Iglesia de Nuestra Señora de Kazan
Y la iglesia de ... Francamente no me acuerdo, a ver si Conchi en los comentarios nos chiva la respuesta:
La verdad es que nos dimos un buen pateo y nos pegamos una panzada a subir escaleras. Al final de la visita encontramos el palacio de madera del Zar Alexey Mikhailovich.
Y hasta aquí las visitas del segundo día. Próximamente la tercera entrega de este viaje.
Pues no recuerdo el nombre... solo recuerdo... que después de subir las escaleras para verla ya me siento preparada para escalar el everest 😭
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