2/01/2012

Consulados, aviones y las españas

Saludos.

Tras unos días de descanso, vuelvo a postear. Ante todo disculpas ante los adictos a este blog, que habéis esperado con paciencia a que vuelva a escribir. Gracias por seguir ahí.

Como algunos sabréis, este fin de semana he hecho una visita relámpago por las Españas, para recargar las pilas (y lavar la ropa). Lo cierto, es que me salía más barato coger un avión y volver a casa que pagar la tarifa de fin de semana del hotel (y qué diantres me apetecía pasar un par de días con la familia y para eso no se necesita excusa alguna).

Estos días me han venido bien para coger fuerzas y volver a comer comida de verdad, que esto es muy bonito y los escoceses son gente maravillosa, pero por lo que a ellos respecta, cocinar es una cosa que hacen los extranjeros. Bueno, para ser justos, los escoceses además de sandwiches, también tienen algún plato típico como el haggis, que francamente no me he atrevido a probar aún y por lo que tengo entendido podría ser similar a la morcilla. Si alguno he tenido ya la experiencia de probarlo, que no se corte y nos diga que tal fue la cosa.

Del viaje a España, hay poco que contar. El viernes por la mañana, puse todo recogido en la maleta y como era tempranito, antes de dejar la habitación, me acerqué por la Oficina Consular Española en Edimburgo. Antes de entrar me fijo en el horario: de 9 a 12 y de 13:30 a 15:00. Y no es que ese fuera el horario de los viernes, es que ese es el horario de lunes a viernes. En fin, sin comentarios.

Llamo al timbre y me abre la puerta un segurata escocés con pinta de no hablar ni palabra de Castellano.

Yo: Buenos días (hablo directamente en inglés, porque estoy seguro de que si saco a este hombre del Hola, Buenos días y Adiós, ya no sabe por donde tirar).
Segurata (con cara de alivio al ver que chapurreo el ingés): Buenas. ¿Tiene usted cita?
Yo: Pues no, y eso que le he tirado los trastos a la camarera del bar de la esquina, pero no ha habido forma.
Segurata: Me refiero a que si ha concertado una cita para venir al consulado.
Yo: Va a ser que no, pero si tenéis alguna chica guapa en este sitio igual me animo a pedirla.
Segurata: Anda tira para dentro y pide la vez.
Yo: Pues sí que están solicitadas las chicas por aquí.

Dentro del consulado, me encuentro una pequeña habitación con un mostrador, tras el que un escocés con cara de borde total va llamando a los parroquianos que tienen cita. Los parroquianos son dos españolas y una docena de chinos.

Me dirijo a la española que tengo más cerca e inicio el interrogatorio.

Yo: A las buenas, ¿esto como va? ¿Hay que pedir la vez o algo?
Española: Buenas. Si no tienes cita hay que pedir la vez. Yo soy la última, bueno ahora lo eres tú.
Yo: Bueno ¿Y aquí que se hace?
Española: Básicamente te das de alta como residente, si es que te vas a quedar durante una buena temporada en este pueblo.
Yo: Aham, bien eso tenía entendido. ¿Alguna cosa más? ¿Tienen bolsa de trabajo? ¿Ayudas al españolito medio? ¿Anuncios de pisos para compartir? ¿Cursos de inglés?....
Española (frunciendo el ceño): Pues ahora que lo dices, nunca se me había ocurrido preguntarlo.
(Unos golpes en la ventana interrumpen por un segundo nuestra conversación. Parece que alguien quiere entrar. Bueno, que llame al timbre y ya le abrirá el segurata).
Yo: ¿Cuanto llevas aquí?
Española: Cuatro meses.
Yo: Mmmm, estupendo. Por cierto, ¿sabes si hay algún español en el consulado o al menos alguien que hable castellano?
Española: No estoy muy segura, pero normalmente suele haber por aquí otro escocés que aunque no tiene ni idea de español, es muy majo y te ayuda en todo.
(En ese momento el borde del mostrador, llama a una chica del grupo de chinos. Como la chica no responde en menos de 0,1 segundos, vuelve a llamarla a voz en grito y en tono de cabreo. La china acude a la carrera con cara de susto y el escocés le suelta un buen rapapolvo).
Yo: Un encanto de hombre.
Española: Ya te digo. El otro es don soluciones, pero me parece que hoy no está y con el borde vamos a ir de culo.
(Los golpes en la ventana se repiten. Los ignoramos).
Yo: Pues si que estamos finos. Bueno, ¿y que tal te van las cosas por Edimburgo?
Española (bufando): No me quejo, tengo piso y trabajo en una tienda, pero esto no es lo que me esperaba. Edimburgo es muy pequeño, es un pueblo. Al final te acabas encontrando con la misma gente día sí, día también.
Yo: Mujer, esto no es Madrid, pero tampoco es tan pequeño.
Española: Que sí, que sí. Que es un pueblo, ya lo verás cuando lleves aquí un tiempo.
(Los golpes se repiten, me asomo a la garita del guardia para avisarle de que alguien quiere entrar. No hay nadie. Un repentino presentimiento se apodera de mí, me asomo a la ventana donde los golpes no han cesado y se confirman mis sospechas, es el segurata el que se ha quedado fuera y no puede entrar. Le abrimos la puerta, el pobre hombre nos da las gracias. El borde del mostrador empieza a gritarnos, diciendo que nosotros no tenemos porque abrir la puerta a nadie, que ya lo hará el segurata. Antes de mandarle a la mierda, miro al segurata que me implora con los ojos "No le digas que me quedado fuera, otra vez". Decido callarme e ignorar al del mostrador. Vuelvo a mi diálogo con la chica.)
Yo: Bueno, ¿por dónde íbamos? ¿De dónde eres?
Española: De Albacete.
Yo: Ya. Edimburgo, un pueblo. Bien.
Española: ¿decías algo?
Yo: No, nada. Que parece que hoy la cosa está complicada.

