Y finalmente se acabó mi periplo por Londres, así que hice mi equipaje y me apresté para irme. Lo primero fue bajar a la recepción del hotel.
Recepcionista: A las buenas. ¿Qué desea?
Yo: Que voy a dejar la habitación trescientos cincuenta y cinco.
Recepcionista: Es decir que deja usted la habitación tres, cinco, cinco.
Yo: Estoooo, si, supongo que esa también.
Superado el trámite de la recepción, me encamino a la estación del underground (o lo que es lo mismo, el metro o el suburbano si es que eres recepcionista de hotel). Para mi desgracia era la hora punta y moverse por allí con un maletón no resultaba tarea fácil. Pronto quedamos totalmente encajonados en el anden, a la espera de la llegada del metro. Estábamos tan apelotonados que no pude evitar sorprender la conversación de un grupo de señoras que estaban pegadas a mí.
Señora 1: Esto es horrible, parecemos ganado.
Señora 2: Beeee.
Señora 3: (falsamente indignada): Creo que alguien me ha tocado el culo.
Señora 1: No te hagas ilusiones querida, que te lo he tocado yo sin querer.
Señora 2: Beeee.
Señora 3: (realmente indignada): Pues vaya, para una que me lo tocan.
Señora 1: Esto no hay quien lo aguante, si pudiera me liaba a codazos. Pero no hay manera, estamos tan apretados que no puedo mover los brazos.
Señora 3: Mujer, si estamos todos igual de fastidiados. ¿A quién le vas a dar un codazo?
Señora 1: ¿A quién? A cualquiera, a todos, al chico este del maletón.
(por si el avispado lector no se ha dado cuenta, el chico del maletón soy yo, así que con toda tranquilidad le doy un ligero codazo a la mujer, no muy fuerte, sólo lo justo para que lo note)
Señora 1: (girando la cabeza hacia mí con los ojos abiertos como platos): ¿Cómo ha conseguido hacer eso? Es fisicamente imposible que me haya dado un codazo. No hay espacio suficiente.
Yo (sonriendo como un lobo): Señora yo soy un superviviente de la línea 5 del metro de Madrid, esto no es nada para mí.
Señora 1: Pero, pero, pero...
Señora 3: Oiga joven, usted que parece muy mañoso. ¿Le importaría tocarme el culo?
Señora 2: Beee.
Afortunadamente la llegada del metro me dispensó de la necesidad de responder. Un par de codazos y tres empujones después yo me había subido al vagón del metro, mientras el grupo de señoras se quedaba sin poder moverse del sitio.
Dos paradas más tarde el metro se vació y pude ponerme a mis anchas hasta que llegamos a la estación de enlace con el tren express, que debía llevarme al aeropuerto. El viaje en tren transcurrió sin incidentes y en seguida llegamos a la terminal.
Una de las primeras cosas que me dice la gente cuando se enteran de que yo suelo viajar con un maletón, es que ellos nunca facturan el equipaje. Todo el mundo parece viajar con una pequeña mochila e imprimen el billete por internet o en las máquinas expendedoras de los aeropuertos, por lo que se limitan a ir directamente a la zona de embarque (previo paso por el detector de metales). La verdad es que hable con quien hable, todos me dicen lo mismo y claro la impresión que me queda es que debo ser el único que factura. Por eso siempre se me queda la misma cara de sorpresa cuando llego al mostrador de facturación y veo esas colas larguísimas de gente esperando su turno. Porque vamos a ver, si yo soy el único tonto que factura, ¿de dónde diantres sale toda esa peña?
Total que me coloco al final de la cola y espero pacientemente. Mientras me llega mi turno, un empleado de la compañía aérea se desgañita de la siguiente manera:
Empleado: ¡A veeeerrrrrrr! ¡Los pasajeros con destino a Ba-ri-co-lo-na, que pasen por el mostrador número 2! ¡Los demás permanezcan en la cola!
En seguida me doy cuenta de que nadie se mueve hacia el citado mostrador.
Yo: Pssst, oiga, buen hombre - le susurro yo-que no se dice Baricolona, que se dice Barcelona.
Empleado (no demasiado convencido): ¡Los pasajeros a Baricolona por el mostrador 2! - me mira- ¡Y los que vayan a Barcelona también por el mostrador 2!
Por fin la gente empieza a moverse. Diez minutos más tarde vuelve el empleado, se me acerca y me susurra.
Empleado: Ahora tengo que llamar a los pasajeros que van a Inverness para que se vayan al mostrador 3. ¿Se dice Inverness verdad?
Yo: Estooo no, se dice Invernalia, pero allí sólo van los miembros de la Familia Stark.
Empleado: (Susurrando) Vale gracias. (A voz en grito) Los miembros de la Familia Stark, por favor diríjanse al mostrador 3 para facturar su equipaje a Invernalia.
Todo el mundo se queda mirando al pobre empleado como si se hubiera vuelto loco, mientras yo aprovecho para ir al mostrador 3, donde evidentemente no hay nadie y facturo sin tener que esperar cola.
Empleado (bastante mosqueado): Oiga, usted me ha engañado. Invernalia no existe.
Yo (sonriendo de nuevo como un lobo): Lo siento, pero estás más verde que la hierba del verano y se acerca el invierno.
(Nota aclaratoria: Este relato es ficticio y durante su redacción ninguna señora fue lastimada, ni se tocó ningún culo y por supuesto el orgullo de los empleados de líneas aéreas no fue ultrajado. Desgraciadamente los recepcionistas de hotel con concepciones abstractas de las matemáticas son tal cual se les retrata en este escrito).
Ja ja, entonces donde estas ahora? En Edimburgo, Londres, Madrid, Barcelona, En la mansión de los Vengadores?
ResponderEliminarEstoy en Invernalia... perdón quiero decir en Inverness. ^_^
ResponderEliminarLa conversación con el recepcionista del hotel fue tan cual la he relatado. Y es cierto que me tocó ir en el metro en hora punta y que había una grupo de tres señoras hablando de dar codazos, pero ni les dí ningún codazo, ni le toqué el culo a ninguna. En cuanto al tipo del aeropuerto, es cierto que decía Baricolona, pero yo no me molesté en sacarle de su error. ;)
Este si que me ha gustado. Conozco la línea 5 y la 3.
ResponderEliminarJ.
Por mucha fama que tenga el metro de Londres o incluso el de Tokio, no hay nada como sobrevivir a la línea 5 del metro de Madrid.
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