Miro el reloj, y me doy cuenta de que ya son las once y media y yo tengo que dejar la habitación del hotel antes de las doce. Me despido de la chica y del segurata y voy a toda leche al hotel. Por el camino me encuentro a uno de los recepcionistas, que enseguida me reconoce.

Recepcionista: Hombre tú por aquí.
Yo: Pues sí.
Recepcionista: ¿Tú no dejabas hoy el hotel?
Yo: Precisamente a eso iba, como tengo hasta las doce.
Recepcionista: Querrás decir hasta las once.
Yo: Ops. Ya la he vuelto a liar.
Recepcionista: Tranquilo, no pasa nada.

Al final volvemos juntos al hotel, afortunadamente nadie ha reclamado aún la habitación. Dejo la maleta en la consigna del hotel y me voy a dar un pasito hasta la hora de irme al aeropuerto.




Sin apenas proponermelo, mis pasos me encaminan a Portobello, creo que va a ser uno de mis sitios favoritos de la ciudad. Me estoy un par de horas pateando la playa. Luego me voy para el hotel, recupero la maleta y al aeropuerto. Al hacer la facturación del equipaje, la azafata hecha un vistazo a mi carnet.

Azafata de tierra: Ah, madret.
Yo (un poco empanzo): ¿Cómo?
Azafata de tierra: Digo que usted es de Madret.
Yo: ¿Sí? Digooo, no, bueno sí, pero se pronuncia Madrid.
Azafata de tierra: Aaaah, vale, Madret. ¿Lo he dicho bien ahora?
Yo (mintiendo como un bellaco): Estupendamente.
Azafata de tierra: Bueno, pues ya está. Maleta facturada.
Yo (mirando a mi alrededor): Oiga, ¿y la zona de embarque?
Azafata: Arrrriba, escaleras, subirrrr (en español en el original).
Yo: Pues nada, muchas gracias.

Subo las escaleras y paso por el ritual del detector de metales. Esta vez no me hacen quitarme los gayumbos, cosa que agradezco. Como aún me queda una hora para embarcar, recorro la terminal en busca de un sitio cómodo. Tras andar un rato, descubro una zona en desuso del aeropuerto, donde además de las clásicas sillas, hay unas cuantas hamacas. No hace falta decir donde aposenté el trasero, porque es bastante obvio.




Finalmente, anuncian mi vuelo y se forma la inevitable cola ante el mostrador. Tras un buen rato es evidente que vamos a salir con retraso. Todos esperamos pacientemente en la cola, mientras la gente del mostrador se limitan a conversar entre ellos. Al poco aparece una encargada del aeropuerto a echarles la bronca. Cuando ya pensamos que los va a poner firmes y nos van a hacer embarcar a los pasajeros, la chica se limita a recolocar la cola de gente, conforme a los parámetros del feng shui. Seguimos esperando de pie, pero con la seguridad de que nuestro karma será mucho más positivo.

Finalmente embarcamos y despegamos. El viaje transcurrió sin incidentes reseñables, o sería más justo decir que me quedé traspuesto a los cinco minutos del despegue y si pasó algo interesante yo no me enteré.

La estancia en España, fue bastante tranquila. Tiempo en familia, un par de cervezas con algún amigo y poco más.

Ayer martes volví a embarcarme rumbo a Escocia, una vez más vuelo sin incidentes. Llego a la aduana y mientras aguardo mi turno para enseñar el carnet de identidad, pienso en algo que decir para cuando me pregunten que cuanto tiempo me voy a quedar y si vengo por trabajo o por vaciones. No quiero que me pase como la vez anterior. Cuando me toca el turno, me recibe la misma mujer de la otra vez, la cual (por increíble que parezca) me reconoce inmediatamente. Me deja pasar sin molestarse en mirar mi carnet ni en preguntarme nada.

Retiro mi maleta de la cinta de equipajes y al autobús. Quince minutos y de vuelta al hotel. Los recepcionistas también me reconocen. En tres minutos estoy en una habitación, más grande que la de la otra vez pero con un colchón igual de incomodo que el anterior. Duchita, cena rápida y al catre.

Finalmente, el día de hoy ha sido bastante poco productivo, no he encontrado ofertas de empleo que merezcan la pena, ni piso o habitación que se adecue a mis necesidades, ni he visitado zonas nuevas de la ciudad. En fin, mañana será otro día.

Seguiremos informando.

3 comentarios:

  1. Albacete!!!! Jaaaaaaahahajaja

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  2. Grato por leer nuevas de vos, disfruta y recarga pilas el finde y ¡strike on Monday! ... a más noticias más ganas e viajar ,)
    Winter has just come!

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  3. Gracias a los dos, muy pronto un nuevo post con la búsqueda de piso, la vigilancia vecinal y algunas cosas más.

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